
Por Carlos Alberto Ospina M.
Hay gente que miente con toda la boca sin escrúpulo ni medida. Para ellos no existe razón fundada en hechos reales, por eso, persisten en la invención. Parten de utilizar un método de comunicación basado en la manipulación con el objetivo de afectar los patrones comportamientos y, por consiguiente, los procesos neurológicos y el manejo del lenguaje. De modo escueto, ciertas personas reproducen como loras esa arenga, interesándoles poco la comprobación o la veracidad del modelo propuesto.
De aquí para allí adoptan la guía de la programación neurolingüística con fines de maniobra política, exacerbación, discurso de odio, destrucción de las instituciones, anarquía y victimización. Esta última actitud va encaminada a extender la plataforma de seguidores intransigentes y de resentidos sociales, vagos e incautos que se consideran merecedores de todos los derechos sin ninguna responsabilidad ciudadana. En ese contexto no habita la conciencia moral ni el rigor analítico, puesto que el sectarismo es sinónimo de ausencia de juicio en el marco de plenas garantías.
La caricatura del flojo o drogadicto demandando “que no se roben la plata de nuestros impuestos” no pasa de mostrar un deprimente espectáculo pueril. El grafiti que señala de “Estado violento y opresor”, pintado en la pared de la estación de Transmilenio devastada, refleja el grado de animadversión de unos sujetos que personifican la contradicción propia de los ineptos y de los holgazanes a consecuencia de su decisión contemplativa. El vándalo no posee el don de la creación ni la virtud del hombre que pretende cambiar las condiciones de injusticia a partir de la depuración y la construcción colectiva. A la luz del comportamiento patológico grupal e individual no saben responder las dos preguntas esenciales de una causa, el cómo y el para qué, del estado de bienestar. Se supone que la lucha por los más desfavorecidos constituye el núcleo, el combustible y la adrenalina de las batallas sociales.
A manera de escopeta de perdigones, la extrema izquierda, ha desembuchado sin parar el mensaje de la catástrofe, el caos, la pugna entre clases, la crisis generalizada y la supuesta paralización del país por causa de otros. Les funciona el estribillo de “Uribe paraco”, “narco Estado”, “el títere de Duque”, “somos la opción de cambio”, “no más corrupción” e infinidad de técnicas macabras puestas en escena por el marketing político. Los fanáticos no se miden en su capacidad de injuriar a los opositores; por el contrario, siempre son las víctimas, los aparentemente ‘entrampados’, los amenazados, los incomprendidos, los que nunca han buscado falsos testigos; en fin, sobre la faz de la tierra no vive una especie más inmaculada.
Afirman sin ruborizarse que los operativos militares violan los derechos humanos de los líderes sociales y de la población civil; mientras que pasan de agache delante del vil asesinato de varios niños, la instrumentación de los menores en las protestas de La Primera Línea de las milicias urbanas o la violación del derecho a la vida de 2.500 chiquillos en medio del fuego cruzado de disidentes Farc y el ELN en El Tarra, Norte de Santander.
Petro y el pacto con desiguales individuos sub judice como el impúdico Roy Barreras, el maligno Armando Benedetti y la solapada de Piedad Córdoba, no conocen el límite de la capacidad de engaño ni sienten vergüenza con la hediondez que escupen por los poros. En ese nivel inferior, malintencionado y rencoroso, se encuentra el abogado de oficio de narcoguerrilleros, Iván Cepeda, brazo político de recalcitrantes, que defendió la honra de los comprobados bandidos, alias Santrich e Iván Márquez, quienes “taquetean” de lo lindo junto al ‘Cartel de los Soles’ de Maduro y compañía. Falta ver si el tal Jesús, Santrich, sí reside en el averno.
Francia y su familia Márquez Mina no solo se aprovechan descaradamente del Sisben, sino que durante muchos años se han beneficiado de los títulos mineros para la explotación de oro en Suárez, Cauca, bajo la sombrilla del Proceso de Comunidades Negras (PCN). ¡De buena acción nada! A otro perro con ese hueso.
Esta cofradía de intolerantes llegó a colmo de difamar a Egan Bernal por enunciar su auténtico sentir, calificándolo en las subrepticias redes sociales de ‘paraco Uribista’ y retrógrado que no puede opinar de política; debido a la decisión autónoma de pensar diferente, el ejercicio pleno del desarrollo de la personalidad y el derecho fundamental a la libertad de expresión. ¡Qué quede claro¡ Egan Bernal no ha secuestrado ni extorsionado ni asesinado o violado a niños. Tampoco ha lanzado en la vía pública el cadáver de líder sindical José Raquel Mercado ni creó las cárceles del pueblo para cagarse encima de aquellos secuestrados que las familias no reunían las altas sumas de dinero para su liberación. Menos aún, el ciclista formado en el municipio de Zipaquirá, hizo alianza mafiosa con Pablo Escobar ni estuvo en la cárcel La Picota ofreciendo, dizque, ‘perdón social´ a reconocidos y condenados parapolíticos, narcotraficantes, delincuentes y corruptos de todas las especies. ¡Ya quisieran los ultrajadores de Egan! Alcanzar los tobillos a un héroe nacional que, lo único que ha encendido en la vida, es su capacidad de superación física y el esfuerzo constante para salir adelante. Él no cambió las armas de los delitos atroces por la paja verbal de sucesivas falsedades e inconsistencias cognitivas.
Al maniático de Petro y sus secuaces es factible aplicarles similar táctica de desprestigio de imagen sin bajar la guardia ni ceder en el propósito central de preservar la democracia. Así como merece el repudio y la condena efectiva los depravados falsos positivos; también es obligación dejar a un lado la amnesia de algunos para proceder a sancionar los campos de concentración, las desapariciones, las torturas, las extorsiones, los desplazamientos forzados, las minas antipersona, las mujeres violadas, los miles de mutilados y el exterminio de la sociedad civil por parte de la guerrilla y sus cómplices. La memoria no puede ser selectiva.
Las dos caras de la moneda. ¡Qué se sepa la verdad plena! Caiga quién deba desmoronarse, cualquiera que sea la corriente ideológica. La llamada posverdad únicamente le conviene a la gente destructiva; verbigracia, al candidato presidencial del sesgo, la mentira y la tergiversación.
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