28 diciembre, 2025

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Humor y política

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Gerardo Duque

Por Gerardo Emilio Duque G. 

Este humilde servidor cansado del ajetreo, el estrés, los problemas y las angustias opta por irse para Cartagena, dizque a desconectarse de las afugias cotidianas de la ciudad.

Tensionado y tieso se sienta en la playa y los problemas también viajan con uno. De un momento a otro se siente que una mano extraña coge tu nuca de manera dócil y placentera. Uno tieso de la tensión voltea y es la negrita de los masajes. Cuando se le dice que no, ya ha recorrido media espalda con el menjurje, se siente un descanso que no hay más alternativa que dejarla seguir.

Termina el placentero masaje, respira profundo el mantra, se siente un infinito alivio, le pregunta a la negrita ya más relajado, tranquilo y apacible. ¿Niña, cuánto es? Cien mil pesos ¿Cuánto, cien mil pesos?

Y automáticamente uno se encalambra, se tensiona y queda como llegó.

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Domingo Gil, alto funcionario de la secretaria de Gobierno de Antioquia en Cañasgordas, fue despedido de su cargo un día sábado y tenía la costumbre de decir después de que lo echaron un sábadom cayó domingo. Domingo era el padre del doctor Jota Gil Cataño, un gran amigo y gran abogado.

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Dos campesinos de un municipio de Antioquia que vivían todo el tiempo en una vereda optaron por ir al pueblo a dar una vuelta por el parque. Se pararon a mirar el busto de un prócer de la Patria que estaba en una columna en el parque y la campesina le dice al marido: qué pesar murió muy enfermito, ya no tenía ni manitos. Luego miraron un sauce legendario y la campesina le pregunta al esposo: ¿mijo cuántos años puede tener este árbol? Y este contestó: tiene ciento treinta años y tres meses. Y responde la campesina: ¿Y por qué tan exacto, mijo? Y este le contestó: porque hace tres meses me dijeron que tenía ciento treinta años.

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En el municipio de Yarumal existía el famoso teatro coliseo. Cuando anunciaban por la voz de Yarumal que era la emisora del pueblo manejada por Donato Ríos, cuál película iban a presentar en la noche, algunos patos del pueblo nos íbamos hasta transportes Arango en la terminal de Transporte que quedaba en la llamada Calle Caliente.

Juan, el que proyectaba las películas, reclamaba proveniente de Medellín una caja inmensa con cuatro rollos del tamaño de una tapa de caneca. Una vez le entregaban el envío, salíamos todos detrás de Juan atravesando el parque con destino al teatro coliseo para empezar a ver el cine. 

En plena función cuando la película se cortaba o se interrumpía o de pronto se aceleraba, como Juan tenía famita de que se le mojaba la canoa, empezábamos a gritar a viva voz: juan soltá el muchacho, sacále el dedo…