28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Inteligencia artificial ante la gran singularidad cognitiva y afectiva

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. (foto) 

https://paideianueva.blogspot.com/

Desde mediados del siglo pasado se formuló la predicción de que la inteligencia artificial ayudaría a resolver con prontitud todos los problemas de la ciencia. Más de seis décadas han pasado, la predicción no se ha cumplido, pero sí se han acrecentado las expectativas que diferentes avances tecnológicos pueden ofrecer para la solución a la gran variedad de preocupaciones y retos que enfrenta la humanidad. 

En física la singularidad, en términos breves, se refiere al momento en el universo donde por alguna razón las leyes que conocemos de la física dejan de ser válidas. También, de modo breve, la singularidad tecnológica será aquel evento al que se llegará con el desarrollo acelerado de máquinas inteligentes que tendrán la capacidad de mejorarse a sí mismas sin intervención humana, seguirán aprendiendo de modo autónomo, se reproducirán por sí solas en generaciones sucesivas cada vez más superpoderosas, luego de lo cual perderemos, en medio de estallidos de superinteligencias, el control de ellas. La inteligencia artificial superará por mucho a la humana. Se ha predicho que ese momento de la singularidad tecnológica se alcanzará hacia mediados de este siglo, después de lo cual nada será igual entre los humanos. (https://rb.gy/k8elr9).  

La operación de la inteligencia artificial se da en el campo humano de la toma de decisiones. Son centrales en ella los procedimientos que se engloban bajo la denominación de «analítica de datos», los que permiten que las máquinas programadas con software ultra especializado analicen gran cantidad de información, a velocidades y con precisión que supera a la de los humanos. En la toma de decisiones se pretende reducir los errores y sesgos humanos facilitando precisión en una variedad amplia de procesos cognitivos.  

En el mismo contexto de la analítica de datos surgen diversos paradigmas o formas de inteligencia. Una de ellas es la inteligencia artificial; también nace la “la inteligencia de datos” (data intelligence) que es colectiva por qué ocurre en interacción social para facilitar crear, innovar, sugerir las opciones más viables de intervención o solución de problemas en diversos escenarios o contextos, o probar hipótesis. Se encuentra también la «inteligencia incorporada o imbricada» que, como forma operativa de la inteligencia artificial, está presente en multitud de robots, vehículos autodirigidos, impresión en 3D, entre otros. (https://rb.gy/4qomvr). Al proponerse que en el fondo la principal cuestión sea mejorar los juicios humanos, surge una «inteligencia aumentada», la que se concibe también como «la nueva inteligencia». 

Son muchos los campos donde la inteligencia artificial ha sido empleada de manera productiva: La elaboración de diagnósticos y tratamiento médicos más precisos y oportunos, mejora de la productividad de la agricultura y ganadería, reducción de la contaminación por fertilizantes, pronósticos en producción y ventas, seguridad ciudadana, optimización de los recursos hídricos, mitigar los efectos del cambio climático y desarrollo de drogas.  En educación, entre muchas aplicaciones, están la personalización de la enseñanza, el aprendizaje adaptativo, la predicción e intervención de estudiantes potencialmente desertores y el uso de tutores virtuales (chatbots), con disponibilidad 24/7/365 para atender a  necesidades diferentes de aprendizaje.  

Todos estos desarrollos son bienvenidos. Pero, con algunos avances de la inteligencia artificial podemos estar en el camino de la gran singularidad cognitiva; o sea, aquel momento en que no se pueda diferenciar la inteligencia humana de la artificial basada en máquinas superinteligentes, contexto en el que, a la vez, las máquinas podrán controlar la expresión de nuestros pensamientos. Surge la necesaria inquietud de si esa gran singularidad también será afectiva en el sentido de que no podamos diferenciar los afectos cotidianos de aquellos presididos por el superdesarrollo de la «la nueva inteligencia». Es decir, que pensamientos y emociones no serán totalmente nuestros o totalmente humanos. En tal singularidad podrían las máquinas, programadas con software superpoderoso, controlar la expresión de nuestros sentimientos y la variedad de afectos humanos que reconocemos hoy. (https://rb.gy/us6ual).  

