18 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La “Social-bacanería” de Duque

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Por Claudia Posada (foto)

Qué cochambre tan repugnante ha filtrado las capas sociales, políticas y económicas del país. Las acciones de la corruptela colombiana afectan precisamente a los más luchadores, a quienes se mantienen firmes en sus propositicos de sacar adelante, con responsabilidad y buen ejemplo a sus familias, sirviendo con honradez a la sociedad.  La descarada indiferencia de los dueños del poder y de las decisiones que rigen a Colombia desde las altas esferas, desconoce la altísima responsabilidad que les cabe por los hechos de perversión que aporrean duramente las posibilidades de bienestar, por el que deberían trabajar ellos, en representación de todos, con equidad.

Mientras algunos caen en la tentación por sus ambiciones, los más, disfrutan burlándose de los “caídos”, su placer es acumular riqueza desfalcando, chantajeando, usurpando. En este escenario de bajezas lo triste es que, en general, los “cochambrudos” menos “empegotados”, usualmente son los que más sufren, viven en una incertidumbre muy perturbadora. Ah, pero definitivamente, a los que peor les va en los espacios abiertos a la corrupción, es a quienes permanecen impolutos saltando zancadillas. En Colombia, Irónicamente, denunciar alguna inmoralidad es ponerse la soga al cuello. (O acelerarse un infarto fulminante que no da tiempo de suicidarse para escapar de la ignominia).

Los colombianos somos muy particulares, el país hecho un cochambre, y nosotros pasamos tranquilamente -sin elementos suficientemente claros para juzgar- de las críticas impregnadas de odio y veneno, al expresidente Juan Manuel Santos, con todo y los más soeces insultos, a la gozadera por cuenta de la “elasticidad” del actual mandatario Iván Duque Márquez por su informalidad excesiva.  Y mientras tanto, no salimos de un escándalo cuando estamos en otro peor, y aunque todos pasan muchísimo más rápido que cualquier moda, ahí los vamos matizando con memes e inventos estrambóticos, sin detenernos a pensar que así ocultan (para fortuna de los avivatos) lo esencial de cada embrollo. (Lea la columna).