11 septiembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Fragmento del epílogo del PAPAGAYO del maestro Gardeazábal

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@eljodario

Cuando empecé a escribir esta novela hace once años, creí que iba a escribir mis siempre anheladas memorias. En la medida en que fui hurgando archivos y asomándome a comprobar relatos con documentos, me di cuenta de que mi autobiografía no la escribiría nunca. Que en frente tenía tanto material para imaginar, deformar o hacerlo volver realidad, que no podía despreciarla como envión final de mi novelística.

Si me he pasado toda mi vida de escritor, y estoy publicando desde 1965, jugueteando y alardeando con ese mundo asombroso de Tuluá y de mi entorno, sería una equivocación desechar este material que usted acaba de leer y que bullía en mi cabeza desde cuando nací, como exageradamente lo afirma el relato.

Habiendo llegado a los 80 años, puedo mirar hacia atrás y medir la extensión de la lista de novelas que me abrieron un nicho en la historia literaria colombiana, hasta convertirme en un ícono viviente. El mérito no es haberlas escrito, ni mucho menos el que ellas hayan resultado en su mayoría exitosas. Lo que más valoro es haberlas escrito sin dejar de ser provinciano, sin haber salido del terruño, sin entrar a ninguna de las roscas que los oficios burgueses construyen para ambientarse el triunfo. Quizás ellas hubiesen sido más importantes si no insistiera en ser el pueblerino que he sido siempre, y no escabullirme de los cenáculos de los intelectuales de Bogotá, París o Barcelona, pero no creo que si así pudiera haber sucedido fuera capaz de encontrar la satisfacción abrumadora de haber resistido el garrote despreciativo que me aplicaron, o la felicidad que hoy siento sabiéndome con tantos y siempre tan atentos lectores.