
Por Gerardo Emilio Duque
En el municipio de el Peñol montamos una oficina de abogados mis hermanos y yo. La adaptamos confortablemente, quedó idónea para atender la clientela. Nosotros sentados esperando gente, pero no entraba nadie. Un sábado por la tarde se paró una viejita en toda la puerta mirando hacia la oficina. Debajo del brazo tenía unos documentos. Todos dijimos: sucesión fija. Y dice la señora: puedo seguir… Los tres dijimos: claro mi señora. Ella sacó el documento se lo entregó a Jorge mi hermano para que lo leyera y nosotros dijimos: Jorge de qué se trata y dice Jorge con desazón y desconsuelo: de un permiso de la alcaldía para pedir limosna.
%%%%%%%%%%%%%%
En una fiesta de traquetos, en una finca en el occidente antioqueño, cuentan que alguien se había robado las joyas que estaban en un closet de la patrona de la finca. Se armó el alboroto, empezaron a buscar al sospechoso. Interrogando a todo mundo la sospecha final recayó en un asistente del agregado de la finca, lo llevaron al lado de la piscina y le preguntaron: dónde están las joyas, ladrón. El decía: cuáles joyas, yo no sé de joyas. Le repetían… las joyas y él decía, yo no las cogí, no las tengo. Lo acostaron boca abajo y le metían la cabeza a la piscina y simultáneamente le preguntaban dónde están las joyas. No tengo idea, decía todo ahogado, no las he cogido y volvían y le metían la cabeza a la piscina. Se la sacaron nuevamente… dónde están las joyas, le preguntaban y el pobre ya muriéndose de la asfixia contestó: van a tener que buscar un nadador profesional, yo no veo esas hijueputas.
%%%%%%%%%%%%%
En el municipio de Yarumal, tan mencionado en este anecdotario, se desempeñaba mi padre Roberto Duque Álvarez como registrador municipal. Un día cualquiera lo echaron del cargo y se vino para Medellín con mi mamá y mis hermanas y en el pueblo nos quedamos los hombres durmiendo en colchonetas y sin luz eléctrica en la casa. Para entretenernos nos fuimos para el teatro coliseo que existía en el pueblo a ver la película que se llamaba BEN LA RATA ASESINA. Se trataba de un rodaje alusivo a una plaga de ratas que caía encima de la gente y las devoraba.
Mi hermano Edgar temblaba de terror viendo el espectáculo, le rechinaban las muelas y de la tembladera se le salían las crispetas del tarro. Terminado el espectáculo salimos para la casa, nos acostamos cada uno en su colchoneta y apagamos la vela. Trascurrido un rato cuando calculé que Edgar ya estaba dormido, cogí las medias que tenía puestas, las envolví, formé una bola con ellas y sigilosamente le tiré el bultico de medias a mi hermano para asustarlo. Sentí un brinco raro, luego un silencio profundo, no pasaba nada entonces me levanté, prendí la vela y veo a Edgar con la boca y la cara llena de babaza temblando como un epiléptico, se estaba muriendo ese guebvón. Tuvimos que arrancar con él para el hospital.
%%%%%%%%%%%%%
Gilberto Álzate Avendaño, político caldense, le dijo un día al cuentista antioqueño: maestro a usted por qué le dicen poeta. Este le contestó: será por lo mismo que a mi papá le decían general.
Más historias
Rectifican a Petro sobre desalojo de terrenos en Buriticá
Comunidad Indígena de El Pando, en Caucasia, se certifica en Salud Emocional
“Nos negamos a rendirnos al cinismo o al caos”: Juliana Velásquez