14 mayo, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Ese gustico por mandar

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Ricardo Correa

Por Ricardo Correa Robledo 

Este pasado 7 de abril me vi todo el consejo de ministros televisado entre las 7 y 9 pm. Prometieron que sería hasta las 8, pero siguieron derecho. Lo que más me molestó fue que nuevamente no hubo ‘Yo me llamo’. Ese vicio tan nuestro nuevamente haciendo estragos, todo es bien largo: trámites, expedientes judiciales de miles de ‘folios’, sentencias de centenares de páginas, y ahora este presidente con sus intervenciones eternas, fatigosas, farragosas.

Entre tantas cosas por ver, hay una que me llamó la atención en esta oportunidad: ese gustico de Petro por mandar, por que se sepa que él es quien tiene el poder, y no solo que es el presidente, sino el que más sabe, el que articula mejor las situaciones, el que tiene las mejores soluciones, el sólido historiador, filósofo, sociólogo y hasta se precia de buen economista, cuando se sabe que fue un mediocre estudiante. Regaña de manera desobligante, algo humillante, a los ministros, y da órdenes que recuerdan a los dictadores tropicales de hace unos 80 años en el Caribe, absurdas pero inapelables y a su vez incumplibles.

Pero ojo, quien se regodee pensando que estos son males únicamente de Petro se equivoca, son los males del poder. ¿Acaso Uribe no procedía de la misma manera? De él se decía que tenía viceministros y no ministros, y en sus consejos comunitarios itinerantes regañaba a diestra y siniestra, daba órdenes insensatas y hasta mandaba arrestar sin competencia legal. ¿Y qué es lo que pasa con Trump? Lo mismo pero a una escala mundial, casi que sideral. Como su poder es mucho mayor, su trastorno se multiplica exponencialmente.

La política tiene dos partes: por un lado es el ejercicio del poder necesario para que exista orden y se puedan ejecutar todas las acciones que se requieren para vivir en comunidad y resolver muchos problemas. Pero, y es la parte oculta y de la que poco se habla, la política también es la manifestación de nuestro poco desarrollo psicológico, emocional y espiritual. Buena parte de los males que nos aquejan no son técnicos, son de desarrollo personal, de no andar un camino de conocerse a sí mismo; y en esto quienes ejercen la política reprueban la materia de manera catastrófica, pues siempre están mirando para afuera, nunca para adentro, y disfrazan sus ansias de poder, su angurria por mandar y saberse superiores, con un supuesto interés en causas nobles, con vocación de servicio.

Ahora empiezan a salir candidatos a la presidencia, la mayoría impresentables o notoriamente sin las calidades para ejercer el cargo más importante del país. Todos racionalizan su codicia psicológica por el poder, y hablan de rescatar a Colombia o de continuar por la senda de progreso social y redención de los más necesitados. Pero en su cerebro, allá en zonas ocultas que los neurofisiólogos investigan en sus laboratorios, lo que ebulle es la ambición desmedida, el deseo de que les digan ‘presidente’ por aquí y ‘presidente’ por allá; que les abran puertas, viajar en un avión grande solo para ellos, encontrarse con otros presidentes y en últimas, ser semidioses pobladores del Olimpo.

Para tener una mejor política se requiere políticos más sanos, y para esto es requisito ciudadanos también más sanos que detecten la patología mental del candidato y lo descarten.