17 octubre, 2025

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La COP29, otra desilusión

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Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López 

La vigésima novena Conferencia de las Partes de la ONU sobre Cambio Climático- COP29, que se celebró en Bakú, capital de Azerbaiyán, en noviembre de 2024, significó una nueva desilusión para los países del mundo no desarrollado, los más afectados por el cambio climático (CC). 

En dos semanas de intensas negociaciones sólo se logró un acuerdo genérico para la lucha contra el CC, consistente en movilizar en total recursos públicos y privados hacia los países no desarrollado por 1,3 billones de dólares para 2035, pero faltó precisar de dónde saldrán estos dineros y la cuantía que deben aportar los países desarrollados, para ayudar a los estados con menos recursos a enfrentar los desastres, en su mayor parte ocasionados por el desbordado consumismo de los países industrializados.  

Las naciones más ricas, según lo acordado en la COP29, deberían llegar a aportar 300.000 millones de dólares anuales para 2035, lo que supondría multiplicar por tres la meta acordada en 2023 en la COP28 de Dubái.  A pesar del incremento, la nueva cantidad que se ha comprometido está muy por debajo de las urgencias reales que tienen los países más afectados por el cambio climático.  

La COP29 tampoco logró precisar un mensaje claro y contundente sobre la urgencia de reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y en especial sobre el abandono de los combustibles fósiles. La presión de los países petroleros, encabezados por Arabia Saudita, logró que en la COP29 nada se avanzara en este propósito. Esto a pesar de que la COP28 de Dubái en el 2023, se había logrado, por primera vez en más de 30 años, una mención directa sobre la necesidad de dejar atrás los combustibles fósiles,  

Por otro aspecto, el documento final de la COP29 ignora el vínculo entre los efectos del CC y las otras múltiples crisis, en especial la crisis humanitaria que sufren los países del tercer mundo, que están siendo gravemente afectados por la degradación ambiental, aumento de las hambrunas, enfermedades, desplazamientos poblacionales y pobreza multidimensional. Es por eso por lo que para los países más vulnerables es tan urgente el acceso a los fondos de mitigación y adaptación al CC.  

El creciente número de fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el CC, tales como las sequías, las inundaciones y las olas de calor afectan en especial las bases alimentarias de las poblaciones más pobres. Pese a ello, en lo relativo a la alimentación y la agricultura la COP29 no logró establecer ningún nuevo compromiso vinculante para una transformación, socialmente justa y sostenible de los sistemas alimentarios, que situé en el centro a los pequeños agricultores y el derecho a una alimentación adecuada. 

Lo que si se debe reconocer es que, en la COP29 se lanzó la llamada Iniciativa Climática Armonía de Bakú, liderada por la presidencia de la conferencia con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), iniciativa que tiene la finalidad de catalizar y acelerar la transformación de la agricultura y de los sistemas alimentarios para 2030, en favor de las personas, el clima y los ecosistemas. Esta iniciativa se centra en la contribución de los agricultores a la mitigación y adaptación al cambio climático, pero no incluye ni pasos ni compromisos concretos de cómo hacerlo. Por lo tanto, más allá de los documentos y discursos grandilocuentes, hay que tener claro que mientras las voces de las comunidades más afectadas no sean verdaderamente escuchadas e incluidas en las negociaciones sobre el clima, no se logrará una transformación real tan necesaria en este campo.  

El cambio climático no es un problema del futuro y de los países no desarrollados. Miremos, no más, la reciente catástrofe de la provincia de Valencia en España, arrasada por avenidas torrenciales (la denominada Dana) o a California en llamas por causa de los incendios forestales. Ningún país está a salvo: todos los estados, desarrollados y no desarrollados, deben ser conscientes que por sí solos no pueden encontrar soluciones. Las amenazas climáticas deben enfrenarse, de manera urgente, en el presente, porque afectan a los territorios más vulnerables en todo el mundo con sequías, incendios devastadores, inundaciones cada vez más frecuentes, huracanes cada vez más destructivos, el deshielo de los casquetes polares y glaciares, con el consecuente aumento del nivel de los mares, epidemias y pandemias, pero, sobre todo, por la pérdida de cosechas, causante de hambrunas.  

En suma, la COP29 dejó pasar una gran oportunidad para comenzar a actuar en serio con transformaciones reales que eviten, o siquiera mitiguen, la anunciada catástrofe planetaria. Ante la poca efectividad de las anuales conferencias de la ONU sobre el CC, sólo nos queda fortalecer los vínculos de cooperación de todos, comprometidos en acciones que mitiguen los impactos sobre los ecosistemas, empezando por la reducción del consumo de productos provenientes de procesos incompatibles con la preservación de los bienes naturales, en especial aquellos que para su producción demandan altos niveles de energía.