Por Enrique E. Batista J., Ph. D. (foto)
https://enriquebatista.
El 28 de diciembre de 2017 realicé una visita a République de Côte d’Ivoire en África centro occidental, un país francófono, pero que también tienen cerca de siete decenas de lenguas nativas. Su capital es Yamusukro con algo menos de 300.000 habitantes.
Asistí a ese país en una misión oficial de un organismo multilateral con el que he trabajado hace años asesorando innovaciones educativas en todo el mundo. En el aeropuerto me recibió el ministro de educación y una abundante comitiva, así como por la francesa Madeimoselle Marie Le Cendrillon, ataché de la embajada, quien sería mi enlace y guía en tan fascinante país lleno de los más espectaculares paisajes naturales.
Mientras trabajaba en la misión encomendad fui informado, sin ningún asomo de malicia, que en una localidad remota distante unos 180 kilómetros de la capital vivía un personaje muy popular en nuestra parte del mundo. A ese paraje se llega por un camino primitivo con abrumadora y tupida selva que lo cubría de arriba abajo creando una especie de túnel con las ramas y lianas colgando hacia abajo amenazadoras como tratando de atrapar a intrusos y recuperarse de las lacerantes heridas que le causaron años de colonización europea. (Lea la columna).
Más historias
¡GANGAZO! Espectacular finca Atardeceres, en Valparaíso, en el suroeste de Antioquia
¿Dónde está la plata de la alcaldía de Quintero?: Fico Gutiérrez
Se nos fue Mauricio Álvarez, el padre del archivo sonoro más grande de la selva de América Latina