15 octubre, 2025

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Gardeazábal, un papagayo y su violín

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@eljodario

Por Miguel Yusty, publicado en Occidente

Ha sido precisamente desde el 19 de julio pasado cuando Gustavo Álvarez Gardeazábal presentó, a las 4 de la tarde, su libro EL PAPAGAYO TOCABA VIOLÍN en la Biblioteca Departamental, dándose inicio a una maratón nunca antes registrada por libro alguno en el pasado reciente y que ha inaugurado una forma distinta de llegar, construir y posicionar unas letras que llevaban 13 años en inspirado proceso de construcción y que hoy arrasa en todos lo escenarios en los que hace presencia, al punto que está en el ranking de los 10 libros más vendidos en Colombia.

El Papagayo de Gardeazábal lleva más de 16 reseñas, supera las 11 entrevistas por televisión, los 29 comentarios y está ad portas de llegar a las 14 columnas, reventando asistencias como sucedió en la Feria del Libro de Medellín, en la de Palmira, además de ser motivo de talleres literarios para que al final se convierta en el éxtasis analítico que ha convocado a sabios y sabias, como aconteció en la Biblioteca Departamental, donde dos académicas de la lengua, y sin la presencia del escritor, decidieron colocar la novela en el universo de las más grandes e importantes de la literatura iberoamericana.

Todo lo escrito sobre el violín del papagayo de Gardeazábal hace pensar que se trata del acontecimiento literario de este 2025, donde fortunosamente se cumple la sentencia de Mercedes Estrada, quien le dijo, “sos muy bonito para ser hombre, pero nunca vas a aprender a tocar el violín, primero lo hará el papagayo”.

Así sucedió para bien de la literatura y el asombro de los discípulos de Paganini.

El pagayo, como cualquier ave, ha sido analizado desde todas las esquinas del culto literario.

Todos aquellos quienes lo han leído, siguen postrados ante la magia de sus sentencias y ante un mundo que novela tras novela ha sido concatenado con sus personajes y sus estructuras narrativas fortunosamente alejadas del boom latinoamericano y por supuesto de la genealogía macondiana tan difícil y tan enredado, que no ha dejado posibilidad de descifrar sus acertijos y sus incestuosas emboscadas consanguíneas.

EL PAPAGAYO Y SU VIOLÍN ve la luz de la voz propia de su autor, como si se tratara de un relato por entregas, como hiciera Balzac con LA COMEDIA HUMANA, pues los 41 cajones del papagayo, pueden leerse por separado, pues el último dónde diagrama su encuentro con el Cardenal Clemente Mícara, quien visitó Cali para inaugurar la iglesia del Templete, demuestra que el encanto de su escritura tiene distintos inicios, como sorprendentes finales.

Para muchos y particular a mi, quien he reseñado la mayor parte de sus novelas, el Papagayo me ha convencido de que siempre hemos estado ante una narrativa que ha inaugurado, no sé si proponiéndoselo, un marco conceptual en el que el mecanismo de los relatos espejos me hacen recordar el libro de cuentos de Cabrera Infante que se llamara TODO ESTÁ HECHO CON ESPEJOS.

Sencillamente, la imagen de los espejos de Gardeazábal, nos hace ver en un mismo cuerpo las metáforas de Rabelais, que por allá en el siglo XVI, en cinco libros, decidió contarnos en GARGANTÚA Y PANTAGRUEL como era la relación entre los seres de carnavales y los cuerpos grotescos.

El nacimiento de Pantagruel, ha sido recogido y transformado, por la sensibilidad de Gardeazábal, quien inicia la gran construcción de su árbol genealógico afirmando que no tomó leche materna, si no que fue criado con “colada de arroz”, título de una columna que forma parte de la compilación de crónicas, supervisada por Mauricio Ríos y Leonardo Medina, que se hiciera a propósito del encierro a que fue sometido con ocasión del COVID 19.

La pasión de Gardeazábal por la picaresca española nunca ha sido negada, pues en cada una de sus novelas y especialmente en ésta se encuentran homenajes a los lazarillos y a los diablos cojuelos que poco a poco se van mezclando y aprovechando múltiples vasos comunicantes con los personajes de la gran novela del siglo XIX y que de manera rotunda explican su técnica descriptiva, pues son precisamente las vidas y los perfiles de los protagonistas de LOS BUNDDENBROOK de Thomas Mann, la coraza con que se ha blindado Gardeazábal desde el inicio de su narrativa, para que ningún duendecillo, de la llamada literatura urbana o latinoamericana pudieran desconfigurar la concatenación de sus relatos o como nos condenara, no a leer la novela si no a disfrutar un amasijo para que crea “desde ahora, que todo lo ha escrito, ese pajarraco parlanchín y no este viejo rendido que jamás aprendió a tocar violín”.

Que se vaya o no, que escriba o no, que sea la última novela o no, con Gardeazábal todo es sorpresivo, como le sucedía a Faulkner y a Scott Fitzgerald, sus escritores preferidos y a quienes más se parece, quienes siempre encontraban una razón, un recuerdo, una nostalgia para escribir y convertir en relato de época en algo que explicara su mundo literario, como ha sucedido con el Papagayo, cuya inspiración fue su madre, “quien era la que tocaba violín hasta que se casó y mi padre no la dejó volver a trabajar en su vida, ni a tocar violín en público…”