24 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La pésima selección de jueces y magistrados

 

Soluciones

Al oído del Congreso

Por José León Jaramillo Jaramillo (foto)

Para administrarles justicia a un poco más de 49 millones de habitantes, el Estado colombiano cuenta con unos 5.300 jueces aproximadamente, los que son insuficientes. Si a ello le sumamos que quienes finalmente son designados como jueces fueron muy mal seleccionados, el problema se agrava aún más, pues de esos errores de selección devienen adicionalmente la congestión judicial, una mala o pésima calidad del servicio de justicia y más corrupción judicial, aunque estos últimos problemas se deben también, en buena parte, a la misma corrupción que rige al país, al régimen, que no ha permitido acabar con el politiquero Consejo de Superior de la Judicatura, ni con el ineficiente INPEC y, mucho menos, con sus 78 sindicatos de incapacitados y, como es obvio, a la falta de la voluntad política necesaria de las tres ramas del poder para acabar con estas problemáticas y con las prácticas corruptas, que tienen postrada a la “justicia” en Colombia.

Los concursos de méritos para seleccionar jueces y magistrados se presentan desde hace unos 30 años. Por esas calendas los aspirantes a convertirse en jueces podían escoger varios cargos para ocupar, el primero que resultara vacante, y, consecuencialmente, el aspirante podía figurar en varias listas de elegibles, pero ello hoy no es posible, pues un aspirante sólo se puede inscribir para un solo cargo y, si gana el concurso, formará parte de una sola lista de elegibles.

Los primeros concursos se ganaban con un puntaje superior a los 700 puntos, pero  desde el 2003, aproximadamente, es necesario alcanzar un puntaje superior a los 800 y lo que se ve, en la práctica, es que al concurso le imponen unos requisitos adicionales  que llevan al intérprete a concluir que lo que el Consejo quiere adelantar  es simplemente un proceso de eliminación que no de selección de unos buenos funcionarios, pues superar esa barrera de 800 puntos es casi imposible, dado que ese puntaje solo lo van a poder alcanzar entre 1.200 a 1.500 personas de las 50.000 inscritas, un 2.5% aproximadamente.

Ahora bien, cabe preguntarnos: ¿hasta dónde sí se está eligiendo a quienes tienen una verdadera vocación judicial, la formación profesional en derecho requerida, las calidades éticas y las habilidades necesarias para dirigir audiencias y adoptar decisiones justas? La pregunta surge porque esos exámenes se están convirtiendo en un instrumento para elegir a quienes tengan una buena capacidad de memoria o habilidades para leer rápidamente, pues con ellos, con esos exámenes, no se está evaluando a los aspirantes en sus conocimientos, ni en su capacidad de juzgar con criterio ni en sus calidades éticas. Al examinar a los aspirantes no se les hace participar, por ejemplo, en simulaciones de juicios orales, para evaluar así a los nuevos jueces, como directores de audiencias y falladores. 

Surge también la pregunta por los escándalos judiciales que se están presentando en las altas cortes y en muchísimos juzgados y tribunales, etc. Reparese en la sentencia de Santofimio o en la de Andrés Felipe Arias o en la fuga de Santrich o en el caso Hyunday, en el cual están involucrados un juez de control de garantías, un juez de circuito y varios empleados de la oficina de apoyo judicial, hoy  presos. Y ni qué decir del secretario del juzgado que proyectó un fallo en favor de Jessica Cediel y que le enviaba a ésta mensajes, con notas como «fan número uno» y “…saludos de su secre preferido… no está prohibido seguirte, abrazos…” ¿Dónde queda la majestad de la justicia? ─, servidor judicial quien además osó criticar públicamente la providencia del superior funcional que revocó la que él proyectó o los jueces delpobrecitismo  y  favoritismo  judicial que van “in crescendo”, los de “pobre señor”, “pobre señora”es que es un bizcochito”, quienes desde “ab initio” inclinan la balanza en favor de sus protegidos, olvidando el aforismo que nos recuerda que  “La ley no tiene corazón y que el juez que se lo presta prevarica.” Como litigante tengo 2 de estos casos y no soy el que más litigo y  todo esto refleja que algo está fallando en el proceso selectivo y en la justicia, que huele mal.  ¿Estos son los jueces que estamos formando? ¿No deberíamos cambiar los métodos de formación y de selección de nuestros pocos jueces? ¿Qué va a hacer el Congreso ante las falencias del Consejo de la Judicatura y del Ministerio de Justicia? ¿Estamos jodidos?

