18 octubre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Fuerza latente

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Carlos Alberto Ospina

Por Carlos Alberto Ospina M. 

Pocas veces, la atención se ha centrado en la buena gente a causa de la gritería política, la saturación informativa, la pestilencia de las redes sociales, la narrativa de la mentira gubernamental y la exaltación de sujetos que distorsionan los valores éticos esenciales. La humanidad, aún, no sucumbe en presencia del caos y el desaliento gracias a hombres y mujeres de todos los orígenes que hacen un esfuerzo silencioso para construir una sociedad más justa, estable, múltiple, luchadora y libre.

Las personas bondadosas no muestran el traje ni los apellidos. Más bien, portan el vigor de un campesino, la vocación de una maestra en un colegio rural, la disciplina de un reciclador (recuperador) o la persistencia de una joven que combina el estudio con el trabajo para sacar adelante a su hijo. Ellas comparten las diferentes formas de decencia en relación con la consideración por los demás, la labor íntegra, el cumplimiento de la ley, el ánimo para vencer las dificultades y la convicción de que el bienestar colectivo comienza con las acciones individuales.

La falta de vergüenza es el pan de cada día en función de una comunidad adicta al consumo de mensajes marcados por los escándalos, los titulares sensacionalistas, las noticias falsas, las distintas expresiones de violencia, las marchas de agitadores a punta de sobornos y por encima de todo, la frivolidad. En medio de esa vorágine, la buena gente suele quedar invisibilizada al mismo tiempo que sus historias dignas de admiración pasan a un segundo plano o a engrosar el depósito de notas para alargar una emisión.

La multitud que vive en libertad no busca el protagonismo ni las cámaras y tampoco, los aplausos. En sus más y sus menos enseñan una especie de fuerza latente que alimenta las acciones de acuerdo con su certidumbre moral. Son quienes defienden los valores básicos acerca de la convivencia, la solidaridad, la honestidad, el respeto humano, la responsabilidad espontánea y la verdad como un templo.

Mientras esto pasa, la noción de ciudadanía activa no debería ser la excepción, sino a la norma; aunque parezca un acto heroico en un país marcado por las desigualdades, los grupos armados organizados, la desconfianza institucional, el narcotráfico, el desgobierno y la corrupción estructural.

A pesar de que unos pagan impuestos cuando tantos evaden, la anarquía predomina por encima de las normas de tránsito y la indiferencia es la respuesta más común frente al maltrato o la discriminación; los gestos positivos revelan el compromiso con el bien común.

El individuo cumplidor no presume de ser perfecto porque sabe que no lo es. Él se equivoca, cae en contradicciones, enfrenta la desesperación y en varias ocasiones se da contra la pared de la indiferencia. Sin embargo, no renuncia en virtud de la coherencia entre lo que dice y lo que hace. En este momento, Colombia necesita de esa consistencia que, de por sí, es un acto de justicia social.

Es preciso rescatar la pluralidad de prójimos que andan secuestrados por unos liderazgos políticos espurios y diversos personajes de mala intención, dado que la buena gente representa la reserva moral, a la vez que articula la estructura cívica de la nación.

Enfoque crítico – pie de página. No hay que esperar a que muera sin sol, sin luz y sin moscas; es decir, abandonado, para saber de qué lado está. La presencia de Petro en Medellín el pasado sábado 21 de junio de 2025 exhibe su real identidad. Sin dar vueltas se concreta en la frase hecha de: “¡dime con quién andas y te diré quién eres!”, puesto que este antisocial nunca fue ni será buena gente.