16 abril, 2024

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

“Epidemia” de aspiraciones sumada a la pandemia

Claudia Posada

Por Claudia Posada 

Qué difícil para los mandatarios tomar decisiones en plena crisis sanitaria y económica; justamente con la búsqueda de respuestas eficaces para resolver las situaciones derivadas de los aprietos graves que padecen gobernados, principalmente, y gobernantes para satisfacer urgencias de todo orden. Enfrentar incertidumbres no es nada fácil, menos cuando no se tiene la certeza que da el conocimiento de experiencias que señalen caminos seguros a seguir.  Además, encarar sectores poblacionales que parecen irracionales. 

A semejante cuadro de fluctuaciones, a la hora de establecer parámetros y dada la perplejidad que origina tal situación, en Medellín tenemos que sumarle la desconfianza evidente de grupos que abogan por la remoción del poder representado en el actual alcalde Daniel Quintero, acudiendo al derecho que les asiste por la vía de la revocatoria. Y como para acabar de ajustar, nos enciman la reforma tributaria. 

¿Cómo es posible creer que los ciudadanos estamos preparados para tantos ataques a la vez? El bicho recorre el mundo con toda su agresividad, en algunos países y ciudades empeora su capacidad de daño. 

Tantas muertes nos asustan, los padecimientos de algunos pacientes infectados se prolongan aún después de superar la enfermedad; se agudizan las angustias propias del personal sanitario que se agota ante el duro cumplimiento de su deber, y el dolor de las familias de ellos, lo mismo que en el entorno de los enfermos Covid, no se asemeja a nada con antecedentes en Colombia. 

Ya habíamos dicho que la población joven y de adultos jóvenes, desatinados y como enloquecidos desafiando el bicho que los puede infectar, no es consciente que, precisamente, ellos son fáciles transportadores del virus n a sus viviendas, contagiando a sus seres queridos más vulnerables. 

¿Pero acaso sí son sus seres queridos? Ese amor parece inferior a las locuras desenfrenadas que no son capaces de controlar. Obviamente no están teniendo en cuenta las angustias que golpean al pueblo colombiano juiciosamente encerrado.  

El comercio casi todo el tiempo encadenado solidariamente; las empresas camino a la quiebra o ya en ella; las clínicas y demás centros hospitalarios al tope suplicando disciplina social; mientras muchísimos de aquellos amañados en sus curules, o en entidades estatales de alto vuelo, dejan que el gobierno central se quiebre la cabeza tratando de resolver lo que afecta fuertemente a los colombianos al no encontrar salida a su actual situación. ¡Qué les importa la congoja ajena a los que reciben gruesas mesadas o altísimos salarios del Estado, independientemente de si hay Covid o no! 

En lo regional y en lo local se trabaja intensamente, ¿pero de qué vale si la prioridad no es la misma? 

Mientras algunos ciudadanos y conglomerados priorizan su afán de tumbar mandatarios por las razones que les asisten – válidas para ciertos grupos, no tanto para otros, es lógico- habitantes de clases pobres ruegan porque se les permita salir a conseguir el sustento del día a día. No hay sentido solidario, no existe compromiso social, no vemos que se tire para el mismo lado del bien común.  

La arrogancia que critican – tal vez cierta- es común encontrarla en los mismos descontentos. Los apetitos burocráticos en unos, las ansias de poder en otros, al igual que los anhelos de no pocos por mantenerse en las esferas dominantes, no los dejan pensar con criterio responsable socialmente.  

Este año vamos a tener que soportar campañas de desprestigio, a la par con las de aspiraciones políticas en las que no serán raras las estrategias sucias. El oportunismo, las tácticas usuales basadas en sembrar miedo; lo mismo que las argucias – desde distintos frentes- a las que recurren tanto desde el poder, como por fuera de él (para alcanzarlo) además, la ayuda desmedida de las redes sociales, será la “epidemia” que nos azotará sin consideración, sumada a la ya cruel pandemia.  

Y esperemos, con la mayor serenidad posible, aunque sin hacernos muchas ilusiones, cómo nos sorprenderá finalmente la reforma tributaria, ya en manos del Congreso.