28 marzo, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Evocando al senador Manuel Ramiro

Por Gustavo Bustamante Moratto.

Ante la partida del Senador Conservador Manuel Ramiro Velásquez Arroyave

Son cinco años sin la presencia de Manuel Ramiro Velásquez Arroyave.  Sin su voz orientadora, sin su calidez amistosa. Estaba retirado de la vida pública, pero era un referente y así fuera por teléfono orientaba y opinaba.

En política era todero. Y desde siempre lo fue así. El manejo de los medios, la consecución de los recursos, la elaboración de los comunicados, el texto de la ley, la estrategia. La realidad y la imaginación. Todo pasaba por sus manos. A todo le ponía lo que su talante de líder le imponía: ser lo mejor, eficaz, realizable.

Era equipero. Fue una enseñanza de sentido solidario tan ausente hoy del ejercicio político.

Manuel Ramiro es un símbolo del ejercicio de la política, en su más ancestral concepción: servicio, ética, consagración, organización, disciplina, fe,  lealtad y otra vez, servicio como lo demandan los Papas en sus encíclicas.

La política era para él, otra vez, lo repito era servicio. Sin demagogia. Con propuestas serias, no populistas. Administraba en el Congreso los temas más difíciles y que tal vez menos votos daba: La defensa nacional, el respeto a la religión católica. Lo digo, porque los políticos cobran, pero Manuel Ramiro nunca fue capaz de enrostrarle a un sacerdote, por ejemplo, que era un defensor de la fe, para que votara por él. Si la gente lo sabía y lo apoyaba estaba bien o si no, no reclamaba.

Del ejercicio público tenía una concepción vital, vibrante y generosa. La política para él era militancia, era lucha, era agonía, era esfuerzo, era servicio consagrado a los demás. Testigos todos los que gozamos de su amistad y lo conocimos.

Era un hombre de combate. Pero era un hombre bueno, que sabía entender y diferenciar la controversia, la diferencia y la amistad.

Por eso, le traería ésta cita de Cote Lamus refiriéndose a Gilberto Alzate:

“Tu espalda nunca tuvo cicatrices

Porque contigo la cosa era de frente.

Eras lo que se llamaba un hombre:

Palabra empeñada y sin regreso.

 Por eso tus amigos

Detrás de ti sabíamos que no había cuartel

En la amistad ni en los fracasos.

En la vida ciudadana era un hombre bueno, cívico, emprendedor, progresista, raizal, amigo, cariñoso padre, excelente hermano, muy familiar, buen esposo, líder ejemplar, jalonador del progreso. La alegría caminando, con una tomadura de pelo picarona y tierna, el hombre solidaridad, y repito el amigo, el buen amigo.

En Manuel Ramiro se resumían estas actitudes y valores. Devolvió a su gente en acciones y buenas acciones lo que de ella aprendió. Se consagró a servir a los demás con verdadero sentido del apostolado. Entendió su militancia en la democracia como una forma de trascender, como un proyectarse a los demás. Fue un hombre respetuoso del querer de su comunidad, se preocupó de todos y era un embajador de su tierra y de su fe a través de su acción.

5 años después de su ausencia medito en todos los dolores que tuvo que padecer. Los acorralamientos de los pillos, que trataron de enlodar su imagen con sindicaciones para para rebajar penas,   las deslealtades de muchos quienes benefició. Pero siempre estuvo ahí.  Sin bajar la guardia, encomendando su vida al ser Superior. Tenía su concepción de la vida cristiana, que era el ejercicio de las virtudes del estoicismo, de la continencia, de la caridad. Nunca se quejó, soportó los dolores del cuerpo y de la debilidad humana en la política.

Su vida es un ejemplo digno de imitarse, era virtud y dignidad. Aún nos duele su ausencia y esperamos que esté disfrutando de los gozos de la vida Eterna. Amigo y jefe, sigue descansando en paz.

A su querida esposa Marthica, a sus hijos Daniella y Andrés; y a todos aquellos que tuvimos la oportunidad de conocerle, le recordamos con cariño y seguimos orando con él.