24 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La Democracia: Bloqueada, enferma, con cuidados de salud y en confinamiento forzado

Por Enrique E. Batista J., Ph. D.

https://paideianueva.blogspot.com/

«La democracia necesita de la virtud, si no quiere ir contra todo lo que pretende defender y estimular». – Juan Pablo II. 

Ha publicado The Economist Intelligence Unit el «Índice de la Democracia 2020», subtitulado ¿La democracia enferma o saludable? El informe se centró en el impacto del coronavirus en la democracia y la libertad, las restricciones a las libertades civiles, el aumento de la intolerancia y la censura a la opinión disidente. La pandemia ha expuesto carencias, déficits y debilidades de la democracia, pero no explica de por sí el debilitamiento progresivo que ya venía teniendo en el mundo, aunque sí ha agudizado dicha tendencia. Con referencia al primer Índice en 2010 ella se ha deteriorado en todas las regiones del mundo, aunque el compromiso popular con la política ha aumentado. En 2020 la mayor parte de los países, 116 de 167 (cerca del 70%), bajaron en su clasificación democrática con respecto a 2019. Algunos regímenes autoritarios han aprovechado la emergencia sanitaria para potenciar sus poderes y fortalecer sus posiciones antidemocráticas. (El lector encuentra el informe aquí: https://rb.gy/qrhg7x). 

Se reconoce que la democracia durante la pandemia del coronavirus ha sido afectada de manera negativa, que muchos gobiernos han tomado la oportunidad para prescindir de atributos que son esenciales en una sociedad y gobierno democráticos. Si bien alrededor del mundo muchos ciudadanos han aceptado limitaciones a las libertades como un mecanismo para enfrentar la crisis pandémica y sus diversos efectos sociales, sanitarios y económicos, se ha podido, sin embargo, configurar un retroceso perdurable en el tiempo en la vida de las democracias. Por eso, se ha dicho que la democracia ha entrado en confinamiento y en un encierro forzoso que puede ser prolongado en el tiempo. Requerirá ella, por el bien de todos, cuidados intensivos. 

Al realizar una caracterización de la democracia se encuentra que el término ha sido usado a su amaño y conveniencia por distintas organizaciones y gobiernos que  no son democráticos. La democracia se asocia  a libertad, igualdad, inclusión, deberes y derechos (entre ellos los derechos humanos y los de las minorías), elecciones libres, justas, competitivas y trasparentes, pluralismo  y vigencia de partidos políticos, independencia de los poderes públicos con un sistema de balances, controles y contrapesos en los poderes del Estado, independencia y diversidad de los medios de comunicación, libertad de expresión, de reunión y de religión, sociedad civil fortalecida y rendición de cuentas con  transparencia y control social. (https://freedomhouse.org/). Aristóteles afirmó bien que la democracia surge del principio de que sí los hombres son iguales en cualquier respecto, los son en todos, y Octavio Paz con precisión destacó que sin democracia la libertad es una quimera. 

Así mismo, son características de los países democráticos: La presencia funcional de mecanismos  operativos de participación ciudadana, existencia de normas que protegen a los ciudadanos y a  la sociedad, participación efectiva de los ciudadanos en las decisiones que los afectan, garantías para el disfrute de los derechos fundamentales, seguridad de la propiedad personal y colectiva, acceso a la justicia, presencia de órganos de control independientes, vigencia plena del debido proceso y existencia, entre otros, de una cultura de la legalidad. La democracia se manifiesta en la construcción del Estado Social de Derecho, como una conquista universal de la humanidad para el bien común. 

La organización Freedom House en su informe especial de 2020 («La Democracia Bajo Bloqueo»), ha resaltadoque desde que empezó el brote del coronavirus se ha deteriorado la condición de la democracia y de los derechos humanos en 80 países. Se han agudizado los 14 años consecutivos de disminución constante de la libertad, siendo el problema más agudo en aquellos ámbitos en los que la democracia es débil, como en los Estados altamente represivos y con muy débiles salvaguardias contra el abuso de poder. (Se puede bajar el informe aquí: https://rb.gy/5y7vcd).  

