25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Iván es un estadista de talla…, colombiana

Jorge Alberto Velasquez Pelaez

Jorge Alberto Velásquez Peláez

Comenzaré por el final, con la conclusión a la que he llegado después de releer una carta que le escribí a Iván Duque (ahora la compartiré con Usted): nuestro presidente es un Estadista, pero de talla colombiana, lo que quiere decir que no hace parte de esa galería donde se ganaron el derecho de estar, Obama, Churchill, Roosevelt, Lincoln, Mujica, Merkel y Jacinta Arden, entre, obviamente, muchos más, pero sí de otra, una que tiene nombre de gaseosa, “Colombiana, la nuestra”, esa galería donde se distinguen, también entre muchos, nombres como los de Andrés Pastrana y Ernesto Samper —qué calidad, qué enormes condiciones y cualidades—, y donde está dispuesto desde ahora un “marco” todavía sin imagen, pero con un cartelito que dice: Tomás o Paloma.  

Sin duda, el título de Estadista es genérico, y lo que lo convierte en una distinción para portar con orgullo es lo particular, o sea el sujeto a quién el título se refiere; por ejemplo, Pelé y Pimentel fueron futbolistas, pero hay una cierta diferencia entre uno y otro, o podríamos referirnos a un “puente”, diciendo que Colombia los construye ahora desechables, mientras los de José María Villa eran eternos.  

Lo cierto es que es tan pobre la talla de estadistas que aparecen en la galería colombiana, que Federico Gutiérrez y Luis Pérez consideran la posibilidad de algún día hacer parte de ella.  

Después de esta breve introducción, voy ahora sí con mi carta a Iván El Terrible, el presidente de los colombianos, elegido por ese voto de opinión nacional al que podemos llamar “el que diga Uribe”. 

Esta es mi carta no enviada. Apreciado Iván, perdonáme la confianza, pero es que no veo otra forma de llamarte, ni siquiera como lo hace Julio el de la W cuando se dirige a Don Tomas. Sé que sos muy bueno haciendo una gran cantidad de cosas de esas que sirven para divertir en fiestas de estudiantes, en reuniones de amigos y familiares, tales como trucos de magia, treintaiuna con un balón, tocar guitarra, bailar, cantar como Diomedes, y contar chistes, tal vez ésta tu mejor gracia, pues todos los días a los colombianos nos contás alguno para risa nacional.  

No sé si sos capaz de tomar tinto sobre un caballo, pero ya te enseñarán, así como en vivo por TV, mientras enfermábamos de Covid 19, entre risas y aplausos de tu séquito, te enseñaron a cantar un gol; lamento no ser amigo tuyo para tener la oportunidad de estar en una de esas reuniones, y aplaudirte a rabiar y con gran felicidad, como lo hacía el Ñeñe, ¿te acordás? Vos sos un muchacho de esos privilegiados que crecieron entre poderosos, pues tu papá lo fue, y lo recuerdo mucho con doña Juliana, tu bonita mamá, en algunas reuniones con el presidente Turbay, aquí en Medellín. Yo estuve allí.  

Creciste como crecen todos los que tuvieron similares privilegios de cuna, como hijo de papi, “pispito” como diría una señora paisa, y lleno de plata, para que esa misma señora hubiera querido tenerte como yerno.   

Brillante no sos ni lo serás, porque eso no se vende en las boticas; vos sos común y corriente, nada especial, «vos sos un gordo bueno» como decía una vieja canción, pero no sos intelectual, ni te destacás sobre el promedio; seguramente sos buena persona, conversador, agradable, simpático y divertido. Pero en todo sos modesto, pues tocás guitarra, pero no para ofrecer un concierto; hacés malabares con el balón, pero no te da para jugar en La Equidad; aunque tal vez sí cantás como Maluma, lo que no estoy seguro de que sea un acierto. Pero no haber tenido condiciones intelectuales sobresalientes ni ejecutorias profesionales o empresariales notables, no impidieron que progresaras como progresan muchos hijos de políticos en nuestro país, y fue así que tuviste la oportunidad de trabajar con Luigi en el BID, en un cargo de medio pelo, y después, gracias a Uribe, de llegar al congreso y a la presidencia, todo tan veloz y sin obstáculos como si se tratara del lanzamiento del SpaceX de Elon Musk. 

Sin embargo, nada de lo anterior es malo, por el contrario, estoy destacando en vos algunas virtudes histriónicas, un cierto “don de gentes”, y el derecho de progresar entre favores políticos. Pero lo que no te perdono es que te creás un Estadista de Talla mundial, el más grande entre los grandes, el hombre al que nuestro país estuvo esperando por décadas para que lo salvara de la crisis eterna.  

No te perdono el bulto de promesas con las cuales llegaste a la presidencia, como atacar la corrupción, no subir impuestos, no dar mermeladas, tener una cancillería de “talla mundial”, entre muchas otras más; nadie debe mentir para progresar y menos, después de haber progresado, mentir para desmentir a quienes tienen buena memoria y reclaman por lo prometido.  

Como si fuera poco, vos actuás con soberbia, con prepotencia, con testarudez, mientras el país está, citando a un expresidente, totalmente descuadernado, sin posibilidades de que de la manera en que estás gobernando, que es la antítesis de gobernar, podamos mejorar como nación.  

Pero para tu vanidad quiero decirte que, como dice otra canción que seguramente te la sabés y la cantás, “pasaste a la historia” como presidente colombiano: «Ya pasó lo que nunca pensé que pasara, fueron tantas tus malas acciones, que no fue posible querer y llorar».