
Por Iván de J. Guzmán López
Una vieja fábula, habla de un hombre que vendió un camello en el mercado, y luego lo llevaron al matadero. El camello se negó a entrar en dicho matadero y todos los intentos fracasaron. Entonces intervino un hombre experimentado y dijo: “Traigan al dueño del camello”.
De hecho, llamaron al dueño, quien tomó la brida del camello y lo guio. El camello lo siguió paso a paso. Corrieron hacia él los matarifes, con sus cuchillos para matarlo, pero el dueño del camello tenía otra idea.
Él les dijo: “¿Cómo voy a traicionar al que confía en mí y ha seguido mis pasos?”. Devolvió el dinero que había recibido y se fue con el camello, jurando que nunca vendería a quien le había confiado su vida”.
La fábula termina con su consabida enseñanza:
“Ten mucho cuidado de nunca traicionar la confianza de alguien que te ha dado su fe, porque la traición es una vergüenza, una humillación y una degradación”.
Por simple asociación, debo decir: me parece que el congreso de la república, desde mucho antes del gobierno Petro, se ha comportado como un mercado (ahora, Petro lo ha potenciado al máximo) donde se vende, se compra, se cambia y se negocia de todo: influencias, intrigas, sobornos, lobby; allí, a nadie se le niega una amenaza, se reparten notarías, ministerios; se pagan conciencias por $3 mil y 5 mil en efectivo bien embalados o en maletas negras. En ese recinto sagrado de la democracia se aplica generosamente buena dosis de mermelada para apoyar proyectos y votar leyes que favorecen intereses políticos, partidistas, gremiales, particulares y hasta familiares.
Mercado de todo y para todo. Obvia y afortunadamente, el congreso también ha contado con personas que respetan a sus electores, se respetan ellos y a la patria misma, de tal manera que resulta necio el no reconocer que han hecho una labor magnífica, presentando valiosas iniciativas que hoy han sido promulgadas para bien de muchas comunidades; son pocos, pero que los hay, los hay; son congresistas que respetan al pueblo colombiano y merecen la confianza de sus electores y del grueso de la ciudadanía. Entre ellos, en esta legislatura, por ejemplo, destaca, a decir del fogoso Jonathan Ferney Pulido Hernández, más conocido como Jota Pe Hernández, la disciplina, el trabajo, los logros, la inteligencia, la honestidad y la capacidad para concertar y hacer del senador Germán Blanco Álvarez.
El grotesco episodio de las acusaciones contra la anterior mesa directiva de senado y cámara, es de lo más bochornoso y deshonroso para una corporación o una persona curtida en política como el senador Iván Name o el representante Andrés Calle (que por su juventud más parece una esperanza fallida), expresidente de la cámara. Parece que a estos dos personajes y a buena parte del senado y la cámara, acusados de corrupción por el trámite irregular o sospechoso de algunas reformas con sello Petro, se les debe el hecho de que las aspiraciones del pueblo colombiano estaban siendo llevadas al matadero.
Afortunadamente, ese camello llamado reforma laboral que se pretendió vender al congreso, con nuevos presidentes a bordo, no quiso entrar al matadero y, finalmente, el dueño de ese camello, valga decir la Comisión Séptima, se acordó de la moraleja, o, mejor, del pueblo colombiano y se cuidó de la advertencia.
“Ten mucho cuidado de nunca traicionar la confianza de alguien que te ha dado su fe, porque la traición es una vergüenza, una humillación y una degradación”.
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