25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Fieles difuntos

Por Oscar Domínguez G. (foto)

Como el día de los fieles difuntos suelo amanecer “aceptablemente póstumo” (Buffalino), retomo estas líneas en memoria de nuestros futuros colegas residentes en el populoso y horizontal barrio de los acostados…
Para empezar, es saludable admitir que no hay muerto malo. De los muertos, hablar solo lo bueno, aconsejaban los romanos.

La pelona ha perdido parte de su encanto y misterio. De un tiempo para acá, en algunas ciudades, cualquier perico de los palotes se muere por cómodas cuotas mensuales. La factura de la luz nos recuerda ensualmente lo fugaces que somos. Apenas un escueto estornudo de eternidad.
Muérase ahora pero pague antes, es, en la práctica, con algunas variantes, el vendedor eslogan de las funerarias.
Los hay renuentes a pagar seguro exequial. Asumen que es de mal agüero. Es el derecho a la ilusión de la inmortalidad. Se resisten a admitir que de esta existencia nadie sale vivo. (Hay una época en que todos somos inmortales sin saberlo, la infancia, pero de eso nos venimos a dar cuenta cuando empezamos a desocupar el amarradero).

Pronto nos enterrarán con los puntos que hagamos por compras hechas en el supermercado. O con las millas acumuladas.

Muchas empresas funerarias incluyen el servicio de limusina, ese rascacielos acostado que halaga por última vez la vanidad del “homo horizontalis” que de otra forma no se daría ese lujo.

En el “todo incluido” que nos ofrecen figura hasta la soprano que dará el desgarrador do de pecho final.
Las lágrimas sí corren por cuenta de los familiares. Bueno, el servicio de plañideras es otra próspera industria sin chimeneas. Por acá no ha pegado mucho.

Otro gran logro de la modernidad: Ya no hay que cargar el féretro. La burocracia de la funeraria, en traje de parada, asume esa obra de misericordia reservada a los más próximos al “difunto muerto”, los herederos, cuando la herencia en robusta; los vecinos de la cuadra, si al flamante “fiambre” se le fue la mano en pobreza. (Lea la columna).