19 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

La baba de las bestias

Dario Ruiz

Por Darío Ruiz Gómez

Una de las estrategias del populismo es crear confusiones semánticas respecto a su verdadera filiación política. ¿Cómo llamar militantes de la izquierda histórica y democrática a esos enjambres de babeantes hinchas, de forofos desmadrados que lloraban abrazados por la muerte de su Dios Maradona un hombrecito malcriado, metido más de una vez en Nápoles en malos pasos, defensor de los Castro, de Chávez, de Maduro? El genuino populismo como el de la Italia del fascismo, como desde la aparición en la escena pública de Argentina lo escenificó Juan Domingo Perón, guarda en su raíz, la negación de lo noble e impulsa el más aberrante telurismo que se esconde en las profundidades de lo que ha sido reprimido hasta convertir al ciudadano en lo más manipulable: un fanático.  Por eso precisamente el peronismo fabrica una imagen manipulable del obrero mostrándolo como el descamisado sublime, el indio frente a las castas blancas imperialistas, atacando la belleza, lo aristocrático y hoy a los “ricos” a nombre de la baba del violento que ha perdido ya sus vínculos con el grupo social al cual perteneció e idiotizado por la prevalencia del odio es una masa informe. Recuérdese los rituales esotéricos de López Rega. Lo que debió ser la construcción política de la clase obrera se convirtió mediante la aparición de fuertes Sindicatos y de agresivos dirigentes sindicales con sus grupos de matones como fuerzas de choque, en una masa movida al antojo por sus dirigentes que mientras los ya descamisados se hundían en una estremecedora miseria, ellos se han convertido en una élite de desapacibles nuevos ricos. En un esclarecedor análisis sobre el Fútbol como alienación  Juan José Sebreli predijo desde hace cuarenta  años lo que el fenómeno de la alienación – o sea pérdida de la consciencia individual- respecto al fútbol supondría en la sociedad argentina: ocupar el vacío dejado por la desaparición de la escala de valores morales con el espectáculo de masas en que un juego nacido en los potreros urbanos –aquellos  que Borocotó inmortalizó en sus crónicas-  ha sido manipulado hasta convertirlo en un espectáculo de masas tal como también lo vemos hoy en la mayoría de las sociedades europeas. Verdaderamente el Homo Ludens tal como lo describe Huizinga es quién simplemente juega por jugar y en este juego libre de imposiciones se descubre a sí mismo.

Borges fue perseguido por el peronismo por el “delito” de no “escribir para el pueblo”, de ser un “individualista”. Fue incluso castigado enviándolo a trabajar a la modesta biblioteca de un barrio de las periferias donde respondiendo silenciosamente a esta tiranía de los ignorantes fue creando su obra prodigiosa. Se lo acusó de anti-argentino, se logró que se le negara el Nobel y hoy por encima de la farsa del populismo de los Fernández y Kirchner, de la persecución contra el pensamiento libre y la cultura esta obra y esta palabra nos recuerdan que, frente a la baba del populismo, el espíritu se acrisola y fortifica en esa soledad sonora de que nos habla San Juan de la Cruz.