15 octubre, 2025

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In Memoriam: Los Yetis no van más 

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Por Fernando Vera Ángel 

fernando.veraangel@gmail.com

Nota: Fernando Vera Ángel Medellín 1950. Escritor Periodista. 40 años con el Radioperiódico Clarín. 25 años columnista de El Colombiano con la habitual sección… pequeñas cosas. 8 años columnista político y urbano de El Tiempo. 5 años presentador y director del programa Esta noche con usted en TeleAntioquia. Recurrente analista político en TeleAntioquia y TeleMedellín. Autor de una biografía novelada del escultor Rodrigo Arenas Betancourt y de otros cuatro libros, el más reciente sobre la Medellín de los años sesenta y setenta Cofradía para otra canción de Aznavour

Para empezar a hablar del final de Los Yetis, a quienes los muchachos de entonces teníamos como nuestros Beatles antioqueños, cabría parodiar al vate Porfirio Barba Jacob con algunos versos de Futuro, poema con el cual este santarrosano universal canta a lo efímero de los goces terrenales por los que propende el ser humano: era una llama al viento y el viento la apagó.  

Eso fueron los Yetis, luego de su boom de partida: una llama al viento…una llama al viento que apagaron definitivamente leves briznas de enero y octubre del 2024 con las muertes de Luis Fernando Garcés Villa a sus 75 años de edad (La Estrella, Antioquia, 14 de junio de 1947) y Juan Nicolás Estela Gutiérrez a los 78 (Cali, 12 de octubre de 1946).  

De entrada, el 2024 se presagió como el año del desenlace definitivo de Los Yetis con el deceso de Lorenzo Garcés, otro de los pioneros del rock colombiano, a quien justo es reconocerle una constante presencia de facto en Los Yetis, y quien hizo esfuerzos denodados para que esta agrupación renaciese, cual ave Fénix, en la memoria de los mozalbetes que en los años sesenta y setenta del siglo veinte los idolatramos. 

Garcés fue corista yetiano en casi todas sus grabaciones y presentaciones en vivo. Desde cuando nacieron para el firmamento fonográfico en Discos Fuentes con la producción del arquitecto Alberto Gómez. En el 2008 acometió la quijotada de reeditar en CD su icónico LP 14 Impactos juveniles con las nuevas técnicas de remasterización. Y abogó para que los Yetis regresasen a escenarios y sets de televisión, retornos en los cuales, como en el cuento de Monterroso, él siempre estuvo ahí.

A Luis Efe los mismos Yetis primerizos, y quienes en algún momento de nuestras vidas supimos de ellos, siempre lo consideramos un yeti más, aunque su canción Despierta Lorenzo, que le ganó el remoquete con el que lo llamábamos, le dio reconocimiento individual.   

Superada la pandemia que azotó la humanidad en el 2020 este grupo roquero antioqueño revivió éxitos suyos en la radio bogotana y en un canal oficial de televisión. Esas apariciones en tales medios capitalinos sirvieron para que nuevas generaciones se enterasen de su existencia. Para que otras evocasen algunas de sus más populares canciones, varias de las cuales sirvieron, además, para traer a cuento algunos de los poetas nadaístas como Gonzalo Arango, Pablus Gallinazo y Elmo Valencia, de quienes Los Yetis musicalizaron varios textos, que evidencian la irreverencia propia de la muchachada sesentera, ésa que recurrió a la indumentaria negra y a largas cabelleras descuidadas para exteriorizar el deseo de pasarse por la faja costumbres pacatas de sus mayores. Y para ponerse a tono con tendencias globales, que encontraron su punto de inflexión en mayo del 68 en París. 

En lugares nostálgicos y bohemios de Bogotá, Cali y Medellín durante la primera década de la centuria en curso se recurrió a Juan Nicolás, a Harold, a Garcés y a un bienintencionado remedo de Los Yetis para evocar aquella efímera e indeleble época gloriosa.   

