
Por Gerardo Emilio Duque
Fuimos invitados a las paradisíacas playas en San Bernardo del Viento, por el amigazo Hernán Gallego y la bella y querida Angela María Mesa.
Sentados en la playa todos, incluyendo a nuestro querido y honorable alcalde, Omar Flórez Vélez, escuchando el disco La Piragua de José Barros, cantada por Gabriel Romero.
El amigo Omar Flórez dijo prendidito: me voy a acostar. Y entró a la cabaña.
Mi compañero y amigo, el pilarico Álvaro Múnera, que estaba con nosotros, dijo que quería conocer la cabaña. Yo entré a mostrársela y en una habitación encontré a mi señora Margarita, plácidamente dormida y Omar Flórez, que se había equivocado de cama por la prenda, estaba acostado en la misma cama donde estaba Margarita. Yo entré con el pilarico a la pieza y le dije: mire, esta es mi pieza, esa es mi señora y el que esta acostado al lado de ella, soy yo.
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Se estaba muriendo don Jesús rodeado de sus hijos y de sus nietos. El viejito tenía mucha plata, pero amarrao y apegao a los negocios como el que más.
Preguntó uno de los hijos: apá cómo quiere que lo enterremos. Y contestó el viejito: primero que todo, muerto hijueputas, porque yo los conozco. Y le contestó el hijo: apa o sea cómo quiere después de muerto. A mí que me inseminen contestó el viejito.
Cuando de pronto repunta la viejita y el moribundo le dice: mija huele a café, me da un tintico y contestó doña Elvira: no señor es pal velorio. Seguidamente el desahuciado empieza a llamar a los hijos uno por uno: Josué, aquí estoy papá, Carlos, aquí estoy apá, Marinita, si apá míreme y dice el viejito entonces quien putas se quedó en la tienda.
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En el transcurso de tres años enterramos a mi mamá Angela y a mis hermanos Roberto, Martín y Edgar. En el entierro de mi hermanito Edgar se me arrimó una prima en la sala de velación y compungida me dijo: qué dolor Gerardo, otro entierro, yo le contesté: sí, pero en el próximo pongan el muerto ustedes que yo ya llevo cuatro.
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María Eugenia Betancur de Isaza, una brillante y hermosa mujer, funcionaria de alta recordación y reconocimiento era la secretaria de Educación del departamento de Antioquia. En una oportunidad le dije que tenía un asuntico pa’ que me ayudara. Me respondió: qué quiere doctor Duque. Le manifesté que es el caso de dos maestros y le di los nombres.
Uno se quiere ir para otra parte, se encuentra muy aburrido donde está y el otro quiere que lo dejen en el sitio donde se encuentra porque está muy amañado. Le negra María Eugenia me contestó cuente con eso.
A la semana siguiente, antes de entrar al concejo de gobierno con el doctor Gilberto Echeverri Mejía, gobernador para la época, me dijo María Eugenia: doctor ahí le cumplí con su misión. Yo le dije apenado: claro que si doctora, yo estoy contento, pero cometimos una equivocadita. Me trasladaste al amañao y me dejaste al aburrido.
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En una manifestación estudiantil en la Universidad de Antioquia un grupo de encapuchados y con prendas alusivas a un grupo guerrillero, se tomó las instalaciones. Entre los encapuchados se encontraba Kino, un medio enano, jorobado totalmente y con la cabeza torcida hacia abajo gritando liberación o muerte y todos los estudiantes le decían: Kino quítate la capucha pa’ que te reconozcan guevón.
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