21 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La tilde en la u

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Por Oscar Domínguez 

Los utileros son la tilde en la ú del fútbol así no aparezcan ni en el pasa del periódico. No les incomoda el anonimato. Se lo gozan. Los memoriosos recuerdan por estos días al Ñato Álvarez y a Benigno Tamayo, del DIM, y a Ovidio Rendón, todo un caballero, del Santa Fe. Los equipos hicieron tablas en el primer juego en Bogotá.

Uno de los grandes del oficio fue “Bilardo”, un “hombre a una nariz pegado”,  que tuvo como mecenas al narigudo Salvador Bilardo, el técnico argentino que lo paseó por varios clubes; otros para el recuerdo son JJ Restrepo, “La Rata”, y Francisco Jaramillo, “Tara”, ambos del Nacional, Frías, del Júnior, Luis Vera, de La Equidad, Miguel Rodas, del  Once Caldas…

En aquel tiempo,  la primaria de estos imprescindibles empezaba por hacerles  mandados a técnicos y jugadores. Les pagaban con la “liga”.  Luego vendrían invitaciones por cuenta de los jugadores  a acompañarlos  en sus desplazamientos. Salario en especie.

Cuando el río Medellín venía en Caldas, la secundaria consistía en pasar pruebas de honradez que empezaban por entregar completas las devueltas por mandados hechos. Se convertían en cirineos del utilero principal. No trataban de hacerle el cajón pero sabían que “nadie es eterno en el mundo”.

Los tiempos cambian pero los utileros de siempre hacen la maestría siendo diligentes, comedidos, están listos “pa las que sea”. Los que “rezan” al equipo tienen el wasap de los miembros del santoral que les hacen milagros cuando en los pies de sus protegidos hay amnesia parcial de fútbol.

Deben ser divertidos para levantar ánimos alicaídos. Son bienvenidos quienes son más mentirosos que Cosiaca. A veces sonrisa da lo que natura no le presta al jugador al que le dan tratamiento de mascotas. Muchos son vivaces, voluntariosos.  Un utilero estrella les recuerda a los jugadores el cumpleaños de su amada. O del arrocito en bajo…

Un equipo, según duchos en  vestuarios como Alexis García, necesita mínimo dos utileros. Cada jugador maneja una babel de seis pares de guayos y seis uniformes semanales. Sin contar unos 40 balones, petos, estacas, cocas, tintas y demás parafernalia que demanda este esperanto de patadas que es el balompié. Si falla el utilero el equipo irá “cuesta abajo en su rodada”.

Son toderos de profesión. Ganan puntos si tienen manos brujas para hacer masajes.   Miman a los deportistas en sus lesiones, sanciones, castigos técnicos. Son su paño de lágrimas. Los aguateros, su nombre original, hacen las veces de sicólogos, siquiatras,  perdonan sus pecados. Los acompañan  hasta el cadalso y se ahorcan con ellos. Todo por el mismo sueldo.

Conocen la letra menuda del vestuario pero saben que lo  que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas. Gracias, anónimos utileros  por su aporte al espectáculo. Mientras haya utileros, habrá poesía balompédica.

BALOMPÉDICAS

 “El fútbol es la recuperación semanal de la infancia”. (Javier Marías novelista español).

Fútbol sin goles es como una puesta de sol sin sol. “El goleador del campeonato es el mejor poeta del año”: Passolini.

Los zurdos también son gente. Lo demuestran jugadores como Messi que lo ha ganado todo. Incluida su decisión de terminar su andadura en USA.

¡Cuánto extraño el fútbol! Mi vida no está completa sin el deporte que más amo. El balón ha sido mi corazón adicional y ponerlo a andar sería recuperar mi vida a plenitud. Esto no es solo un deporte, es el estilo de vida de mucha gente en este país (Maestro Alexis García Vega).

Los futbolistas tienen corta vida útil.  Pero han aprendido a manejar sus finanzas y aparecen en revistas del corazón acompañados de mujeres de viento, sacadas de la pasarela, olorosas a Chanel.

Los futbolistas deberían jugar con cinturón de castidad. No para pecar dentro de la cancha,  sino para proteger sus partes pudendas en los tiros libres que podrían dejarlos sirviendo para eunucos.

“Cuando dos equipos empatan, ambos pierden. Es una derrota recíproca y humillante”, pontificaba el dramaturgo y cronista brasileño  Nelson Rodrigues.

Gracias a la televisión decenas de maridos fugados de casa son sorprendidos por sus mujeres con las manos en la masa femenina ajena en las graderías. Falso que estuvieran en junta.

El delantero uruguayo Ghiggia, autor del gol que le valió a Uruguay el mundial de 1950 en el célebre maracanazo, comentaría después: “Hicimos colecta para celebrar el triunfo en la habitación del hotel”.

Las finanzas del niño Alberto Camus, futuro Nobel de Literatura, eran tan precarias que jugaba de arquero porque en esa posición se gastaban menos los zapatos.

Hablando de árbitros que se equivocan, conviene recordar lo que Wilde leyó sobre el piano de un bar en Nueva Orleáns: “No disparen sobre el pianista: procura hacerlo lo mejor que puede”.

Los jugadores relegados a la banca tienen cara de retrato hablado. Lucen el rostro inconfundible de quien va camino de la horca.

La historia solo recuerda a los ganadores. “El segundo siempre es el primero de los derrotados”, dicen. Lo recuerdo por el duelo que se ve venir entre Santa Fe y el DIM. Feliz segundo puesto, hinchas del Santafecito… 

Pie de Foto: Pero, che, Carlitos, no sabía de tu devoción por el DIM.