29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

¿La vieja universidad y sus títulos para qué?

Por Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/

Sí. Es una pregunta sobre la universidad, la vieja universidad, vieja pero tan presente. La misma que se ha resistido al cambio y a su transformación esencial frente a cambiantes circunstancias en los ámbitos social, cultural, político, científico y tecnológico.

Se ha hecho cada vez más evidente en todo el mundo la pérdida de importancia y valía de un título universitario y de la universidad misma como institución. Se ha sostenido con reiterada amplitud que la manera como funcionan hoy hace que las universidades no sean sustentables ni defendibles. Sus estructuras burocratizadas de poder dificultan la introducción de los cambios necesarios que desde hace tiempo ha requerido la educación superior. También existe, como un factor perturbador, la estructura y acciones burocráticas del Ministerio de Educación, con sus normas a destajos, dispersas e incoherentes, que llevan a que para innovar y transformar sea necesario el concepto, permiso y aprobación por parte de su burocracia encerrada en legislar para coartar tanto la autonomía universitaria como las libertades de enseñanza, de aprendizaje y de innovación.

Ya desde antes de la pandemia de la COVID -19 se habían señalado con insistencia, reiteración y con suficiente claridad, los riesgos que tenía la institución universitaria de sobrevivir a estos tiempos si no cambiaba su orientación y si no desconcentraba sus esfuerzos en los fallidos auto reconocimientos.  Como en un círculo vicioso continuaron concentradas en alcanzar rankings en los que operan criterios dispares, con  desconocimiento de la buena enseñanza obscurecida por un supuesto énfasis en publicaciones en revistas esotéricas lejos de la difusión y apropiación social de los conocimientos, lejos de la formulación de programas y proyectos de innovación social donde las comunidades validen, alrededor de sus propias experiencias vitales, los conocimientos,  incluidos los que tanto se demeritan en las ciencias sociales, humanidades y artes.

Se preguntan los jóvenes hoy: ¿Para qué un título universitario? Si la educación es un derecho humano fundamental, ¿por qué es oneroso y prohibitivo el valor de la matrícula?, ¿vale la pena el esfuerzo y el costo frente a la remuneración que se obtiene  a sabiendas de que lo aprendido perderá vigencia en muy corto tiempo?, ¿para qué  ingresar si con la deserción  cercana al 50% hay una probabilidad muy alta de ser excluido?,  ¿por qué un título universitario no asegura un empleo o trabajo digno y estable? y ¿por qué con otras formas de trabajo se pueden obtener ingresos superiores?. Están ellos frente a la paradoja de que los títulos universitarios son cada vez más costosos y a la vez menos importantes ya que no aseguran un futuro laboral que hoy se puede obtener por vías de cualificación más pertinentes y de menos costos. Saben muchos de ellos que con menos esfuerzos y menor tiempo pueden lograr ingresos mayores.

Reconocen con claridad los estudiantes, y también la sociedad en general, que uno de los problemas principales de la universidad anquilosada y tradicional es el costo de un título qué ha ido en alto incremento mientras que su valor social, laboral y económico ha entrado en un decrecimiento acelerado. El Rector de la Universidad de los Andes en Colombia ha manifestado recientemente que los costos universitarios son muy altos, los cuales se han llegado a doblar o triplicar en muy poco tiempo, asunto que él mismo observa como insostenible frente a las circunstancias que experimenta la población en general y en particular por la situación de desempleo agravada por la pandemia. (https://rb.gy/qwqnvy).

El valor central de la universidad ha sido el aprendizaje, pero éste ahora está disponible por distintas fuentes y es gratis, o mediante cursos en línea que cuestan muy poco, situación que ha creado una competencia por ese aprendizaje. Se vive una situación de democratización del conocimiento en donde la universidad es apenas una de las opciones para el desarrollo personal. La universidad que empaca su producto llamado “título” bajo condiciones a las que el estudiante tiene que adaptarse resulta hoy menos entendible y posible. Como el mundo no funciona de ese modo, las universidades no son sustentables. El aprendizaje hoy es de 24/7/365, según los tiempos y modos del alumno. A menos que las universidades busquen formar a los alumnos para las condiciones de hoy y para el cambiante mundo del trabajo la credibilidad de un título universitario no durará mucho, en especial porque los ambientes laborales, empresariales  e industriales cambian más rápido que la educación, mientras que las transformaciones en los fenecidos y momificados currículos se producen a ritmos muchos más lentos. (https://rb.gy/0vw5to).