Llorones beodos entrados en calendarios, algunos cojos, otros cegatones, hombres y mujeres bullosos y ruidosas, reacios unos y otras a que la nieve de los años los abatiese, muchachos y muchachas ávidos de hurgar en el goce pagano de sus progenitores, evidenciaron en tales escenarios cuán profundo calaron en aquellos y aquellas esas páginas musicales, instrumentales o vocalizadas, que le ganaron a Colombia lugar importante en la rockmanía de habla castellana. Junto a la misma Madre Patria, a México y a Argentina. Con influencia en los países vecinos. 

En el tránsito de la adolescencia a la juventud nos mantuvimos actualizados en materia musical con adaptaciones colombianizadas de los por entonces populares hits de los Beatles, Rolling Stones, Mamas and The Papas, Elvis Presley, Paul Anka, Trini López. Así conocimos La casa del sol naciente, Comprensión, Yellow Submarine, Satisfaction, La Bamba, Help, Black is black. Absortos, oíamos las notas penetrantes de las magistrales guitarras punteras, ejecutadas por los caleños Harold Orozco y Juan Nicolás Estela. Y admirábamos la destreza de Hernán Pabón con pedal pedestre, escobillas y baquetas para hacer retumbar platillos, cencerro, bombo y timbales que disponía a su alcance. Viéndolo en escena, Ringo Star era un aprendiz. 

El embrión Yeti corrió por cuenta de Juan Nicolás, recién aparcado en Medellín, la ciudad de sus abuelos, y de los hermanos Juan Guillermo e Iván Darío López Musikka, apellido premonitorio. Hijos de papi los tres, encontraron en la música sin k el detonante que los integró y los encarriló en el tren de los contestatarios de la época.  

Ese advenimiento fue en 1964  

El garaje de una casona republicana en Prado Centro, aledaña al templo Los Doce Apóstoles, fue el lugar de ensayos iniciales de Los Yetis.  

Juan Nicolás, Juancho e Iván Darío se metieron de lleno con ese furor que ya en la capital del país tenía representantes de la calidad de Los Speakers y los Flippers, a quienes Julio E Sánchez Vanegas y Alfonso Lizarazo mostraban en sus programas radiales El Club de la Juventud y Juventud Moderna. Entretanto, en Medallo un pionero radiofónico, Luis Betancur Tolosa, ejecutivo de RCN, apoyó al todoterreno promotor de espectáculos musicales y fútbol juvenil Guillermo Hinestroza quien le vendió la idea de hacer a la paisa El Club del Clan, que con cantantes de músicas ye-yé, go-gó, rock and roll, surf, twist, baladas, era la histeria colectiva en Buenos Aires, Argentina, y la plataforma de lanzamiento de  íconos transcontinentales como Palito Ortega, Leo Dan, Beto Fernán, Violeta Rivas, Cacho Castaña o Los Iracundos, quienes en el sur de América replicaban lo que en México conseguían César Costa, Enrique Guzmán, Manolo Muñoz, Angélica María, Alberto Vásquez y grupos como Los Camisas Negras o Los Teen Tops. 

Los adolescentes colombianos, al promediar el decenio de los sesenta, le dimos el portazo con estos solistas y conjuntos a los preferidos de nuestros padres: Carlos Gardel, Agustín Magaldi, El Dueto de Antaño, Obdulio y Julián, Carlos Julio Ramírez, Matilde Díaz y esas orquestas emblemáticas de Lucho Bermúdez y Pacho Galán, que abolían per se clases sociales, pues mientras los ricos se las bailaban en vivo y en directo en sus clubes sociales, los del montón recurrían al radio y al acetato para gozárselas. 

En cuestiones de música masiva la humanidad siempre ha tenido ciclos que la identifican generacional y socialmente: pasa hoy con el reguetón, que nos causa urticaria a quienes crecimos con el rock y la balada. Y ni se diga a quienes antes que nosotros se saciaron melódicamente con el tango, el bambuco, la cumbia o el porro. 

