19 abril, 2024

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Gratitud y lealtad: hábitos para cultivar

Por Balmore González Mira 

La ingratitud en el ser humano puede ser uno de los mayores ejemplos de cómo la raza humana ha perdido la brújula de su comportamiento; y la deslealtad el otro valor perdido que nos lleva a extraviar el norte. 

En una escala de valores podríamos pensar que tal vez la equidad, en lo colectivo,  estaría por encima de todos y que ahí cerca estarían también la solidaridad y la bondad, sin embargo creería que estos son más de la esfera de la subjetividad en la medida que la tasación de ellos obedecen más a la valoración apreciativa individual y a circunstancias de tiempo, modo y lugar en que ocurra cada hecho. Contrario a la gratitud y la lealtad que, en mi parecer,  son hábitos que se demuestran y aplican más puntual y objetivamente en cada momento, pues se es ingrato o se es desleal, sin necesidad de juicios de valor externos. 

Escuché en alguna oportunidad que el ingrato es aquel a quien se le hacen 99 favores y cuando no pueden hacerle el 100 se disgusta y que desleal es aquel que no valora esos 99 y da la espalda a quien dejó o no pudo hacerle el favor número 100.   En una conclusión simple, el que es ingrato es desleal y viceversa. Es hora de reflexionar y cultivar todos los valores posibles, incluidos el del respeto, pero inexorablemente hay que cultivar los hábitos de la gratitud y la lealtad, porque es claro que la gratitud inclusive sirve como terapia de tranquilidad. La lealtad es la tranquilidad misma y estos conllevan a la existencia de los otros. 

Quien practica la lealtad y la gratitud vive tranquilo, sereno y liviano, transitando los caminos que se hacen menos espinosos en la vida, mientras que el ingrato y desleal carga siempre con un peso indeseable que lo mortifica y del cual difícilmente se desprende. 

La otra motivación que tengo para mis afirmaciones, es que he escuchado de mi madre innumerables veces que la ingratitud es el comportamiento humano que más castigó Jesucristo en su paso terrenal y muy seguramente esta interpretación sabía que en sus noventa años de existencia mi progenitora ha predicado,  sea la más acertada de quién profesa una profunda fe cristiana cada día más férrea e inquebrantable hacia las sagradas escrituras, practicando diariamente el hábito de la gratitud como un comportamiento de vida permanente.