
Por Claudia Posada
Como suele suceder en Colombia, todo lo que tenga que ver con darle “garrote” al presidente Gustavo Petro, produce júbilo en dirigentes y figuras públicas que conocemos como de oposición; también entre ciudadanos que no están nada contentos con su mandato y desde luego entre quienes no comulgan con las doctrinas enmarcadas en el llamado progresismo; es decir, para sintonizarse con el gobernante de los colombianos hay que simpatizar con los procesos de inclusión social, rechazar la discriminación e igualmente rechazar lo que él considera perteneciente a las políticas neoliberales. En cambio, identificarse con las tesis o doctrinas filosóficas y económicas de la socialdemocracia y del socioliberalismo, clasifica en el progresismo. La reciente decisión del Consejo de Estado al ordenarle no volver a transmitir sus Consejos de Ministros por los canales privados, para sus contrarios fue darle “garrote merecido” pues se le negó el objetivo de meterse en los hogares en horario de alta audiencia y en canales tanto privados como públicos, pero lo cierto es que no debería entenderse así una decisión del alto tribunal; más bien el “garrote” se lo están dando quienes reaccionaron a dicha exigencia, con las mismas y frecuentes expresiones de maltrato verbal poco edificantes; y aunque crean que no es así, tan irrespetuosas frases para la autoridad que encarna éste como cualquier gobernante, máxime si ejerce en democracia, no es para nada admirable, particularmente en precandidatos y candidatos a reemplazarlo desdice mucho el manifestarse en términos despectivos e innecesarios. Nos los podemos imaginar de gobernantes.
Quienes se propusieron dividir a los colombianos entre buenos y malos, entre cultos y mamertos, entre uribistas y petristas, entre los de derecha y los comunistas, de alguna manera lo lograron y flaco favor le hicieron al país pues esas etiquetas impiden el razonamiento que ilumina alejándonos de los extremos. El fallo del alto tribunal hay que respetarlo, si, aunque no compartimos lo que respecta a una parte del siguiente párrafo: “La Sala ordenará al presidente de la República, al Departamento Administrativo de la Presidencia de la República (DAPRE) y a la CRC, que no se reincida en la conducta vulneradora del derecho a la información y, por lo tanto, en términos generales, no se transmitan más los consejos de ministros a través de canales privados de televisión, del canal Uno, ni en los canales locales, regionales y comunitarios de televisión abierta”; esa parte que dice “que no se reincida en la conducta vulneradora del derecho a la información y…” es la que vemos de alguna manera contradictoria, precisamente, en la obligación que corresponde a las dependencias gubernamentales de mantener informados a los ciudadanos, respondiendo al derecho de estar informados pudiendo acceder a la información pública, lo que se considera fundamental y está consagrado en la Constitución Política.
Creo que todo mandatario quiere convertir tal derecho y dicha obligación, en el ejercicio comunicacional permanente que lo acerque a sus gobernados. De todas maneras, es mejor conciliar intereses que entrar en polémicas; así las cosas y para no acrecentar peores malestares de los ya bastantes entre gobierno y medios de comunicación, lo razonable es que el señor presidente no entre en más controversias y asuma que los canales de la televisión pública serán su puente para llevar la divulgación masiva a los colombianos que quieran enterarse a través de las fuentes directas -presidente y ministros- de cómo se está ejerciendo el mandato que se le encomendó a Gustavo Petro, y éste, qué orientaciones está dando a sus ministros. La organización y el funcionamiento de los distintos ministerios y su incidencia en las diferentes dependencias de la administración nacional, se percibe sin duda de la mejor manera, viendo las trasmisiones de reuniones ministeriales con el presidente. Aunque estos espacios televisivos son rechazados de plano por muchos, deberíamos considerarlos convenientes; también es cierto que se prestan para tergiversaciones lo mismo que a comentarios en favor o en contra de tal o cual ministro y desde luego sobre el propio presidente, pero ente esas reacciones no podemos responder con argumentos serios para controvertir o reafirmar si no aprovechamos directamente las transmisiones, así que otros opinarán por nosotros o manipularán los contenidos.
Para llevar a efecto con eficacia, una reunión de trabajo con las características de una consejo de ministros que se transmite al país por televisión, el presidente Petro no es el mejor comunicador: alarga y desvía lo esencial porque se va yendo al ámbito de lo histórico, vuela hacia otros escenarios, recita frases célebres y hasta poesía, recurre a figuras literarias…en fin, tiene tanta información y conocimientos en su cabeza que de cada intervención resulta una extensa narrativa; esto es bueno en discursos ante concurrencias que pertenecen a las altas esferas internacionales, pero los consejos de ministros deberían ser ordenados y concretos; y como se dice que él es “muy llevado de su parecer”, ni modo que sus colaboradores del área comunicacional le den recomendaciones para hacer más agiles las sesiones con sus ministros. Cabe decir que, por regla general, a los políticos les encanta tener asesores para todo -los que, además, si son pagados por cuenta de las arcas del Estado para ellos mejor- pero finalmente dicen o hacen lo que se les antoja.
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