16 abril, 2024

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Juegos Olímpicos: El dominio de los atletas africanos en carreras atléticas desde los 800 metros hasta el maratón

Por Enrique E. Batista J., Ph. D.

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Relata la historia que en el año 490 a. C. el rey Darío I, del imperio persa, intentó conquistar a la ciudad – Estado de Atenas. Esta ciudad enfrentó a los invasores en un paraje conocido como Maratón y allí los derrotó. Un soldado llamado Filípides fue enviado con toda su dotación de guerra y descalzo como mensajero de la noticia; corrió a pie desde Maratón hasta Atenas, una distancia de algo más de 42 kilómetros, portando la buena nueva, la comunicó a todos en el ágora, recibido con júbilo, exhausto cayó muerto. De ahí surgió la carrera atlética denominada «Maratón» corrida por primera vez en los I Juegos Olímpicos modernos en 1896, precisamente en Atenas. Como dato curioso fue ganado por un atleta de Grecia. Que Filípides haya caído muerto es claramente explicable por el esfuerzo sobrehumano por terrenos nada amigables y por el peso de su armamento. Hoy esta competencia, que se corre sobre una distancia de 42 kilómetros y 195 metros, por las exigencias exageradas al cuerpo humano, debería pertenecer a la categoría de los deportes extremos.  

El maratón en Atenas fue ganado por el griego Spiridon Louis con 2:58:50; el tiempo más lento ha sido el de Thomas Hicks de los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de  San Louis en 1904 con 3:28:53; la actual marca olímpica la tiene Samuel Wanjiru de Kenia con 2:06:32. El tiempo más bajo registrado ha sido el del  keniata Eliud Kipchoge con 2:01:39 en el maratón de Pekín de 2018; entre las mujeres el récord es de Brigid Kosgei, también keniata, con 2:14:24, en el maratón de Chicago de 2019. (Es correcto escribir el o la maratón). 

Desde hace varias décadas los atletas de dos pequeñas y empobrecidas naciones del nororiente de África (Kenia y Etiopía) han dominado las pruebas de atletismo desde los 800, 3000 (planos y steeplechase), 5000 y 10000 metros hasta el maratón. Los atletas de esos dos países han ganado dos tercios de las medallas en los últimos tres Juegos Olímpicos. Buena parte de estos atletas provienen de dos muy pequeños lugares: Rift Valley (Kenia) y Arsi – Shewa (Etiopía) que tienen menos de una décima de uno por ciento de la población mundial.  

Hasta mediados del siglo XX las competencias de 5000, 10000 metros y maratón fueron ganadas, en una proporción cercana al 80 %, por atletas nórdicos y de otros pocos países. En 1960, en los Juegos Olímpicos de Roma, el etíope Abebe Bikila  empezó  a marcar la predominancia africana; ganó  Bikila el maratón ese año y también el de los Juegos Olímpicos  de Tokio de 1964, hazaña que igualó el alemán (del Este) Waldemar Cierpinki  en los Juegos de Montreal  en 1976 y de Moscú en 1980. Las mujeres de Kenia y Etiopía, superadas severas barreras sexistas, matrimonios tempranos y varias formas de exclusión, empezaron a dominar las carreras de largo aliento desde el año 2000.  

Se ha recurrido a una variedad de explicaciones y a muchos intentos de investigación científica para develar tan singular hazaña de estos atletas africanos. (https://rb.gy/d9bk8ghttps://rb.gy/x6xil9https://rb.gy/47jeul).  

Entre las diversas explicaciones avanzadas están: haber nacido y crecido en altitudes bastante elevadas, las distancias que recorren a diario, a pies descalzos, por entre caminos de lodo y piedra para llegar a las escuelas, mientras que al regresar de ellas siguen con otras labores como cultivar, arrear ganado o procurar y cargar agua desde lugares algo distantes de las aldeas. El trajín diario, desde la más temprana niñez, les da fortaleza, resistencia y capacidad de sufrimiento no presentes en otros atletas alrededor del mundo formados en mejores ambientes, gimnasios superdotados y sólido apoyo nutricional, de salud y tecnológico. Se ha anotado también que los misioneros y ejército ingleses promovieron entre ellos el atletismo con énfasis en las largas distancias 

Al crecer sin calzado y sin almohadilla protectora en los pies aprenden a conectarse mejor con el suelo y a moverse de manera más eficiente, ya que el cerebro responde a los sentidos en la planta de los pies. Frecuente es la observación de que al mirar correr a esos atletas africanos se tiene la sensación de que flotan.  

Otras explicaciones apuntan a la predisposición genética y fisiológica que favorece una buena economía/eficiencia biomecánica y metabólica, basada en un favorable somatotipo con características como la estructura de las extremidades inferiores y la ventajosa composición esquelética y de fibra muscular, piernas más largas, torsos más pequeños y flacas extremidades. Su somatotipo muestra características con menos masa para su altura. Son pequeños y livianos, y en altas temperaturas el cuerpo les permite disipar el calor con mayor rapidez. Con menos gramos en pies y tobillos requieren menos energía para mantener un paso rápido.  

Las mencionadas menor masa corporal para su altura, las piernas más largas, tobillos y pantorrillas más delgadas, la longitud del hueso de los tobillos, los torsos más cortos y extremidades más delgadas, constituyen un conjunto de peculiaridades fisiológicas que los vuelve más eficientes como corredores de largas distancias. A esto se agrega la mayor capacidad de convertir ciertas grasas corporales en energía, especialmente en distancias largas, lo que a la vez les facilita un consumo más eficiente de oxígeno. Como crecen en altitud elevada, su organismo produce más células rojas con el consecuente aumento de la cantidad de oxígeno llevada a los músculos, lo cual mejora el desempeño atlético. 

También se ha valorado, como predisposición para la ventaja demostrada, los hábitos nutricionales apoyados en vegetales y dieta alta en carbohidratos y baja en grasa. Realizan, además, un trabajo arduo de preparación focalizado en una sola meta: el triunfo con sus consecuencias monetarias y de reconocimiento nacional y mundial. Se ha indicado también que los atletas de otros países se han vuelto ineficientes y menos aptos para largas distancias.   

A las distintas explicaciones anteriores se ha agregado que ellos llevan en las competencias una ventaja psicológica en la que se ven, y son vistos por los demás, como imbatibles. A esta ventaja psicológica se suma la motivación para alcanzar el éxito económico. Ganar una sola carrera les representa miles de dólares que en sus contextos locales empobrecidos representan valores incuestionablemente altos. El maratón de Dubái otorga US $200.000 al ganador, en las maratones de Chicago, Nueva York y Boston se han pagado US $100.000 al vencedor; está presente el estímulo de US $500.000 a quien rompa el récord mundial; varios de los atletas tienen contratos anuales entre US $50.000 y 100.000 con compañías como Nike y Adidas, una razón muy importante para que ya no corran descalzos. 

El dopaje será en estos tiempos una pregunta infaltable. En efecto, varios atletas de Kenia y Etiopía han fallado las pruebas antidopaje recientemente, hechos que obscurecen la explicación científica del desempeño alto de los atletas de esos dos países. Es evidente que el dopaje de por sí no explica las hazañas de tantos corredores de distancia entre los 800 metros y el maratón. El COI ha hecho requerimientos a los Comités Olímpicos Nacionales de esos países para combatir esta práctica antideportiva, ilegal, dañina para la salud, y contraria al principio del juego limpio.