
Por Claudia Posada
Sobre el festival de brujería que organizó Comfama y que se llevó a cabo en Medellín este 16 y el 17 de octubre, la caja de compensación en su página refirió así al certamen: “Brujería hace un llamado a celebrar, entender y valorar la otredad y las experiencias espirituales diversas (negrilla del original) en sus distintas manifestaciones y celebraciones rituales y materiales. Durante los dos días se presentarán demostraciones rituales colombianas como la Yonna guajira o los alabaos interpretados por cantaoras del Pacífico. También celebraremos los 50 años del icónico primer Congreso Mundial de Brujería, con charlas sobre historia, feminismo, arte y espiritualidad. Exploraremos la conexión de la cocina con los saberes ancestrales, como primer laboratorio de alquimia. Miraremos a las estrellas no para predecir un destino, sino para comprender el presente. Además, podremos cantar y bailar con Amanrouge y su romanticismo gótico, Bella Álvarez y Gabriela Poncese”. ¡Qué novedoso! O sea que, culturalmente y desde el punto de vista de vivencias que siguen existiendo entre algunas comunidades milenarias y en sentires comunes en nuestros propios ancestros no tan lejanos, u otros aún entre nosotros, los asistentes comprendieron -o se “encarretaron” tal vez- con testimonios de la esencia, o esencial, de mitos y rituales que se remontan a civilizaciones antiguas, aunque no faltarían las narrativas más nuevas cargadas de figuras como las adivinas; muchos recordaron seguramente textos literarios o las tradiciones orales que hablan de creencias y prácticas mágicas y es muy posible que supieran de supersticiones que sobreviven a la modernidad. En todo caso, fueron dos días para los que programaron “charlas, exposiciones, rituales, mercado y conciertos”, anunciaba Comfama en la promoción que hizo de su Feria Popular de Brujería.
Creo que no haya ninguna otra caja de compensación en el país, como la Caja de Compensación Familiar de Antioquia, Comfama. Es completísima en todo lo que respecta a ofrecer cursos y talleres dirigidos a distintos grupos por edades, necesidades y gustos, tienen actividades de formación en escritura, idiomas y tecnología; programas de vacaciones, adiestramiento deportivo, recreación, y hasta planes de vivienda; la entidad señala que a sus afiliados y a la población en general, con trifas diferenciadas, brinda “clases de yoga, danza, cocina y arte, además de planes de gimnasio, asesoría en salud mental, terapias y programas para reducir el estrés, mejorar la memoria y la autoestima. Vive experiencias que nutren cuerpo, mente y espíritu, mientras alcanzas tus metas de salud y felicidad”. Es decir, yo me quedo corta en enunciar su oferta, pero lo que quiero significar es que hablar a la ligera por convencimiento o para dárselas de muy cristianos, religiosos o temerosos de Dios, satanizando la feria popular con el nombre “Brujería”, rasgándose las vestiduras, es ignorancia, o hipocresía. A los espantados con el nombre de certamen, les hubiera convenido darse una pasadita por alguna charla evitando prejuicios.
Deberíamos pensar si acaso Colombia está pasando por otra crisis grave: “Fanatismo estructural”. Éste se manifiesta en lo religioso (como ocurrió a raíz de la feria popular brujería) pero marcadamente en lo político, aunque no falta en uno que otro episodio deportivo; sin olvidar que hay fanáticos religiosos que llevan sus creencias radicales al campo político y lo amalgaman fundiendo juicios y credos. Fue así como hubo épocas de la violencia colombiana en la que desde algunos púlpitos se predicaba con odio en contra de idearios liberales. Ahora son los discursos incendiarios de las extremas los que mezclan fe con doctrinas, ideología y supersticiones. Candidatos presidenciales que antes de su aspiración se declaraban ateos, ya resultaron fieles seguidores de Cristo por conveniencia electoral. El mismo fanatismo estructural hace que una sociedad se enferme. Así sentimos el país, enfermo. Se alteró la salud colectiva por razones de distinta naturaleza, y entre tales orígenes está la polarización política. La clases dirigentes, económicas y políticas perdieron la noción de bienestar común. Desde las instituciones que contemplan sus deberes como mera disculpa para defender lo que llaman “independencia de poderes”, salen voces descompuestas que atizan las hogueras, con sus enfrentamientos interminables.
Pero no es solamente en las altas esferas, ni únicamente en los escenarios de poder y decisión en donde se olvidó la sensatez, el buen juicio, la sabia ponderación para sanar el clima enrarecido que nos agobia; no, otros espacios son invadidos también por el accionar irreflexivo, la imprudencia, e intolerancia demostrada con agresiones, o con amenazas bate en mano como la actitud beligerante del concejal de Medellín que vociferó sandeces en una reciente marcha en la que muchos hicieron pacíficamente uso del derecho a la protesta, mientras otros, cubriendo con capuchas sus malas intenciones, fueron violentos. Es difícil para nosotros los ciudadanos del común, entender el porqué del descontrol que impide lo que esperamos de la fuerza pública, individualizar a los vándalos. Pero volviendo al tema de la “brujería”, sorprende que se alcen voces de figuras públicas, y salgan con pancartas ciudadanos en distintas ciudades, muy enfadados por ese tipo de certámenes que duró dos días, reclamando el supuesto malgasto de los recursos de Comfama; y en cambio, los pronunciamientos de alcaldes como el de Medellín, casi a diario, insistiendo en polarizar, sin duda con tono arrogante y pendenciero, no produce malestar público, siendo evidente que sus posturas manifiestas, lo mismo que las del presidente Petro por el enfrentamiento que mantienen, agudizan el fanatismo estructural ideológico que ambos alimentan con sus rabias personales.
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