18 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Francia Márquez y el esclavismo 

Dario Ruiz


Por Darío Ruiz Gómez 

La entrevista de Yamid Amat a la vicepresidente Francia Márquez se hizo con inteligencia ya que con mucha astucia la fue llevando a que respondiera a sus preguntas y, confiada de su protagonismo, fue diciendo su verdad sobre un tema tan neurálgico como el racismo. Ya hemos conocido de su intemperancia ante quienes se han atrevido a llamarla negra y de las razones que la hicieron desistir de su viaje a Londres a los funerales por la muerte de Isabel II: “No puedo visitar esas “coronas” que fueron esclavistas ya que yo vengo de esclavos”-cito de memoria conservando lo esencial-, lo cual es para cualquier persona con una mínima cultura histórica una sorpresiva declaración acerca de los  movimientos emancipatorios de los esclavos,  afirmando que después de siglos existen afrodescendientes que todavía sienten el peso de las cadenas de los esclavistas “blancos”.  

Puro maniqueísmo. El infantilismo se utiliza en el populismo para disimular la ignorancia sobre un tema determinado. La excelsa figura protectora de San Pedro Claver nada tuvo de colonialista como no la tuvo la decisiva intervención histórica a favor de los indios de Fray Bartolomé de las Casas, vivir en la religión católica es saber del amor al prójimo, el considerar a todos los seres humanos como iguales, no como adoctrinados militantes de causas totalitarias que los llevan, eso sí, como en África o Colombia – recuérdese el aberrante caso de Benko Biojó o del ELN- a nuevas e indignantes formas de esclavitud.    

La visión que Francia Márquez quiso dar al mundo a través de la entrevista fue pues la de una buena  mujer en la cual las heridas del esclavismo blanco  que sufrieron directamente sus antepasados no se ha cicatrizado aún y en este trauma que ella “vive en su cuerpo”, justifica su rencor hacia el capitalismo, desconociendo la historia de las luchas por la libertad hechas por su etnia a través de infinidad de levantamientos contra la esclavitud, incluso de cruentos enfrentamientos entre facciones políticas negras que condujeron a que muchos de ellos se convirtieran en represores de su propia comunidad  tal como lo ilustra la despiadada independencia de Haití donde Desaline eliminó a la totalidad de la población blanca  que quedaba en el territorio. 

Francia no dejó de recurrir a la misma palabra: “dignidad” como una maniquea y ultra retórica  fraseología de lo que “será” su supuesto trabajo en un Ministerio de Igualdad para “rescatar de la miseria” a los oprimidos como si la premisa para conceder a cada ser humano esa dignidad no debiera comenzar por reconocer los derechos de éstos a una paz que nazca no de un pacto con los victimarios beneficiarios  de estos enfrentamientos sangrientos entre hermanos, sino del reconocimiento explícito de la Carta de los Derechos Humanos que certifica la libertad de elegir, de perdonar o no por parte de las propias comunidades a las cuales se las está manipulando bajo un disfrazado paternalismo que precisamente no da voz a quiénes se lucha para darles voz.  

Esto sería hablar de igualdad y no de igualitarismo, esto es equidad de etnias y no de esa abstracción que los demagogos(as) llaman “equidad de género”.  Francia Márquez en las distintas versiones contradictorias que da de sí misma debe recordar que no es ella la iniciadora histórica de la conquista por las libertades políticas, sociales llevadas a cabo por líderes históricos, por dirigentes actuales de comunidades afrodescendientes ya integradas a la democracia sino que está siendo la portavoz de un peligroso igualitarismo que manipulado como ideología libertaria, puede llevarnos a una extensión de la guerra bajo otros sofismas.