El caso es que a partir de 1964 los rocanroleros Yetis en Medellín se volvieron fiebre moceril. Nos trazaron derroteros musicales y comportacionales que eufóricos trasegamos para aliviar las cargas estudiantiles propias del bachillerato. 

Proveniente de una acaudalada familia valluna con propia ganadería de toros bravos, Juan Nicolás recaló en el hogar de sus abuelos antioqueños, residentes en la aristocrática calle Ayacucho, a pocos metros de la emblemática iglesia de San Ignacio, la arteria 49, que antes de los cincuenta del siglo veinte cruzaba el tranvía que iba al oriente de la ciudad y hoy la atraviesa el nuevo sistema férreo de transporte colectivo, el moderno tranvía que dejó como una de sus obras emblemáticas el exalcalde escritor Alonso Salazar Jaramillo.  

Aún de pantalones cortos, vino a dar a estas tierras por la muerte de su progenitor en los Estados Unidos de Norteamérica. Por cuestiones de estudios y de socialización con párvulos bien coincidió con los hermanos López, con quienes se identificó en cuestiones musicales. Así fue como la bomba hizo boom.  

Con pocos meses de integración, los tres Yetis tuvieron cierto reconocimiento. Tocaron el cielo con las manos al ser llamados para presentarse en el teatro Manrique como teloneros de Enrique Guzmán, el Maluma del momento, el rey de la nueva ola latinoamericana, el caribonito mexicano nacido en Caracas, Venezuela, que provocaba alaridos por donde pasaba, a quien las chicas arrojaban sus prendas íntimas y los muchachos buscaban parecerse de una u otra forma.  

Pese a la aceptación masiva de los bien parecidos integrantes del trío Los Yetis, expertos artísticos consideraron que les hacía falta una base rítmica estable. Fue entonces cuando se incorporaron Norman Smith, bajista gringo y el baterista paisa Hernán Pabón. Ello sucedió en los estertores de 1966.  

Como banda, Los Yetis originales duraron poco, debido en buena parte a la inestabilidad del caleño, que salía o entraba con uno u otro argumento. Era difícil su temperamento. Se las traía con su mal genio y exigencias.  

Cuando Estela se retiró a los dos años para encarar asuntos familiares lo reemplazó José Ignacio Durán, un muchacho de Manrique Central que estuvo brevemente en Bogotá con The Hammers, en calidad de guitarrista, y quien entre unas y otras llegó a probar suerte como solista. Su canción El Tren tuvo relativo éxito. Nada más.  

Norman y Hernán le dieron nuevos bríos a la exitosa banda rockera en lo musical y en lo social. Por la madre del primero se produjo la aproximación a la élite nadaísta del momento, dada la relación de ella, la poetisa Rosa Girasol, con el gurú de esta vertiente intelectual Gonzalo Arango.  

A esta feliz coincidencia se debieron las musicalizaciones de los poemas nadaístas. Llegaron los peluqueros y Mi primer Juguete, de Arango el primero, de Elmo Valencia el segundo. 

Con el fin de los sesenta vino el desinterés general por el tipo de música que hacían conjuntos como Los Yetis, The Speakers, Los Flippers, Los Ampex. Las disqueras les dijeron no van más y sus integrantes buscaron distintos caminos.  

Norman Smith e Iván Darío López conformaron un dúo de música protesta, temática cancioneril en boga en la América mestiza que era una extensión de los pacifistas Joan Baez, Bob Dylan y de todos quienes dijeron no a la guerra de Vietnam. Algo que a escala parroquial se vivió los días 18, 19 y 20 de junio de 1971 con el festival de Ancón, réplica musical, marihuanera y comportacional del Woodstock gringo. 

