
Por Darío Ruiz Gómez
De repente irrumpe en la carretera destinada al tráfico de automóviles, vehículos de carga de medio tonelaje, la desafiante presencia de una descomunal tractomula y la primera vez que la vimos imaginamos que era un conductor despistado que no había encontrado la salida a la autopista a Bogotá, pero no, las tractomulas circulan impunemente por las carreteras de Oriente sin que aparezca un guardia de carreteras y las sancione.
Así que el deterioro de las vías en Oriente es por desgracia algo que se constata como por ejemplo con la muerte de una mujer atropellada descaradamente por uno de estos mastodontes a los cuales, como causante directos de este rápido deterioro debemos sumar ese peligrosísimo vehículo que son las volquetas cargadas de material de construcción y a cuyo paso se deben someter pacientemente los conductores de automóviles que vienen a Medellín a trabajar y por la tarde regresan a sus hogares señalando contundentemente el cambio de área rural a área urbana y lo que este cambio que nunca ha sido estudiado a fondo por las oficinas de Planeación Municipal, está causando con la concesión a la brava de licencias de construcción a infinidad de inmobiliarias y sobre todo lo que es alarmante a vendedores de lotes.
A través de muchos artículos resultados de estudios realizados desde el Centro de Investigaciones de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional y de mis estudios y conocimiento del Urbanismo cuando hace diez años comenzó la primera explosión urbanística de la región de Oriente se señaló la necesidad urgente de hacer un Plan de Ordenamiento Territorial que determinara el concepto de Región y los cambio de uso del suelo.
El resultado de esta improvisación aún salta a la vista con Centros Comerciales que se quedaron a mitad de su destino, obras insulares flotando entre vacíos carentes de significado y lo peor de esa legislación, la norma de uso mixto para las distintas vías lo que supuso la invasión irracional de talleres de mecánica, regueros de venta de material tal como a tiempo lo advertimos.
Ventas de empanadas en lugares hechizos o sea que donde antes se construyó un orden, una línea de paisaje aterrizó la agresión de la fealdad gracias a una norma torpe que olvidó la legislación ya existente desde hace más de un siglo sobre el paisaje a proteger, sobre la escala de las edificaciones y los retiros respecto a quebradas, acerca de la conservación de las hondonadas.
El fracaso del rescate de las aguas y de la obra paisajística sobre el río Negro dan testimonio de la inoperancia de Cornare, atenta al parecer solamente a restringir las áreas de reserva y a expandir, caso de los cerros tutelares de La Ceja, las áreas para los improvisados constructores, dando la idea de que legalmente todo es urbanizable, un barranco, una glorieta, una quebrada, de que cualquier pico de cerro o de montaña puede ser cortado propiciando un incalculable pero previsible desestabilización del suelo.
La primera norma para construir en un territorio exige universalmente que primero es necesario urbanizar este territorio para que el equilibrio del medio ambiental no sea agredido. En lugar de territorio estamos hablando de desterritorialización, no de urbanizar si no de desurbanizar, no de una necesaria área metropolitana sino de la invasión de la tugurización camuflada, del caos.
Con el dinero de los contribuyentes se están pagando, además, esas obras de infraestructura vial que los urbanizadores deben pagar. ¿Estamos?
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