14 mayo, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Harvard Vs Trump

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Ricardo Correa

Por Ricardo Correa Robledo

Harvard es la universidad más reconocida del mundo, la más afamada, donde sueñan estudiar personas de todo el planeta. Incluso, por su prestigio y renombre hasta atractivo turístico es, pues quien va a Boston de paseo tiene como prioridad pasar a Cambridge y caminar por el campus.

Fundada en 1636 es 140 años más antigua que la misma nación de los Estados Unidos. Que profesores e investigadores suyos sean premio Nobel es cotidiano y la institución va a la vanguardia mundial en muchas áreas del conocimiento, generando beneficios para el planeta entero. Vacunas, medicamentos y tratamientos para enfermedades han surgido en sus laboratorios; también avances en la ciencia económica, en la administración y la gerencia, en las artes, y mucho más.

Pero Trump se siente incómodo con esta universidad, y con muchas más, todas de élite, todas privadas, a las que siente muy liberales, de izquierda y hasta marxistas. El presidente ha lanzado un ataque contra Harvard que pretende doblegarla, para amansarla y hacerla obediente, pues no tolera que existan instituciones sociales que promuevan el pensamiento plural y que alojen la mirada liberal.

Varios ataques con artillería pesada ha hecho Trump a esta universidad: la acusa de antisemitismo y de promover con abuso las políticas DEI – Diversity, Equity and Inclusion (Diversidad, Equidad e Inclusión), aquellas que benefician a sectores que han sido excluidos por siglos y que ahora emergen como actores sociales visibles, léase minorías raciales, sectores pobres, orientaciones sexuales diferentes.

Pide que haya un controlador externo a la universidad, una especie de inquisidor, para evitar lo que considera desafueros de izquierda, y quiere tener la información privada de todos los estudiantes extranjeros.

De manera extorsiva amenaza a la universidad con desatar una feroz persecución contra ella si no se doblega a sus pies: retiro de fondos federales para investigaciones científicas y en salud, y anular exenciones tributarias. También prohibirle que reciba estudiantes extranjeros.

En cuanto a antisemitismo es absurda la acusación, solo se fundamenta en las manifestaciones de sus estudiantes contra la guerra en Gaza y el hostigamiento que estudiantes judíos han sufrido por otros estudiantes o personas ajenas a la universidad, que la universidad ha buscado remediar y contener, pero que nada tienen que ver con las políticas institucionales de Harvard. Dicho sea de paso, Harvard aloja una apreciable cantidad de judíos en todos los estamentos.

Respecto a las políticas de inclusión, lo que sucede en la universidad es parte de una tendencia social que se abre camino en buena parte del mundo y que busca mayor justicia y equidad, y que en Estados Unidos viene desde hace seis décadas con los presidentes Kennedy y Johnson, con las acciones afirmativas y la discriminación positiva.

Pero Harvard se plantó con firmeza en defensa de una educación sin censura, de las libertades y derechos civiles y ciudadanos, y con toda la sapiencia jurídica y constitucional que se aloja en sus edificios demandó a la administración federal por sus abusos y atropellos. La justicia tiene ahora la palabra.

Sin duda, así como se habla del socialismo del siglo XXI, hay fascismo del siglo XXI, y Trump es su representante mundial más peligroso.

Por fortuna hay sectores democráticos en Estados Unidos que están de pie para dar una batalla necesaria. De este pulso también depende el mundo entero.