
Por Gerardo Emilio Duque G.
Un guarda de tránsito desafortunadamente falleció en un accidente en una calle de la ciudad. Estando en la sala de velación acompañándolo, otro guarda llegó todo borrachito a despedirse de su compañero. Al arrimarse al ataúd se tropezó con la mesa que sostenÃa el féretro, se fue al suelo y se paró diciendo, casi me mato yo también.
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Yendo para Puerto Triunfo en mi condición de abogado del alcalde de ese municipio en ese entonces Edison Valencia Q.E.P.D, paré en un estadero donde habÃa un letrero que decÃa cassettes a 200 pesos. Como los vi tan baratos compré veinte. Al empezar a escucharlos ninguno sirvió. Al regresar de la correrÃa entré a hacerle el reclamo al señor del restaurante y el vendedor me contestó: Y qué querÃa por doscientos pesos, eso vale la cajita.
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Me cuenta Luis Javier Velásquez Restrepo que tenÃa un amigo dueño de un barcito en el municipio de Bello, Antioquia, que cuando le pedÃa la cuenta, contestaba: dos aguardientes que me pidieron, dos que le llevé y dos que se tomaron, cincuenta mil pesos.
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El mismo doctor Velásquez me contó que saliendo de su apartamento, después de un accidente todo impedido, con un caminador para desplazarse, un niño que lo observó le dijo a la mamá: ¿mami esto es lo que llaman discapacitados?
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