Un androide puede reemplazar a un docente, pero no a un maestro.
Hoy la inteligencia artificial no es ficción es realidad pura y le queda muy poco de artificial. Mejor adjetivación sería inteligencia robotizada.
Se aprende con el cerebro. También hay máquinas que aprenden creadas por el cerebro humano. En los desarrollos de tecnologías digitales se han creado, por similitud con nuestro cerebro, redes neuronales capaces de simular procesos del pensamiento humano, resolver problemas y tomar decisiones.
El pensamiento divergente es la base de la inteligencia y condición necesaria para el progreso tecnológico, artístico, literario y cultural. En el Silicon Valley algunos pocos adolescentes en los años 80 y 90 del siglo pasado, con muy pocos dólares, en garajes desarrollaron los primeros “start ups” (emprendimiento digitales con baja inversión inicial y altos rendimientos económicos) que consolidaron la tercera revolución industrial y en este siglo contribuyeron a la creación de la cuarta con reconocidos efectos sobre el curso de la civilización, la sociedad, la economía, la política, el arte, la cultura y en los modos de socializarnos. Muchos casos superaron la obliteración que la educación formal hacía de sus posibilidades de creación, demostrando para todos que el pensamiento divergente y creativo es abundante entre los más jóvenes, en escuelas y colegios y entre universitarios. Tal vez muchos sólo van a requerir un pequeño garaje para detonar y cultivar su genio, en los más variados campos, que cada uno trajo consigo a este mundo. Esas inteligencias también sentaron las bases para el desarrollo de robots de alta complejidad y de la inteligencia artificial. (Lea la columna).
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