Esta semana, escuché a un dirigente decir que la política tiene que llevarse a los salones de clase de las escuelas públicas.
En los colegios se ve como se hacen simposios sobre filosofía, ciencias naturales, literatura e incluso algunos de religión, de acuerdo a la línea curricular que cada institución establezca.
En algunos colegios privados y no es por sectorizar ni mucho menos estratificar o diferenciar entre la educación pública o privada -puesto que ese no es el debate en esta columna-, pero si se puede mirar como se emulan las sesiones de las Naciones Unidas, asambleas de la OEA o pasantías legislativas en el Congreso de la República.
Mientras que en los colegios públicos si mucho se podrá hablar de religión y con un tacto importante para no herir las susceptibilidades de la libertad de cultos planteada en la valiosa Constitución Nacional de 1991.
Y sí, está bien que se respeten todas las ideologías y postulados de cualquier estudiante de un aula de clase, pero creo que como actores principales de la política de nuestro país nos estamos quedando cortos. (Lea la columna).
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