25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La inteligencia humana entre la experiencia y la herencia

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. 

El concepto de inteligencia humana ha cambiado, y por mucho. Este ha sido transformado o enriquecido desde múltiples disciplinas, entre ellas las neurociencias, la informática, la filosofía y la genética. La concepción de ella para clasificar a los humanos en distintas categorías o niveles es obsoleta, es excluyente y ha sido fundamento para perpetuar desigualdades como si fueran un conjunto de habilidades ordenadas por el Supremo Creador. Creencia contraria al principio que resalta que entre los humanos las diferencias representan una ventaja evolutiva porque responden a adaptaciones inteligentes al medioambiente y a circunstancias siempre variables, siempre cambiantes. Las diferencias enriquecen a los colectivos humanos. De hecho, es impropia y excluyente cualquier forma de clasificación social, ya sea por ingresos o nivel socioeconómico, estratos, castas, razas o por culturas. Cada una porta en sí un estandarte de diferenciación, de desigualdad, de exclusión, de supuesta minusvalía de unos frente a otros. 

Sobre esas realidades sociales, acendradas entre las diferentes culturas, han subyacido diversas concepciones de inteligencia como principios o bases para justificar a unos y excluir a otros. El acceso a la educación ha facilitado a algunos, bienestar y progreso y retraso al resto. La escuela ha tenido y tiene como ominoso principio excluir a los menos inteligentes («retrasados” y hasta «brutos», los llaman con sello de ácida sordidez y aberrante ignominia), contrario al principio humano de que los humanos fueron creados iguales y que deben gozar de dignidad e igualdad de derechos, de deberes y de oportunidades. 

Sí. La escuela, en muchas de sus prácticas cotidianas, trabaja bajo el concepto de tamizaje, seleccionador de los más inteligentes con exclusión de los demás, y los Estados contribuyen con eugenistas pruebas de rendimiento escolar que sólo miden la calidad de  la exclusión para la que está diseña la educación actual. Esos son prejuicios infundados y sólidamente enraizados que los comparten gobernantes, la ciudadanía en general, buena parte de maestros y directivos escolares, así como muchos de los pensadores e investigadores pedagógicos. 

Pero, también se excluye con la difusión y convicción de que los privilegios de los que gozan algunos se debe a que están genéticamente dotados para ser inteligentes, para ser superiores, para amasar riquezas, privilegios sociales y poder político. Ahí se encuentra el fundamento del racismo y la pretensión de las razas limpias y superiores, mediante la mejora de rasgos o atributos heredados y la limitación al crecimiento de los no bien dotados por la naturaleza, bajo el supuesto de que una baja inteligencia (medida con tests recorridos de sesgos culturales) es una enfermedad heredada.  

Hoy se busca correlacionar el ADN con los cocientes intelectuales (IQ) y con el desempeño escolar de los alumnos. 

Un examen de ADN por US $50 se usaría para predecir el futuro académico y laboral de cualquier niño; asunto que ya está ocurriendo, con servicios ofrecidos en línea, a pesar del clamor adverso de la mayor parte de la comunidad científica.  «Geneplaza», por ejemplo, se anuncia como una «plaza de mercado» (sic) para informes genéticos de ADN (https://www.geneplaza.com/). «DNA Land», por su parte, promueve el conocimiento acerca del ADN con invitación a que: «Descubra interesantes rasgos físicos y de bienestar, determinados a partir del ADN basado en investigaciones científicas publicadas» (https://dna.land/). La compañía «23andMe» por US $99  invita a aprender cómo su «ADN influye en sus rasgos faciales, sabor, olor y otros rasgos». (https://www.23andme.com/en-int/), https://rb.gy/3tyens). Hay muchas más compañías disponibles en la Web que ofrecen resultados sin salir de la casa: www.helix.com/,  www.myheritage.eswww.ancestry.com/dna/.  

Estos emprendimientos, al prosperar, anticiparán la creación, señalada por muchos, de una «genotocracia», mediante, entre otros procedimientos, la selección de espermas y óvulos, comercio inhumano y cruel al que tendrían acceso prioritario, como es de suponer, los más pudientes, toma de decisiones sobre si se podrá permitir a una persona tener hijos o incluso, para lo eugenistas, si puede seguir viviendo. Se configurarían grupos humanos modelados mediante la manipulación de genes para una eugenesia personal y colectiva, lo cual tendrá severas consecuencias para la convivencia humana y la preservación de las culturas.  

