9 octubre, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La culpa es del balón 

Por Claudia Posada 

Violencia en un estadio de fútbol: Ha pasado y seguirá pasando en el Atanasio Girardot, al igual que en otros escenarios para encuentros futboleros del mundo en los que hacen presencia las barras de los equipos que se enfrentan. Lo explican en tratados de psicología de masas, lo mismo que en un sinnúmero de presentaciones de expertos que van desde la historia del “hooliganismo”, hasta la creación de estrategias para enfrentar la agresividad de las barras bravas. Consecuentes con el problema de la violencia en los estadios, manifestada en hechos vandálicos repetidos, se emprendieron acciones tan concretas como la Ley 1270 de 2009 que creó la Comisión Nacional de Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol, y de ésta colgaron la hija del mismo nombre para el nivel local. Con ese rimbombante bautizo (resaltado en negrilla) cualquiera diría que, si bien no pretendemos que desde su nacimiento ya quedara resuelto todo lo relacionado con el disfrute pleno de los espectáculos futboleros en los estadios colombianos, sí, por lo menos, se cree que tendríamos un grupo de personas versadas en el asunto puesto en sus manos, quienes desde sus distintas áreas del conocimiento, por su idoneidad, aportarían al direccionamiento traducido en las directrices impartidas; las mismas que son requeridas para el buen desenvolvimiento de los encuentros futuros,  a partir de ese momento. 

Vale hoy recordar la difusión que hizo el Comité Olímpico Colombiano (COC) a mediados del año pasado -justamente a raíz de actos vandálicos sucedidos por esos días en diferentes estadios colombianos- al publicar los escritos del Comunicador Social William Ricardo Zambrano, quien, con el título La mala influencia del pendenciero Edward Hooligansen alguno de los párrafos de la parte 1, cuenta: “Por la mente de Edward Hooligan, según los historiadores, jamás pasó la idea de que su comportamiento fuera el punto de partida de las barras bravas, que a través de individuos vestidos de manera estrafalaria, con cortes salidos de la realidad, calzados con botas militares y pintados hasta el cuello, se convirtieran hace 65 años en sinónimo de terror, pánico y miedo dentro y fuera de los estadios de fútbol. Edward Hooligan era un personaje del sudeste londinense, que por allá en 1877 se caracterizó por ser un borrachín, perezoso, poco amante del trabajo y protagonista de las escasas peleas que existían en la capital inglesa”. Ese fue el ayer y hay que conocerlo. Hoy en día, el problema es clarísimo. Cómo se comportan las barras en los estadios, lo fácil que se les hace “prender la mecha” de los disturbios, lo complicado del control cuando los ánimos arden; lo que obliga una planificación estricta y de impecable cumplimiento por parte de los grupos responsables de cada una de las actividades encomendadas, entre las que, sin duda alguna, se debe atender con la mayor responsabilidad y suma coordinación, lo correspondiente al ingreso de los hinchas al estadio.  

Por eso suena tan absurdo -y esto sí que es absurdo señor alcalde de Medellín Federico Gutiérrez- que no haya respuesta oportuna, concreta, clara y precisa a los interrogantes del porqué no hay – no hubo- requisas minuciosas a todos los hinchas para ingresar al Atanasio Girardot, cuando entraron todo tipo de armas corto punzantes y hasta machetes. En la ley mencionada, miremos los Artículos 2°, 3° y 4°: “Artículo 2° Instancias competentes. La prevención de la violencia y la promoción de la seguridad, comodidad y convivencia en el fútbol es una responsabilidad del Estado, a través de las autoridades nacionales, departamentales y municipales, de los organizadores del fútbol, por conducto de la Federación Colombiana de Fútbol, Colfútbol, la División Mayor del Fútbol, Dimayor, la División Aficionada del Fútbol, Difútbol, de las barras, de los aficionados, de los medios de comunicación, así como de aquellos que de cualquier forma, promuevan, organicen, coordinen o participen de los eventos deportivos. Artículo 3°. De la seguridad, comodidad y convivencia. Los clubes organizadores de los partidos y las instituciones administradoras, propietarias o encargadas de los estadios, en coordinación con las autoridades pertinentes, deben garantizar condiciones de seguridad y comodidad para los asistentes a los eventos deportivos, así como promover la convivencia entre los diferentes actores que participan del evento de fútbol, de acuerdo con los lineamientos y directrices que se emitan por la Comisión Nacional de Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol y las autoridades competentes. Artículo 4°. De la aplicación. La Comisión Nacional de Seguridad, Comodidad y Convivencia en el fútbol y las comisiones locales de cada ciudad deben desarrollar estrategias que permitan el efectivo cumplimiento de este decreto, de acuerdo con las competencias establecidas en la Ley 1270 de 2009”.

¿Acaso la Ley les es desconocida como tantísimas otras? ¿Acaso los burócratas detrás de los jefes superiores, están tan ocupados como ellos en activismo político prematuro y soterrado, tanto que olvidan los deberes? ¿O en que andan todos? De lo sucedido en Medellín en desarrollo del encuentro Nacional –Junior parece que la culpa es del balón.