El Índice de la Democracia de The Economist Intelligence Unit se basa en cinco categorías: 1. Proceso electoral y pluralismo, 2. Libertades civiles, 3. Funcionamiento del gobierno, 4. Participación política y 5. Cultura política. En 2020 se calculó para 165 países y dos territorios, clasificando sus respectivas organizaciones políticas en una escala de 1 a 10 como: 

Democracia Plena (puntuación mayor a 8.2) que corresponde a países con pocas limitaciones al funcionamiento de la democracia. Ejemplos: Noruega, Islandia, Suecia, Nueva Zelandia, Canadá, Costa Rica y Uruguay. Democracia Defectuosa(puntuación mayor a 6 y menor que 8.3),que atañe a países con elecciones libres y justas e, incluso si hay problemas (como infracciones a la libertad de los medios de comunicación), se respetan las libertades civiles básicas. Aquí están países como Francia, Estados Unidos, Colombia, Italia, Argentina, Brasil y México. 

Régimen Híbrido (valor mayor a 4 y menor que 6).Las elecciones tienen importantes y visibles irregularidades que a menudo les impiden ser libres y justas. La presión del gobierno sobre los partidos y candidatos de la oposición es común; la corrupción tiende a estar generalizada; tanto el Estado de Derecho como la sociedad civil son débiles. Hay hostigamiento y presión sobre los periodistas y el poder judicial no es independiente. Están aquí países como Ucrania, Bolivia, Turquía, El Salvador, Haití y Nigeria.  Régimen Autoritario (valor de 4 o menor); en estos países el pluralismo político está ausente o es muy limitado; hay represión ante las críticas al gobierno y censura generalizada; no existe un poder judicial independiente. Ejemplos: Kuwait, Cuba, Vietnam, Nicaragua, Rusia, y Venezuela.  

El Índice global, para todos los países fue de 5.37. Por regiones fue así (índice de democracia de 1 a 10 entre paréntesis): Norte América (8.58), Europa Occidental (8.29), América Latina (6.09), Asia & Australasia (5.62), Europa del Este (5.36), África Subsahariana (4.16) y Medio Oriente y Norte de África (3.44).  

En cuanto a América Latina, su Índice ha decrecido en los últimos años principalmente por bajas en las categorías de procesos electorales, pluralismo, libertades civiles, funcionamiento e insatisfacción con los gobiernos y con los sistemas políticos, corrupción, violencia y desconfianza en las instituciones políticas. 

Con el índice de democracia y puesto en el mundo entre paréntesis la clasificación de los 10 primeros países en América Latina fue así: Uruguay (8.61; 15), Chile (8.28; 17), Costa Rica (8.16; 18). Estos tres clasificados como «Democracias Plenas». Panamá (7.18; 40), Trinidad y Tobago (7.16; 41), Jamaica (7.13; 42), Colombia (7.04; 46), Argentina (6.95; 48), Brasil (6.92; 49) y Surinam (6.82; 51).  Esos siete  fueron clasificados como «Democracias Defectuosas»; en esta misma categoría están Perú, República Dominicana, Paraguay, Ecuador, México y Guyana.  

Países como El Salvador, Honduras, Haití, Guatemala y Bolivia fueron clasificados como «Democracias Híbridas».  En los últimos puestos estuvieron Nicaragua (3.60; 120), Cuba (2.84; 140) y Venezuela (2.76; 143) categorizados como países con «Regímenes Autoritarios». 

Ante una democracia bajo bloqueo, en confinamiento y cuidados intensivos es necesario formular y poner en marcha estrategias sólidas de formación cívica, ciudadana y ética para todos en la nación, tanto en las escuelas como en cada uno de los ámbitos de la vida cotidiana. Es menester que por medio de la amplia participación ciudadana alcancemos de consuno el fortalecimiento del Estado Social de Derecho, el conocimiento pleno de derechos y deberes, y formar alianzas permanentes contra la corrupción. La meta y el ineludible deber que tenemos como ciudadanos es la construcción y mantenimiento de una democracia participativa donde la ética y la moral, con sus principios rectores universales, tengan vigencia y marquen el camino del comportamiento ciudadano frente a todos los riesgos que obnubilan el futuro de las democracias.