
Por Eduardo Aristizábal Peláez
La detención del presidente de la Federación Colombiana de Fútbol en Miami, el posterior pago de la fianza para salir en libertad y el escándalo internacional que esto generó, sin duda son hechos que han causado preocupación y controversia en el ámbito del fútbol y en la opinión pública en general. Estos acontecimientos han puesto en entredicho la imagen y la reputación de la Federación, así como del fútbol colombiano en su conjunto.
La responsabilidad y la integridad son cualidades fundamentales que se esperan de quienes ocupan cargos de liderazgo en instituciones deportivas y en cualquier ámbito de la sociedad. En este sentido, la conducta del presidente de la Federación en este incidente plantea serias interrogantes sobre su idoneidad para liderar la organización y representar al fútbol colombiano a nivel nacional e internacional. La dimensión del escándalo, el impacto negativo en la imagen del país y en el prestigio del deporte nacional, así como la gravedad de las circunstancias que rodearon la detención y el pago de la fianza, son motivos de peso para considerar la renuncia del presidente de la Federación Colombiana de Fútbol. La transparencia, la ética y la responsabilidad son valores esenciales que deben regir en la gestión de cualquier entidad deportiva y en la conducta de sus líderes. En una situación como esta, la renuncia del presidente de la Federación podría ser una medida necesaria para restablecer la confianza en la institución, enviar un mensaje de responsabilidad y coherencia con los principios éticos del deporte, y abrir paso a una nueva etapa de liderazgo y gobernanza en el fútbol colombiano. En última instancia, la decisión de renunciar o no a la Presidencia de la Federación de Fútbol es una cuestión que debe ser evaluada por el propio implicado, por el Comité Ejecutivo de la entidad y por la opinión pública, teniendo en cuenta los valores, principios y expectativas que rigen en el ámbito del deporte y en la sociedad en su conjunto.
Es preocupante y decepcionante ver cómo algunos patrocinadores del Mundial Femenino de Fútbol en Colombia están analizando la posibilidad de retirar su apoyo al evento, por la presencia del presidente de la federación, Ramón Jesurum, quien fue protagonista de hechos violentos en la clausura de la Copa América. Los patrocinadores tienen una responsabilidad ética y social importante al asociar su marca con eventos deportivos de gran trascendencia, y respaldar a una figura que ha estado involucrada en comportamientos inaceptables envía un mensaje equivocado. Es lógico que las marcas se comprometan con valores de integridad, respeto y fair play, y no se puede pasar por alto la conducta violenta y agresiva de la cabeza de la organización del fútbol colombiano.
Esperamos que el Comité Ejecutivo de la Federación y los áulicos de la Dimayor, y de la Difutbol, reconsideren su posición de respaldar a Jesurum y tomen medidas para asegurar que el Mundial Femenino de Fútbol sea un evento que promueva valores positivos y respeto hacia todas las personas involucradas en el deporte. La integridad y el buen comportamiento deben ser prioritarios, y es responsabilidad de todos los actores del fútbol colombiano trabajar juntos para garantizar un ambiente seguro y respetuoso en el deporte.
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