20 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Integración latinoamericana y del Caribe, clave para la transición energética

Jose Hilario Lopez

Por José Hilario López 

En mi libro Ingeniería y ciencias de la vida (Universidad Nacional de Colombia, 2020) cuando apenas se iniciaba la pandemia del Coronavirus recopilé varios artículos de mi autoría, donde esbozaba las bases para avanzar en la construcción de un pensamiento crítico latinoamericano.  Ahora quiero retomar el tema bajo la perspectiva de la crisis que la mayor parte de los analistas vaticinan para nuestra región: agudización de problemas, tales como bajas tasas de crecimiento, presiones inflacionarias, reducción de los flujos financieros hacia nuestros países y disminución significativa del empleo formal, todo lo cual entorpece cualquier esfuerzo hacia una transición energética. 

Para el análisis me apoyaré en tres documentos, dos de ellos de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL, marzo de 2022), a saber:  1) “Una década de acción para un cambio de época. Quinto informe sobre el progreso y los desafíos regionales de la Agenda ONU 2030 para el Desarrollo Sostenible en América Latina y el Caribe” y 2) Estudio Económico de América Latina y el Caribe: dinámica y desafíos de la inversión para impulsar una recuperación sostenible e inclusiva” (CEPAL, marzo de 2022)  y un tercero de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que incluye la Declaración de Buenos Aires  (enero de 2023). 

En marzo de 2022 los países miembros la CEPAL se reunieron en Santiago de Chile, con el objeto de evaluar avances y desafíos regionales de la Agenda ONU 2030 para el Desarrollo Sostenible. Ante la crisis relacionada con la pandemia del Coronavirus y las pocas posibilidades de alcanzar para finales de la presente década las metas trazadas por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la CEPAL concluye que es necesario un cambio de paradigmas basado en un nuevo sistema económico y social, inclusivo y sostenible.

La Declaración de Buenos Aires con la que cerró la reciente VII Cumbre de la CELAC, entre otros objetivos,  mediante consenso de los países participantes, llegó al compromiso de «avanzar con determinación en el proceso de integración, promoviendo la unidad y la diversidad política, económica, social y cultural». Un propósito coincidente con la conclusión de la CEPAL.

Hasta aquí sólo declaraciones que es necesario concretar con estrategias y mecanismos de acción, tal como lo expuso nuestro presidente Gustavo Petro en su discurso de la Cumbre de la CELAC, el cual me propongo comentar en algunos de sus puntos.

La propuesta Petro empieza por reconocer que nuestra región tiene el potencial para para construir una gran unión latinoamericana y caribeña, para que nuestras voces sean escuchadas en los centros del poder mundial. Para este propósito es necesario estructurar una estrategia basada en los abundantes recursos naturales, que esta parte del hemisferio occidental dispone para afrontar el Cambio Climático, estrategia que el mandatario llama cartas geopolíticas, a saber, la gran selva amazónica, el pulmón del mundo, y la abundancia de fuentes de energía renovables, las llamadas energías limpias (agua, luminosidad solar, vientos y geotermia).

Condición sine equa non para la integración latinoamericana y caribeña es que nuestros países se autoimpongan un sistema democrático, con garantías plenas del respeto por los derechos humanos y elecciones libres. 

Para mitigar el cambio climático, el presidente Petro plantea la posibilidad de “una especie de nueva fase del capitalismo, que acepte la planificación a escala mundial de la transición energética por parte de los poderes públicos, que acepte cambiar el sistema financiero mundial de deuda por acción climática”. Su propuesta, que llama primera carta geopolítica, es la misma que anunció en su discurso de posesión como presidente de los colombianos y que ha venido reiterando en diferentes foros internacionales.

La interconexión eléctrica continental, según el presidente Petro, «es nuestra segunda carta geopolítica de poder, si nos unimos. Tendríamos seguridad y podríamos ser un motor para ayudar a Estados Unidos y Canadá en su modelo energético, ellos (con nuestro aporte), pueden pasar a una energía limpia».

A lo que no se ha referido el presidente Petro es a la injusticia que significa renunciar a la exploración y aprovechamiento de nuevos recursos de petróleo y gas en Colombia. Lo que deben reclamar los países no desarrollados es tener el derecho a aprovechar sus propios recursos fósiles, así como lo hicieron y siguen haciéndolo los países desarrollados y el mundo árabe. Esto significa que países como Estados Unidos, Canadá, Noruega, Rusia y los países del golfo Pérsico se aprovechen de un mercado desabastecido, explotando y comercializando sus reservas de petróleo y gas. El Reino Unido acaba de abrir un proceso para conceder un centenar de licencias de exploración y explotación de petróleo y gas.

Tal como anota Armando Zamora, anterior director de la Agencia Nacional de Hidrocarburos, en su reciente reportaje al Periódico El Colombiano, por eso no hubo acuerdo en la COP27 celebrado el año pasado en Egipto, y va a ser el tema en la COP28, a la cual la industria petrolera irá con una voz muy fuerte diciendo “somos los primeros que vamos a transicionar hacia carbono neutralidad en 2050”, y los países en desarrollo van a decir:“tenemos derecho a desarrollar nuestros recursos y tenemos, más derecho por justicia que las reservas que ya están descubiertas allá en los países ricos”. Y a continuación agrega: “La decisión del gobierno Petro de no otorgar más contratos para la exploración de petróleo y gas es la mayor injusticia para nuestro país, es todo lo contrario del concepto de transición energética justa que se está discutiendo en la COP”.