Por Gerardo Emilio Duque
En el municipio de Medellín había un mensajero que se llamaba David. En una oportunidad la niña de la recepción no pudo ir a trabajar por una incapacidad entonces encargaron a David en la recepción mientras tanto. Estando atendiendo al público, un cliente le preguntó a David por la señorita fulana de tal y David le contestó: si es señorita, no trabaja aquí, seguro que no está.
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Estando de paseo en Coveñas con mis hermanos, mi sobrino Juan Diego Maya Duque abogado inteligente y honesto y Edgar Duque mi hermano pescaban en una ensenada y paradójicamente en la ensenada ninguno pescaba nada. Juan Diego con el ánimo de gozarse a Edgar compró un bocachico en la playa, lo amarró al anzuelo y lo tiró al mar. Luego simuló que lo pescaba sacándolo pegado al anzuelo. ¿Cómo lo ve? Le preguntó a Edgar. No pues, hombre, no le falta sino el patacón.
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Cuando me desempeñaba como Secretario General de la Asamblea de Antioquia tenía la costumbre de llegar siempre a las 6 de la mañana a la oficina.
Un día cualquiera la señora de los tintos, que también madrugaba, me dijo: doctor no madrugue tanto que de pronto se pierde alguna cosa y lo meten a usted.
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Aristóbulo era un conductor que yo tenía en la Personería de Medellín. Un día le pregunté: ¿Aristóbulo, antes trabajabas dónde? Manejando una ambulancia, me dijo. ¿Y por qué saliste de allá? Le pregunté. Doctor porque maté un herido. ¿Cómo? Me dijo: si lo llevaba para la clínica y me choqué.
Cierto día Aristóbulo iba con el carro en segunda por toda la 80 y le dije Aristóbulo: cambia ese carro y me contestó paqué doctor pa’ que nos den otro más malo.


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