La proclama de porqué llega a su fin la universidad como la conocemos hoy es sustentada por Kevin Carey (https://rb.gy/azwekt) anunciando que en el horizonte está el surgimiento del aprendizaje y la «Universidad de Cualquier Lugar». Los nuevos ambientes de aprendizaje serán portales y también lugares de encuentro conectados a esta universidaden los cuales se incorporará la inteligencia artificial   para diagnosticar fortalezas y debilidades de los alumnos, ajustar los procesos formativos de cada uno y reducir el fracaso y la frustración. En esta «Universidad de Cualquier Lugar» un conjunto boyante de organizaciones, con o sin ánimo de lucro, configuradas como ecosistemas, serán proveedores de servicios educativos. Apoyadas por empresas de los sectores tecnológicos ofrecerán a los estudiantes un grupo amplio de servicios de apoyo para facilitar sus procesos formativos. Serán organizaciones como las actuales edX, Coursera, Udacity, la Saylor Academy (que impulsa la «Free Education Initiative») y  OLI («Online Learning Innitiative») que de manera continua crearán y mantendrán un catálogo extenso de cursos que cualquier persona en el mundo con una conexión a Internet puede tomar  de manera gratuita o a un muy bajo costo. Un porcentaje cada vez más creciente de la educación que ha estado en universidades caras estará disponible a todos en cualquier lugar, con compañeros de estudio de cualquier parte del mundo, edades o credos.

Nuevos sistemas de certificación como las micro credenciales (insignias digitales, micro títulos, micro master y similares) surgirán otorgando evidencias de qué ha aprendido cada uno, reemplazando los expedientes académicos, calificaciones y diplomas. Esa evidencia será organizada en un nuevo sistema seguro de credenciales, a manera de una identidad educativa, controlada por el alumno y no por las instituciones. No incumbirá a ellas entregar grados en diplomas con letras de estilo. No será requisito para el empleo tener un Ph. D., un máster o un título profesional. El precio de la educación superior caerá al costo marginal. El costo total de la educación superior para un alumno será una pequeña fracción de lo que paga actualmente. Las buenas universidades no serán escasas y tampoco caras. Ellas serán abundantes en números. Si las tecnologías de la información han permitido la creación de startups tecnológicas, será exponencialmente más fácil crear universidades startups en cualquier lugar. (https://rb.gy/azwekt).

En el contexto de opciones y desarrollo para  reinventar la educación superior para el siglo XXI  que permitan llegar a la generación llamada «postmilenial», se han presentado (https://rb.gy/67dhzw) estas cuatro opciones:

  1. Facilitadora de plataforma: Los alumnos de esa generación han personalizado sus preferencias y consumos y lo mismo harán con su formación educativa. Algunas universidades ofrecerán cursos con el modelo de Netflix, otras serán proveedoras de contenidos para esas plataformas, licenciarán contenidos, experiencias, certificados y una variedad de otros servicios.

  2. Curadora experiencial: Bajo este enfoque las universidades harán uso de herramientas avanzadas de analítica de datos y de videoconferencias para extender su cobertura más allá de las aulas.

  3. Certificadoras de aprendizaje:  Con este modelo, cercano a la gamificación, las universidades usarán las tecnologías móviles en asocio con «paneles de datos»(aplicativos con analítica de datos para presentación de logros en áreas importantes) donde los alumnos pueden acrecentar sus micro credenciales con detalles de experiencias fuera del aula, extracurriculares, internados y pasantías.

  4. Integradora de fuerza laboral. Aquí las instituciones de educación superior establecerán alianzas corporativas para elaborar «proyectos formativos» flexibles (expresión que reemplazará a los fenecidos currículos) y ofrecer experiencias extracurriculares.

Por su parte, la Unidad de Inteligencia de The Economist reconociendo que no habrá un modelo que convenga o satisfaga las necesidades de todos, presenta cinco modelos para superar a la universidad actual: 1. Universidades Online.  2. Clúster de universidades. 3. Universidades experienciales. 4. Universidades de artes liberales, usualmente más pequeñas en tamaño, y 5.  asociación de universidades, con cursos centrados en upskilling (formación continua y cualificación en el trabajo) o reskilling (reentrenamiento, recualificación laboral). (https://rb.gy/f7w4oz).

Entonces, ¿qué podemos ofrecerles a los jóvenes? Le hemos brindado un mundo de guerras, de violencia, de destrucción ambiental, de desempleo, de educación impropia y muy cara, y hasta una pandemia con más desempleo e incertidumbre frente a un futuro más incierto. Llegó el momento para que por la vía de la educación les ofrezcamos alternativas, entre las muchas que se han propuesto, que les permitan a ellos vivir en un mundo en paz y armonía consigo mismos, con los demás y con el planeta. Un mundo de ellos y para ellos fundamentado en sólidas bases éticas y en la solidaridad entre todos en la tierra.