18 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Formación cívica para el desarrollo humano y la democracia participativa sostenibles

Por Enrique E. Batista J., Ph. D. (foto)

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La cívica o el civismo no es una asignatura escolar. Los alumnos no se forman en la buena ciudadanía mediante el dictado y el copiado para un examen en el aula tradicional. La cívica es un modo de vida y un conjunto de valores culturales que se adquieren y reafirman de modo cotidiano desde el hogar y por siempre.

Las actitudes y el comportamiento cívico están en la base de la cultura ciudadana, en la formación para el ejercicio pleno de la ciudadanía y para un desarrollo pleno y sano de la personalidad.

La formación cívica para este mundo con cultura ciberespacial y globalizada se asienta sobre cuatro frentes: 1. Posesión de un conjunto de valores, actitudes, motivación y comportamientos para consolidar el bien común. 2 construcción y defensa del Estado Social de Derecho.  3. Resguardo e impulso a la acciones ciudadanas para una democracia participativa sostenible.  4. Promoción del desarrollo humano sostenible y de la biodiversidad del planeta.

La defensa y consolidación del Estado Social de Derecho se fundamenta en el necesario consenso social para el ejercicio de la ciudadanía donde las personas, en cuanto ciudadanos, construyen reglas para la convivencia y el progreso colectivo. La meta, solidaria y común, es formar al ciudadano cívico, capaz de vivir y convivir con goce y satisfacción en una sociedad pacífica, de “buenas costumbres” según los fundamentos sociales y éticos plasmados para la construcción colectiva de la sociedad y el desarrollo humano de todos.

Esa formación es para constituir y perfeccionar un conjunto de reglas de índole social y política que consolidan una forma de gobierno democrático y participativo con efectos en cada una de las actuaciones del ciudadano y de los gobernantes electos. Es una formación para darle valía a las diversas formas de organización social y mecanismos de participación democrática que contempla la Constitución para la promoción y defensa de los derechos de todos como la consulta popular, el plebiscito, el referendo, la iniciativa legislativa, el cabildo abierto, el voto y la revocatoria del mandato.

La cívica (civitas = ciudad; la ciudadanía entre los romanos) es un asunto civil, de ejercicio de la ciudadanía. El ciudadano con formación cívica conoce sus derechos y deberes y adquiere la convicción sobre la importancia de su cumplimiento, es solidario y capaz de participar en el conjunto de interrelaciones sociales que afectan de modo positivo a sí mismo, la sana convivencia con los demás, la armonía con el medio ambiente y su biodiversidad, el respeto a todas las formas de vida en el planeta y la defensa de la pluralidad y valía de las diferentes culturas. La cívica enfatiza también los comportamientos y acciones sociales y legales para las relaciones inclusivas de todos los sectores sociales, de personas con discapacidad, etnias y de aquellos con diversidad de patrones culturales.

El comportamiento cívico enfatiza la buena ciudadanía y la profundización de los procesos democráticos, el control ciudadano de los funcionarios electos y los derechos fundamentales de todas personas. Por eso, la formación cívica, va más allá de las descripción de los órganos del poder público, ya que tiene que ver con normas de urbanidad (palabra derivada del adjetivo “urbano” y que se refiera al buen y pacífico vivir en la urbe y también en el orbe, en el mundo, en cualquier lugar del planeta y también en el ciberespacio), con la cultura de la legalidad y el conocimiento de los derechos universales de todos plasmados y garantizados por la Constitución, convenios y tratados internacionales.

Un ciudadano cívico hoy conoce los peligros que acechan al planeta y que pueden ser agravados por acciones u omisiones individuales, colectivas, por organizaciones del sector productivo y por los gobiernos. Acciones nada cívicas que amenazan la salud del planeta y, por tanto, el mejor estar colectivo y la calidad de vida de todos. La formación cívica implica conocimiento y exigencia de cumplimiento por todos, en todos los países, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la participación consciente y activa de cada uno para alcanzarlos y desestimular toda forma de desarrollo económico no sostenibles.

Es así como una meta crucial en la formación cívica tiene que ver con la supervivencia de la especie humana y otras formas de vida. Los humanos, en cuanto especie, tenemos también que ser sustentables.

El civismo no se trata de comportamientos por segmentos espaciales o sociales. Así, no se puede ser cívico y manifestar cultura ciudadana en el metro, a diferencia de la calle, el estadio, la escuela, el hogar. La cultura ciudadana es una unidad indisoluble que se adquiere mediante formación plena y continua, en la familia, en la escuela y a lo largo de la vida. Ahí están las bases de convivencia pacífica, lo que se llama la civilidad (civis = ciudadano) vivir en armonía en la ciudad, y la urbanidad (urbanidad = querer, amar y expresar buenas costumbres en lo urbano y también en lo rural y en los ambientes digitales), defender al patrimonio común con base en aceptar las normas sociales regidas por el Estado Social de Derecho con el conjunto de deberes y derechos que tenemos todos los ciudadanos.

No es cierto que unos sectores o clases sociales son más o menos proclives a un buen comportamiento cívico. Ciertos sectores sociales con una diversidad de organizaciones usufructúan el interés y bienes públicos para su propio provecho privado, con exaltación de algunos de ellos como supuestos paradigmas de un “buen ciudadano”, usualmente arropados como “benefactores” de los desposeídos.

Una formación cívica implica participación, solidaridad, igualdad en medio de diferencias, preservación del bien común cultural, material y espiritual. El civismo es sobre una ética ciudadana, es la formación para un desarrollo humano sostenible, es sentir, pensar y actuar para trabajar solidariamente y de modo permanente para que la democracia participativa sea sustentable.

La formación cívica del ciudadano lo lleva a valorar y defender los bienes públicos, ser intolerante e inmune ante la corrupción, a ser elegido para el bien público o elegir a quienes representen bien los valores esenciales éticos y morales de valía y preminencia universal. No se trata de eslóganes, es una construcción y reconstrucción humana permanente, colectiva y no un lineamiento religioso o agnóstico. No es patrioterismo ni añoranza de tiempos y formas de vida idos. También es el derecho a una vida privada y a la búsqueda libre del conocimiento. Se trata del aquí y del ahora, apoyado en los desarrollo e historia cultural y política propia para alcanzar el bien común.

El deber cívico no se trata exclusivamente sobre eventos electorales, ni tampoco es la actuación ciudadana por temor al código penal con sus sanciones.  Es sobre solución pacífica de conflictos y diferendos. Es sobre control ciudadano a desmanes y a acciones antidemocráticas de gobernantes. Es sobre obedecer y respetar las leyes y oponerse, con los recursos democráticos de organización ciudadana que garantizan las normas legales y los tratados internacionales, a las leyes impropias o injustas. Caben como opciones cívicas bien fundadas la denominada resistencia civil y la protesta ciudadana.

La cívica, el comportamiento cívico es sobre educación y cultura, es una nueva forma de paideia donde educación, cultura, moral, ética y valores perennes y nuevos concurren para el buen y sano vivir de todos, para las realizaciones personales y sociales y la búsqueda permanente de la felicidad guiados por el bien común.