Con el permiso de los tantos doctos y tontos ex jugadores de fútbol que de un día para otro cambian los guayos por el micrófono pero igual siguen metiendo en él las de andar, esta columna se referirá hoy a un tema sobre el cual todo el mundo se siente con derecho a expresar su opinión: el fútbol.
Lo anterior, no obstante el esmirriado que ahora se practica en todos los estadios colombianos, donde lo más significativo, pero de manera negativa, es la miedosa soledad de esas tribunas que asustan.
Sin explicarse aún en forma plena los intríngulis de la torpe decisión de la dirigencia colombiana que decidió sacar por la puerta de atrás al exitoso José Pekerman, la selección — algo que es de todos y no de cinco o seis voraces individuos – ha iniciado una nueva etapa que tiene el reto de la Copa América el próximo año y las siguientes eliminatorias suramericanas al mundial de Catar.
Deben estar quienes manejan el fútbol a las patadas, para mantenerse a tono con la esencia de este deporte, haciendo cábalas y cálculos para ver cómo es que se pueden repartir las comisiones que genere el venidero gran negocio: La contratación del nuevo director técnico de la selección colombiana. (Lea la columna).
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