Por Gerardo Emilio Duque
En la antigua cárcel del Buen Pastor de la ciudad de Medellín estaba pagando su condena una morena chocoana por el delito de homicidio, puesto que había matado a su marido de un hachazo en la cabeza.
Un día estando yo en dicho centro de reclusión vi cuando llegaron los hijitos de la morena a visitarla. Eran dos negritos, bonitos, simpáticos; la negra los recibió a cantaleta, me contaron les dijo que tenía información en el sentido de que los muchachitos estaban jodiendo mucho en el barrio tirando piedra y molestando a la gente, ese es el ejemplo que les he dado, dijo la negra…
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En la misma visita a la cárcel del Buen Pastor, el flaco Carlos Mario Álvarez, quien me acompañó a mi compromiso, estaba de un momento a otro todo berraco echando cantaleta. Qué te pasa hombre flaco, le pregunté. Me dijo, doctor Duque una de las presas me insultó porque le dije que estaba muy bonita, que cuándo salíamos.
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Las reclusas estaban viendo el noticiero en el canal Caracol en televisión y el presentador dijo no se vayan ya regresamos… Y una de las presas dijo: oigan a este pendejo pa’ dónde nos vamos a ir.
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En ese mismo día en el centro carcelario había una reclusa a la que le habían pegado una puñalada en una pelea. Yo le pregunté: Y esa herida fue en la reyerta… Y me contestó: entre la reyerta y el ombligo.
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En una visita que hicimos al convento de la madre Laura en el barrio Belencito de Medellín me acompañaba el amigo Capeto. Estábamos recorriendo el museo y Capeto estaba cansado. Sentó en una silla que había en un salón. La monjita que servía de guía le dijo: cuidado que esa silla es la silla de la madre Laura. Y Capeto le contesto: yo estoy muy cansado, cuando esa señora venga me paro.
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