29 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La nueva muerte de la verdad 

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez 

Varios periódicos, noticieros colombianos y españoles han difundido una noticia incontrovertible y que salió a flote de un material liberado por Elon Musk y que constituye la verdad de unos hechos, gracias a las investigaciones del periodista Matthew Taibio: el decisivo papel que en la elección como Presidente de Petro tuvo una plataforma rusa propiedad de Yeugeny Prigozbin, el llamado cocinero de Putin y por supuesto oligarca de alto vuelo quien desde su fábrica de trolls y a través de bots robots emitió a través de las redes sociales mensajes a favor de la campaña de Petro y difamaciones contra sus opositores políticos: 50.000 mensajes desde cuentas como & yesid70202529, & Fernandohincadi, & edwinpa81364652,etc, etc, a través de las plataformas vecezolanas. 

Tal como lo señaló un importante periódico independiente español “The Observer” y a través, repito, de cuentas falsas, hashtags, falsedades encaminadas a incentivar el odio.  

¿No habían detenido a dos espías rusos y a varios maduristas encargados de enviar información sobre bases militares colombianas? ¿No se detalló ampliamente el número de plataformas rusas instaladas a lo largo de la frontera con Colombia – territorios exclusivos del ELN- con cubrimiento hacia todo el territorio colombiano, ciudades, pueblos, regiones, cuarteles del ejército y de la policía? 

La ciudadanía colombiana, las clases políticas, el sector pensante han contado desde el principio con una jugosa información sobre la gravedad de lo que este espionaje supone sobre la vida nacional, sobre la soberanía de nuestro territorio amenazado por el totalitarismo.  

Es aquí donde cabe preguntarse sobre la indolencia moral que ciudadanos, políticos han tenido hacia este inminente asalto a nuestra democracia. Es posible, se pregunta Michiko Kakitani en su magistral “La muerte de la verdad”, ¿que la verdad y la razón a nadie le interesen?  

La intervención de las plataformas rusas apoyando a los independistas catalanes está más que comprobada lo mismo que la intervención de estas plataformas para sincronizar el llamado “estallido social” desde Colombia hasta Chile. Kakutani, cuyo texto comenté en su momento, analiza el alcance perverso de lo que supone la difamación política como arma para suprimir a un contrario, lo que suponen los llamados story telling analizados por Cristhian Salmón como creación de un marketing político a partir de un relato donde se falsea la verdad de los hechos y se coloniza la imaginación de los ciudadanos(as) en especial de los jóvenes.  

¿Para qué desvelar unos hechos si ya se ha aceptado una verdad inventada? Baudrillard lo predijo al señalar que los medios de comunicación al convertir los hechos en mera noticia de un día estaban eludiendo la responsabilidad del análisis crítico.  

Este relativismo tiene como tarea ir desvirtuando la noción de justicia, de delito político. La información sobre un grave atentado contra nuestra democracia está pasando entonces de agache insertado entre noticias banales. ¿Cómo vivir en un país donde el Registrador con cinismo dice: “He encontrado un millón de votos y se los he adjudicado al Pacto Histórico”? ¿Y nadie protesta ya que es una noticia del día? A Nixon el espionaje a dos periodistas le costó la presidencia, han sido muchos personajes de la política mundial los condenados por este delito.  

¿A quién acudiremos los ciudadanos para que se lleve a los tribunales este asalto a nuestra democracia?  

Los Partidos Liberal y Conservador hicieron parte de este atentado contra este grave delito, el ministro de Defensa es mudo. Y hoy nos enteramos que no contamos con una Fiscalía o una Procuraduría o una Corte Suprema de Justicia, entidades encargadas de velar por el Estado de Derecho y de sancionar delitos tan graves como la adulteración de unos resultados electorales.