19 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Júpiter: La tragedia animal

Por Orlando Arenas Tamayo

En todas las zonas del planeta se está viviendo un drama con las especies en peligro de extinción, que son todas, mientras la plaga más grande de nuestra naturaleza, el hombre, continúa talando bosques, envenenando atmósfera, ríos y mares, cazando por el gusto de matar y mientras la sociedad y el Estado moderno no prescriban una educación para conservar  la vida, las especies, la diversidad para continuar admirando y conociendo a fondo a los animales que, por algo o por alguien, están sobre la tierra.

El caso de Júpiter, el bello león ya viejo que llevaron a Cali para tratar de curarlo de una enfermedad terminal, conmueve hasta las fibras más íntimas pues devela el maltrato animal en toda su crueldad y la necesidad de que los organismos mundiales tomen nota urgente de las decisiones políticas que hay que implementar para establecer el derecho de todos los animales sobre la tierra.

El Congreso de Colombia, en decisión reciente, declaró a los animales como seres sintientes y esto ya es un avance, pero se necesitan acciones concretas para evitar la desaparición de nuestros felinos, pumas, jaguares y tigrillos, los osos y toda nuestra fauna.  Se han dado acciones legales, y regulaciones para evitar el maltrato de los caballos, por gentes crueles que los cargaban hasta reventarlos, en tareas que finalmente prohibió la ley pero que aún no se implementan en todas las regiones.

Es frecuente el registro de la tortura a los animales como el caso de un estúpido que mató a su perro amarrándolo a su carro para salir a toda velocidad, arrastrándolo hasta su muerte. Criminal estúpido, que finalmente no sabemos si está pagando por su crimen, porque es un crimen, en toda la acepción de la palabra.

Recordé el hermoso poema «EL Malevo», de Argentino Luna y de Jorge Cafrune, en el que se revela la nobleza del mejor amigo del hombre y a un amigo mío, el Dr. Oscar Montoya Betancur quien parece entenderse con los perros, los ama, los trata cariñosamente y los atiende. Yo podría jurar que, a Oscar, ningún perro le ha ladrado siquiera en su vida.

Y, ustedes, deben recordar la soberbia e ignorancia de los anacrónicos príncipes europeos cazando elefantes, sin vergüenza alguna ante la sociedad, por su estupidez y cobardía, con especies que deberíamos conservar con esmero.

No somos los únicos con derechos sobre la tierra y ese derecho natural debemos volverlo legislado para reconocer a las otras especies, su espacio y su hábitat.  Nuestra inteligencia debe conducirnos al respeto por toda forma de vida, a recordar que recibimos en préstamo este planeta y que, si hemos demostrado conciencia ética para asumir el conocimiento de otros mundos sin destruir posibles formas de vida exógenas, no es menos cierto que le debemos a nuestro planeta hogar, una enorme tarea de reingeniería para aprender a convivir, para un nuevo hacer, conocer y ser en la inclusión, en la igualdad y en el respeto a todos los seres vivos que nos rodean.

No hay esperanza sino entendemos lo que está pasando con una sociedad que destruye la naturaleza sin piedad, por razones económicas, como lo denuncian ahora con las quemas de bosques, que no son casuales, sino producto de contubernios de grandes poderes con traficantes de drogas y poderosos intereses, para anexar tierras a sus propósitos nefastos sin respeto ni pudor con la sociedad, el Estado, la vida y el futuro de la tierra, el pequeño y mágico punto azul del que hablaba Carl Sagan.

Yo solo espero que Júpiter haya despertado tanta conciencia liviana y finalmente reaccionemos para que nuestros nietos conozcan vivo al león, el emblemático rey de los animales, ejemplificado en un hermoso felino vencido por los años, la enfermedad y la crueldad, que hoy lloramos al verlo en peligro de desaparecer.