Elon Musk, clasificado como el hombre más rico del mundo, dueño de muchas empresas, entre ellas Tesla dedicada a  la fabricación de vehículos eléctricos, quien tiene programado su viaje a Marte, situará 1500  satélites de baja altura para lograr el acceso universal a Internet, el mismo que hace muy poco envió los primeros turistas espaciales con pago a un paseo en la órbita terrestre, el de los carros inteligentes sin conductor, ha anunciado su propósito de  conectar un chip al cerebro humano, el cual ya ha experimentado midiendo la actividad cerebral en cerdos.  Visionando el éxito de su compañía llamada Neuralink, Elon Musk espera, entre multitud de propósitos, ayudar a mejorar la memoria de las personas, curar la enfermedad de Párkinson, la demencia senil y daños en la columna vertebral. El chip con el que espera medir la actividad cerebral de los humanos se controlará desde un celular. Ha resaltado, además, poder llegar a la cognición superhumana para combatir la inteligencia artificial que, en su concepto, puede destruir la raza humana. (https://rb.gy/zuon4b,  https://rb.gy/gyulhc).  

Neuralink (https://neuralink.com/)  esboza el lema «Crear el futuro con nosotros»,  mientras que con abierta paradoja  se propone potenciar el cerebro frente a las amenazas de la inteligencia artificial. La propuesta de Musk ha sido calificada como teatro científico, mas no ciencia. «El premio real que buscan los capitalistas no es la ganancia monetaria inmediata, sino los datos recopilados por plataformas y dispositivos… Si bien no es inmediatamente perceptible qué modelos comerciales surgirán para capitalizar los datos neuronales…  [se pretenderá] sacar del laboratorio todo lo relacionado con el control cerebral y convertirlo en un producto básico como objeto de comercio». Además, científicos de muy diversos campos de las neurociencias han resaltado la gran dificultad de tal implante debido a los grandes vacíos de conocimiento que tenemos sobre el funcionamiento de alta complejidad del cerebro. (https://rb.gy/mwsktg,  https://rb.gy/zgqwzt).  

También existe el riesgo de uniformar los modos de razonar y de expresar distintas manifestaciones humanas y sociales asociadas a la inteligencia humana, abriendo camino a una inteligencia digital extra humana, la cual mediante nano chips se descargaría en el cerebro. Y quedará abierta la posibilidad de hackear el chip, robar los datos neuronales, secuestrar la mente de la persona e impulsarla a mantener y expresar determinadas creencias y algunas formas de comportamiento. 

Entonces, con ciertos desarrollos del campo de la inteligencia artificial podemos estar en el camino de la gran singularidad cognitiva y afectiva, dada la creación y uso impropio que se pueda hacer con supercomputadoras, superinteligentes, cada vez más avanzadas, imposibles de controlar y sin modo de apagar la fuente de poder. 

La gran singularidad tecnológica podría llevar a una indefinición entre humano y máquina que, a manera de seres biónicos, seríamos parte humanos parte máquinas. Una nueva especie humana, una humanidad diferente, hasta llegar como posibilidad a una hecatombe.  

En términos éticos, nos corresponde abrir espacio para la autodeterminación de la especie, la libertad para progresar y construir sociedades igualitarias, haciendo uso de los mejores avances tecnológicos evitando que se produzcan desarrollos opuestos al bien común.   

Conviene crear y mantener una actitud positiva frente a los beneficios de la inteligencia artificial, conocer y anticipar sus riesgos. A la vez, es preciso mantenerse vigilantes como ciudadanos para que ella no se use en provecho de algunos y se constituya en amenaza para toda la sociedad y aun de la misma especie humana.