Humor y política

Por Gerardo Emilio Duque 

Gustavo Ortega, amigo de toda la vida, tiene una oficina de control de marcas y derechos de autor. Me contó que un día llegó una señora a su oficina para que demandara por violación de derechos de autor a un tal señor de apellido Neruda, porque le plagiaba los versos que su novio le componía.

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Estaban dos cuentistas conversando sobre el guayabo, los efectos, las maluqueras, la malparideses y uno de ellos le dijo al otro: ¿quiere que le dé una fórmula bien buena para el guayabo? ¿Sí, cuál es?

Coja tres clavos de canela, ajo, limón y fruta métase ese brebaje por el culo y no vuelva a beber gran hijueputa.

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Cuando fui designado secretario de Agricultura de Antioquia, le dije a mi paisano yarumaleño Q.E.P. D Danello Posada que la intención mía, como secretario, era fomentar los viveros que había en Antioquia y le pedí que por favor me hiciera una lista de todos los viveros existentes.

A los cinco días Danello me llevó un poco de hojas de cuaderno y me dijo: aquí tengo apuntados cinco mil viveros doctor. Le dije: cinco mil viveros en Antioquia, es imposible. Me dijo: claro, mire, viveros Valencia, viveros Echeverri, viveros Gómez. Y le pregunté: ¿de dónde sacó eso y me respondió: del directorio telefónico, ahí están todos los viveros.

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Jhon Jairo Giraldo abogado Q.E.P.D absolutamente histriónico, medio loco, era inspector de policía de una de las comunas de Medellín. Cierto día en mi condición de abogado de la Personería fui a su despacho a una visita administrativa y con asombro encontré que tenía una vaca en el calabozo.

Jairo, qué pasó que tenés ese animal aquí. La tengo por lesiones personales. Mostrándome el dedo gordo del pie, todo hinchado, me dijo: Mirá cómo me pisó. Y le dije: cómo se te ocurre, qué vas a hacer con ella. Me contestó. Estoy esperando que venga un abogado de apellido Toro pa’ nombrárselo de apoderado de oficio.