Por Iván de J. Guzmán López
El pasado 18 de julio de 2018, el mundo celebró 100 años del natalicio de una de las grandes figuras de la historia, Nelson Rolihlahla Mandela, quien nació en Sudáfrica, país donde le denegaron sus derechos a causa del color de su piel. Mandela fue un abogado, activista contra el apartheid, político y filántropo sudafricano que presidió el gobierno de su país de 1994 a 1999. Fue el primer mandatario de raza negra que encabezó el poder ejecutivo, y el primero en resultar elegido por sufragio universal en su país. Su fallecimiento -leo en la confiable Wikipedia-, ocurrió el 5 de diciembre de 2013, en Houghton Estate, Johannesburgo, Sudáfrica. Madiba (como le apodaban y recuerdan cariñosamente sus compatriotas y amigos), dedicó la mayor parte de su vida a luchar contra el apartheid y en pro de una Sudáfrica regida por la integración, la bondad y la tolerancia.
El 7 de marzo de 2018, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, en un acto especial celebrado en Ginebra, durante el periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos para honrar el centenario y el legado de Mandela, declaró: Mandela figura entre los grandes adalides de derechos humanos de nuestra época”. Y agregó: “En el mundo entero, la horrenda injusticia del prejuicio racial y otras formas de fanatismo humillan y ponen en peligro a millones de personas. Algunos dirigentes fomentan deliberadamente la intolerancia con el fin de promover sus ambiciones personales”.
Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores de Angola, Manuel Domingos Augusto, en esa oportunidad, reveló que “él había sido uno de los primeros funcionarios africanos que tuvo el privilegio de colaborar con Mandela. En 1992, las Naciones Unidas habían elegido a Angola para que prestara asistencia a Sudáfrica en el proceso de salida del sistema de apartheid”. El señor Augusto señaló que la visión de Mandela estaba basada en el “Ubuntu”, un concepto bien conocido en África, que expresa el deber de apoyarse mutuamente y que podría traducirse como “yo soy porque nosotros somos”.
Y agregó una lección para el mundo entero, no aprendida por muchos: “La tolerancia aumenta nuestra estatura moral, no la disminuye; la aceptación de la diversidad que (Mandela) demostró, nos brindó una lección muy honda, a saber: que al liberar a los africanos, también liberó a sus opresores. Esta enseñanza tiene un sentido muy profundo para muchos lugares del mundo donde hoy prevalecen el conflicto y el sufrimiento humano”.
Estas notas se me ocurrieron desde el 30 de agosto de 2024, cuando, en plena posesión de Iris Marín como la nueva defensora del Pueblo, el presidente Petro, en una salida llena de vergüenza y vileza, trató al presidente de la Corte Suprema de Justicia, Gerson Chaverra Castro, de “negro conservador”, con una carga semiótica llena de segregacionismo y odio hacia un color político.“Poco entiendo de por qué los hombres negros puedan ser conservadores”, dijo, en un señalamiento absolutamente impensado para un hombre que se diga presidente de un país, cuya tarea es unir; jamás, dividir.
Al respecto, el colega José Manuel Acevedo, en su columna de opinión del periódico El Tiempo (09 de septiembre 2024), escribió de manera crítica sobre Petro en el primer párrafo, y de forma bella y justa sobre Chaverra, en los siguientes:
“Aunque no fue claro en lo que dijo en la más deshilvanada y torpe de sus intervenciones, el primer mandatario esbozó lo siguiente: “La Corte Suprema de Justicia, en la presidencia de un hombre negro que hoy tiene esa corporación, el magistrado Chaverra, conservador él, poco afín a mis ideas, creo (…), hace que poco entienda de por qué los hombres negros pueden ser conservadores”.
Recuerdo que recién posesionado como presidente de la Corte, entrevisté al magistrado Gerson y en ese diálogo me contó que había sido juez en Riosucio, Bahía Solano, Istmina, Tadó, Quibdó y Bogotá. Impartió justicia en todas las subregiones del Chocó y, por lo mismo, nadie conoce como él eso que llamamos ahora la Colombia profunda. Hizo toda la carrera, desde ser sustanciador en un juzgado hasta pasar por un tribunal y llegar a la Corte, sin recursos, sin palancas y mientras estudiaba en la Universidad Autónoma, y cuando se bajaba de la buseta en la décima con 12 pensaba que algún día, quizá, en un país sin oportunidades y profundamente desigual, pudiera ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia.
El día llegó, y aunque su mamá, Rita Manuela Castro de Chaverra, que lo sacó adelante con mucho esfuerzo, no estuvo viva para ver a Gerson convertirse en lo que es, seguro habría estado muy orgullosa de que ese “negro conservador”, como le dice el presidente Petro, esté dando lecciones de vida e inspirando a otros en sus funciones de presidente de la Corte Suprema de Justicia”.
Después volvimos a ver al presidente de la Corte Suprema, Gerson Chaverra Castro, en una magnífica entrevista concedida al colega Yamid Amat, donde vimos y escuchamos a un hombre sabio, sencillo, estudioso, lleno de grandeza para cualquier sociedad, cuyo ciclo vital, académico y profesional solo produce respeto, admiración y cariño.
Fue tal la afrenta, la injuria propinada (por el propio Presidente de la República) a uno de nuestros juristas más respetados, que la Corte Suprema de Justicia, en su sala plena, acordó expresar su rechazo contundente ante los ataques y comentarios ofensivos del presidente Gustavo Petro hacia Gerson Chaverra, Presidente de la corporación. Organizaciones afros, exmagistrados, congresistas, periodistas, empresarios, partidos políticos, gremios en general y un importante sector de la Justicia, rechazaron la declaración del presidente Petro, calificando al presidente de la Corte Suprema como “negro conservador”.
La ofensa a los negros de este país; el señalamiento que segrega quién es liberal, conservador, Verde, amarillo o progre, en virtud del color de su piel, es regresivo y nos devuelve 100 años atrás, a la peor época del apartheid, recordando que, por extensión, con este calificativo se denomina a cualquier tipo de diferenciación social dentro del contexto de una nación, mediante la cual un sector de la población tiene plenos derechos y otro sector se relega a un estatus de marginalidad.
A este ataque, le sumamos otros, a la prensa, por ejemplo. A quienes gritan en los estadios de Colombia y el mundo “fuera Petro”, los denominó “asesinos”. Recordemos que el presidente Petro ha sido reconvenido en diversas ocasiones por comentarios y críticas directas hacia el poder judicial, y hoy son virulentos sus ataques al Consejo de Estado, al Concejo Nacional Electoral, CNE, y en el pasado, contra la Fiscalía y la Corte Constitucional.
Los 27 años que pasó aislado en la prisión -decía un humanista sobre Nelson Mandela-, no le apartaron de ese objetivo y en 1990 recibió su puesta en libertad sin amargura ni afán de venganza contra sus carceleros. Por el contrario, Mandela desempeñó una función decisiva en la consolidación en su país como una ‘nación arcoiris’ y su pensamiento inspiró a las masas en el mundo entero.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, en el centenario de Mandela, expresó, como una premonición de lo que ahora ocurre en Colombia:
“En el mundo entero, la horrenda injusticia del prejuicio racial y otras formas de fanatismo humillan y ponen en peligro a millones de personas. Algunos dirigentes fomentan deliberadamente la intolerancia con el fin de promover sus ambiciones personales”.
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