26 junio, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La podredumbre que nos asfixia  

Por Darío Ruiz Gómez (foto)

“La corrupción actúa como un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país. Disuelve la confianza de una sociedad en sus gobernantes y debilita en consecuencia a los deberes del Estado. Pero también ataca de raíz la cohesión social en la que se fundamenta la convivencia de nuestra democracia, si a la sensación de impunidad y a la lógica respuesta lenta de la Justicia se unen la incapacidad de asumir las más mínimas responsabilidades políticas por los actores concedidos. La corrupción merma la fe en la vigencia del Estado de derecho, campa a sus anchas o no hay una respuesta política acorde a la entidad del daño que se ocasiona. Y en último término la corrupción destruye la fe en las instituciones y más aún en la política, cuando no hay una reacción firme desde el terreno de la ejemplaridad”.

Esta magistral descripción de Luis Ventoso. “El Debate” 20 de mayo- de lo que constituye la corrupción del gobierno de Pedro Sánchez no es aplicable en modo alguno a Colombia porque en nuestro país la podredumbre de la corrupción es parte ya del sistema mismo y con distintas variables es cierto que van desde el delincuente de cuello blanco hasta el vulgar, pero no menos efectivo intrigante de Comités electorales.

En Colombia la corrupción es un poder que cambia de rostros con el tiempo a medida que se afianza en las costumbres sociales y termina por infiltrarse en la política hasta degradar su más alta esfera social.

El caso que ilustra el cuento “Que pase el aserrador” con aquel personaje que obtiene un trabajo mintiendo sobre su oficio parece ingenuo y propio de un deseo de salir adelante cueste lo que cueste. Pero como lo recuerda Juan José García Posada en un reciente artículo sobre la picaresca y los pícaros lo que debemos considerar es lo que este tramposo llega a influir en la sociedad colombiana hasta producir un estrato social que con la disculpa de un ingenio gracioso está disimulando un delito. ¿Qué pasará con una sociedad manipulada por pícaros y pícaras y por una justicia que se les doblega? 

Un ladronzuelo es condenado, pero no lo es por lo general un contratista fraudulento. Hace cinco años nos escandalizaba un desfalco por cinco mil millones y hoy nos quedamos perplejos ante el robo de 400.000 millones destinados a la alimentación de los niños, a dotar de acueductos y de agua a una sociedad eternamente engañada como la de La Guajira. 

El estupor de la ciudadanía ante la impunidad es consecuencia de la lentitud de una justicia de leguleyos en su “incapacidad de asumir las más mínimas responsabilidades políticas”.

Ventoso es claro ya que su claridad parte de su firme posicionamiento de demócrata hacia quienes están disolviendo la sociedad haciendo creer que enriquecerse con la corrupción es algo previamente aceptado por la nueva vida política. 

Se cae pues en otra tergiversación de la justicia con el relativismo moral al dar voz al victimario y negársela a las víctimas.

¿Cómo puede ser calificada como víctima de Uribe una atroz exguerrillera? Destruir la fe en las instituciones y más aún en la política son consecuencias de la pudrición de los partidos políticos y de ciertos medios de comunicación al manipular los hechos convirtiéndolos en meras noticias.

Yo nunca maginé que este nuevo populismo de sombreros de paja, gorros senegaleses, vulgaridades de gentes sin educación, exguerrilleros, revolucionarios de cafetería, gentes capaces de aceptar cualquier ministerio o alta gerencia sin ningún conocimiento específico tan de inmediato hubieran comenzado a robar sin sospechar que se han convertido en  una caricatura de los ricos que tanto dicen odiar. 

Porque a esto conduce ese desatado arribismo social que los identifica.