En la concepción de muchos, tal adefesio llevaría a la vigencia de estigmas y exclusión desde el nacimiento, surgimiento de grupos supuestamente superiores con acrecentados privilegios. En el fondo podría conducir a la creación, por algunos, de una «raza superior», (la tan anhelada raza, la aria, que han añorado algunos eugenistas y gobernantes racistas y autoritarios). Esta situación tiende a agravarse con la creciente base de datos de ADN ya en existencia, las cuales se pueden filtrar, ser falseadas o hackeadas para efectos comerciales o para abierta extorsión. Igualmente, grave será la pérdida de control de tan privada y valiosa información personal circulando abiertamente, y por siempre, en las redes informáticas. 

En general, no ha sido exitosa la búsqueda de genes que puedan estar asociados a puntajes de cocientes intelectuales. En estudios hechos sobre una población específica, sin representación de las más diversas culturas, se encontró que la base genética no ha alcanzado a explicar más del 10% de las diferencias en cocientes intelectuales.  Por ello, no cabe predecir y orientar el futuro de los niños con base en análisis de su ADN. Este uso de la genética en los procesos educativos, psicológicos, sociales y culturales en los que crecen los niños está y deberá estarlo siempre, recorrido por amplísimos cuestionamientos morales y éticos. (https://rb.gy/irop4g).  

En diferentes estudios cada variable genética encontrada ha tenido un efecto muy pequeño para incrementar o reducir el cociente intelectual. Al estar la medición de los cocientes intelectuales afectada por variables culturales, entre ellas la lengua nativa, no hay gen de IQ, aunque se han detectado al menos 22 genes específicos relacionados con comportamientos humanos inteligentes que explican el 5% de las variaciones en inteligencia, pero son los mismos 22 genes que ya se había demostrado que estaban asociados al crecimiento de las neuronas (https://rb.gy/xp9so2). 

Siempre será preciso reconocer que los cocientes intelectuales no reflejan la amplia variedad de comportamientos inteligentes, en especial cuando se concibe la inteligencia desde una perspectiva social  y no individual, y se agrega a  la consideración de que todos los humanos están afectados  por las experiencias culturales específicas y por  la variedad de ambientes naturales en las que se ha convivido y se sigue viviendo. Esas experiencias representan variaciones cruciales, con valor de supervivencia y de identidad cultural, que no son posible de valorar mediante una prueba de cociente individual desarrollada en un lenguaje, para propósitos y culturas específicas. 

El profesor Robert Plomin, del King’s College de Londres, reconocido psicólogo y genetista, en  su trabajo «The new genetics of intelligence» («La nueva genética de la inteligencia») sostiene que los puntajes poligénicos (logrados mediante análisis elaborados del genoma) permiten predecir  el 4% de la variabilidad en inteligencia y del 10% cuando se agregan otras variables como años de educación. Sostiene este autor que: «Las puntuaciones poligénicas predicen los resultados psicológicos y conductuales desde el nacimiento como más adelante en la vida… son predictores causales porque nada en nuestros cerebros, comportamiento o entorno puede cambiar las diferencias en la secuencia de ADN que heredamos de nuestros padres». Agrega que no será necesario evaluar la inteligencia mediante tests.(https://www.nature.com/articles/nrg.2017.104), (https://rb.gy/vbwgxa).  

Desde otra perspectiva y  bajo una concepción clara de bioética, la  lucha por la justicia social y la reafirmación del ser humano como social por naturaleza, la profesora Catherine Bliss precisa que los tests de DNA omiten las razones  por las cuales los estudiantes tienen éxitos o fracasos escolares: la buena nutrición, el  apoyo en el hogar, el acceso a cuidados de salud y la educación marcan diferencias grandes en lo que ellos hacen y pueden hacer. Agrega que el desarrollo  de predicciones de IQ basado en análisis de DNA requerirá cuidadosas consideraciones éticas  por los gobiernos, los legisladores, la sociedad en general y, en particular, por  los padres de familia y los maestros. (https://rb.gy/06x1gg).  

Consideraciones que deberán hacerse mucho antes de que algunos colegios, esos con clara orientación empresarial más que educativa, ofrezcan esos análisis, los empleen en sus criterios de admisión y aseguren que promoverán un mayor progreso de los alumnos y éxito asegurado en la vida social y laboral.