Con altos y bajos, Norman y Darío se mantuvieron vigentes poco menos de un lustro. La muy aceptada pareja se acabó obligadamente por la prematura muerte de Iván Darío, víctima de un cáncer, el 1 de junio de 2003, cuando sólo tenía 55 años de edad. Como homenaje póstumo a uno de sus iniciadores, su hermano Juancho y Juan Nicolás en el 2003, y por apenas dos años, refundaron sin éxito Los Yetis, junto a Darío Marín, Pedro Pablo Arias, Víctor Hugo Acevedo y John Cano. Pocas actuaciones y cero discos.  

A partir de 2010 los mismísimos e inquietos Juancho y Juan Nicolás, aupados por Garcés, renacen cual ave Fénix de los rescoldos que había de Los Yetis. Ahora un viejo conocido, Víctor Hugo Acevedo, es quien los secunda como guitarra y voz.  

Se mantuvieron durante casi una década por inercia. Se reintegraban de manera esporádica. Cuando lo propiciaba algún osado empresario. O a instancias de determinados y nostálgicos medios de comunicación.   

De las actuaciones postreras hubo unas muy bien acogidas en Envigado, en el denominado Festival de la pereza en Itagüí y la que tuvieron el 5 de junio de 2015 en el San Fernando Plaza, a instancias de la por esa época su gerente María Victoria Jiménez.  

Durante tres horas nos transportamos en la máquina del tiempo muchos de quienes los pudimos ver y escuchar.  

¡Ese fue el más grato aquelarre!  

Nos enloquecimos los concurrentes de cuenta de la buenísima versión de La Bamba, tema antológico que desde cuando principiaron Los Yetis hicieron emblemática. El Shimmy Shimmy Ko Ko Bop lo entonamos todos, sin tener la menor idea de que quiere decir lo que el título de la canción dice. Nos maravillamos con los punteos de la guitarra en Jinetes en el cielo. A Estela le hicimos repetir su celebrada Chica del billete y otro tanto sucedió con Despierta Lorenzo de Luis Efe. Apoteósica fue la velada. Guardada las proporciones con los teatros que antaño llenaron ellos mismos. O con los estadios que hoy colman fans de los filosóficos y poéticos reguetoneros. 

En las horas previas a su actuación, convidé a un almuerzo en el Hotel Mediterráneo de la carrera 70 a Juan Nicolás, a Juancho, a Garcés, con quienes me unía una vieja aunque no entrañable amistad. Después, caminamos unas cuadras por el sector, ante la admiración del primero por los sustanciales cambios que evidenció. Nos despedimos y concertamos el encuentro con motivo del show. Al término del mismo compartimos mesas con amigos comunes, entre ellos Julio Betancur, quien mucho tuvo que ver con los escarceos primigenios yetianos, espontáneos admiradores en busca de la foto recordatoria de la ocasión y sesentones ávidos de remember old times.  

Perdí el rastro aquella noche de Estela. A los demás los seguí contactando en ocasiones especiales. Garcés se me quejó de la poca colaboración que el caleño le prestó para aceptar algunos contratos. Se excedía en condiciones de vigente rock Star. A él no le hacían falta esos ingresos que sí a Luis Fernando y a Juancho.  

En el 2023 la Radio Nacional con su frecuencia Radiónica y Señal Colombia hicieron unos testimoniales con los pioneros del rock colombiano. Allí tenían que estar Los Yetis, como en efecto estuvieron. Fue la última vez en que se juntaron. Con meses de diferencia la parca se encargó de ponerle punto final a una historia que, mal que bien, condensan las anteriores líneas. 

Los Yetis en la que podría considerarse su ultima presentación en Medellín

De izquierda a derecha: Juancho López, Fernando Vera Ángel, María Victoria Jiménez, Juan Nicolas Estela, Julio Betancur y Luis Fernando Garcés. Adelante, Andrés Felipe Vera Ramírez

Los tres son los Yetis originales los hermanos Iván Darío y Juancho López musikka. Al centro, Juan Nicolas Estella