25 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Es hora de sacudirnos y liberar la Constitución del 91

Claudia Posada

Por Claudia Posada 

“La Constitución del 91 es caja de herramientas, es fuente de inspiración y creatividad para construir civilización. Necesita operadores que miren adelante, no atrás”, dijo Iván Marulanda Gómez en entrevista que le hiciera la Revista Semana a quien hace 30 años fuera uno de los 70 constituyentes elegidos popularmente para llevar a efecto la creación de la Constitución que nos rige desde julio de 1991. Compartimos plenamente con el hoy Senador sus palabras. Nuestra Carta Magna, por físico miedo dadas algunas amenazas, se firmó incluyendo el fin que buscaban desde afuera y logrado con ciertas malvadas presiones; a lo que Marulanda Gómez se refiere en el mismo medio así: “El terror invadía el recinto. Los oradores que pidieron eliminar la extradición no mostraron argumentos sino miedos, en algunos casos era evidente que hacían el mandado”.  

Lo anterior, en lo relacionado con el NO a la extradición, fue considerado el fantasma entre capítulos de gran importancia para la dirección del país; más adelante se remedió; en la historia de reformas a la Constitución colombiana, ésta se cuenta como positiva. Algunos otros cambios, ajustes o supresiones, se mencionan como adversas a la motivación que concibió tales puntos. En general, conocedores estudiosos de la Constitución del 91, la señalan como de grandes avances para ponerla a tono con el momento para Colombia y el mundo político. Desde luego, para hacerla el instrumento que de manera decidida se ajustara a unas  nuevas circunstancias – muy alejadas de las que en ese entonces y desde 1886 se tuvieron en cuenta para la herramienta nacional que dictaba  el ordenamiento jurídico y político de la Nación-  ésta, la actual, se creó en particular como respuesta al fortalecimiento de un Estado democrático en todos los aspectos. 

En tal sentido, a la Constitución del 91 se le reconocen grandes avances, algunos de ellos desafortunadamente soslayados, esquivados, o lo que también es grave, sin regimentar; es decir, sin bajarlos del marco general para que funcionen debidamente; así mismo, conjurados a juicio de mentes obsoletas, ciertos aspectos los tratan haciendo que parezcan inconvenientes a la sociedad. Simplemente no son del gusto de ciertos sectores del protagonismo político colombiano. Apartes en la Carta de Navegación que nos deben, sin ambages, guiar en el país de hoy, plasmados allí con el rigor de la responsabilidad y la grandeza que la inspiró, han sido rehuidos al amaño de quienes la deslucen por conveniencia del momento. Detestable práctica.  

Si se quisiera al país que nos arropa, como dicen hacerlo, la Constitución no sufriría “remiendos” innecesarios, y sí, se retomaría más bien para hacerla mucho más grata a todos, de lo que sin duda es. En materia de conocimiento político, vale la pena que de la misma manera como hace 30 años y más atrás, se ponía en las manos de los escolares el Manual de Urbanidad de Carreño para leerlo, se evaluaba y practicaba; hoy, a la luz de la Constitución de Colombia, nos deberíamos mover individual y colectivamente para respetar derechos, conocer obligaciones y exigir disciplina frente al medio ambiente, por ejemplo. 

Mientras más cercana al común de los ciudadanos, de manera particular en poder de las nuevas generaciones incursionando ahora en la vida pública, al igual que a la mano de distintos sectores coexistentes frecuente o coyunturalmente, debería tenerse en la Carta Política, el respaldo y orientación que nos permitan desenvolvernos con pertinencia en la democracia participativa que urge.