En Medellín tenemos más de 20 facultades de derecho y de cada una de ellas están egresando unos 200 abogados por año, o sea que el mercado laboral de abogados de Medellín lo están engrosando anualmente unos 4.000 nuevos abogados.  Montañas de abogados que acabaron con la profesión. Así las cosas, no es con exámenes de conocimientos en los que se indague sobre la habilidad matemática de los aspirantes, ni con preguntas de razonamiento abstracto, que se selecciona un buen fallador; prueba de ello es que en la rama hay juristas reconocidos por su sapiencia jurídica, por sus habilidades para dirigir una audiencia y fallar acertadamente, quienes, al concursar, pierden los concursos y otros genios raros que, aunque los aprobaron, son un desastre como jueces, bien por sus carencias éticas o por su profundo desconocimiento del derecho. Un juez debe ser prudente, saber derecho y adicionalmente tiene que ser “imparcialindependiente eíntegro”, pues la justicia es el núcleo de la vida pública. “La justicia es una obligación de las instituciones y de las sociedades, de la misma manera que la verdad es una obligación de los sistemas científicos. Una institución que no pretenda ser justa es ilegítima, una sociedad que no pretenda ser justa es una sociedad inhumana”, como bien nos lo recuerda Adela Cortina Orts.

Por lo anterior no es con exámenes de matemáticas ni con preguntas de selección múltiple que se prepara y selecciona a un buen juez, insistimos, para ello hay que ir hasta la formación en valores del Juez y por ello es necesario introducir reformas en las facultades de derecho, tales como exigirles a los discentes al finalizar su tercer año de derecho que escojan si se quieren formar como jueces en lo penal, en lo civil, en lo laboral, en lo constitucional o en lo administrativo, etcétera o si se quieren especializar como abogados en alguna de esas ramasúnicamente.  Quienes se inclinen por la judicatura deberán cursar las asignaturas de formación de jueces que establezca el claustro y proyectar por lo menos 50 sentencias y trabajar ad honorem un año de servicio judicial obligatorio en los juzgados y una vez se gradúen, si adicionalmente obtienen las mejores calificaciones podrán ser jueces en la disciplina que hubieran escogido, ello sí, adicionalmente, ganan lo exámenes de la rama. Ahora bien, quienes reprueben el examen podrán insistir hasta que lo ganen o ejercer como abogados en la especialidad que hubieran seleccionado; pero quienes ejerzan como abogados no podrán ser jueces en lo porvenir, pues esa puerta giratoria inmunda se debe cerrar como que se debe acabar también con los padrinos o caudillos judiciales que dan al traste con la independencia del Juez y que son los responsables de la prostitución reinante en la rama judicial. ¿Cuántos abogados conocen ustedes que habiendo sido designados como magistrados,  jueces o fiscales dejaron sus oficinas abiertas al público? La lista es larga. ¿Habrá algo más inmoral?

Un grupo de jueces de Nariño denunció que el cuestionario del examen del concurso del 2014 fue vendido, sin embargo el Consejo de la Judicatura nunca hizo nada para investigar esa denuncia. En el 2018 la Universidad Nacional aceptó que había calificado mal los examenes,cuyos costos superaron los 5.000 millones, los volvió a calificar, pero varios concursantes y los sindicatos demostraron que esa segunda calificación era igualmente errónea, porque al evaluar el componente general y el componente especial, si bien no se reproducía la misma calificación inicial si el mismo porcentaje en todos los concursantes, lo cual no sería posible y el Consejo, en vez de ordenar otra calificación, espera, más bien, a que todo se olvide para nombrar a quienes “ganaron” el concurso inicial. ¿Por qué? ¿Cómo funciona el carrusel de irregularidades en la selección de jueces y magistrados que algunos denuncian?

¡A falta que le hace el país un ministro de justicia!