@jflafaurie
Por José Félix Lafaurie Rivera
Para mi infortunio, pero para fortuna del país ganadero, la celebración de la V Cena Gourmet del Programa “Una Vaca por la Paz” de la Fundación Colombia Ganadera, FUNDAGÁN, coincidió con uno de los eventos comerciales más importantes del mundo, la Exposición Internacional de Importaciones de China (CIIE) en Shanghái.
Si digo que “para fortuna del país ganadero” es porque, después de haber logrado el acceso de la carne bovina colombiana al mercado chino en 2024, se empiezan a consolidar resultados tras una década de esfuerzos en lo productivo, para ajustarnos a los requisitos internacionales, pero también en lo diplomático y, por supuesto, en lo comercial.
En efecto, cada vez con mayor seguridad en nuestro producto, hemos asistido sin falta al Salón Internacional de la Alimentación, SIAL, cuya versión 2025 fue también en Shanghái en el mes de mayo, y a grandes ferias comerciales, como la CIIE, en la que me encuentro; citas obligadas para países con productos competitivos, como nuestra carne, y con potencial para romper el cascarón de los mercados internos, porque es en estos grandes eventos donde los productos se dan a conocer y los negocios se cocinan. En mayo de 2024 llegaron a China las primeras 55 toneladas de carne colombiana y, en lo que va corrido de 2025, las exportaciones ya superan los 70 millones de dólares.
Y si digo que la coincidencia de los dos eventos es “para mi infortunio” es porque “Una Vaca por la Paz” es un programa de mis afectos, aunque lo son todos los de FEDEGÁN y de FUNDAGÁN, pero este, en particular, tiene un trasfondo social y de solidaridad efectiva que, la verdad, resulta conmovedor.
Esa solidaridad se concreta en la Gran Cena Gourmet, el evento al que no asistiré por primera vez y el que no me perdería, si no estuviera de por medio el porvenir de nuestra ganadería. ¿Por qué no me lo perdería? Primero, por su finalidad última: La Paz, mas no entendida como el silencio de los fusiles, sino como aquella que se puede construir cuando callen o, inclusive, mientras callan, con transformaciones virtuosas en la vida de las personas.
Segundo, por su idea fuerza: la solidaridad efectiva y extendida. Cuando alguien dona una vaca preñada a un campesino en condición de pobreza, que se compromete a donar la primera cría a otro vecino en su misma condición, se crean verdaderas cadenas de solidaridad.
Tercero, por la estrategia: una “vaca”, como las que hacemos para organizar un paseo o ayudar a un amigo, cuando cada uno “se mete la mano al bolsillo” por una buena causa común.
Y cuarto, por su tono ganadero: Dicen que “la vaca” se originó en la colecta que hacían los peones de las haciendas coloniales mexicanas, para reponer el animal que mataban para alimentarse en las correrías marcando y recogiendo ganado. Pero, además, nuestra “Vaca por la Paz” no solo es una colecta de vacas preñadas, sino un verdadero “remate ganadero” en el que, al golpe del martillo, se subasta la generosidad de los asistentes, que en esta ocasión superó las 1.500 vacas, que multiplicaremos por dos cuando los primeros beneficiarios cumplan su compromiso solidario.
En este momento estoy donde están los intereses de la ganadería colombiana, en China, a más de 15.700 kilómetros y 13 horas por delante. Pero mis afectos están con ese ejercicio de solidaridad ganadera que apenas estará empezando en Bogotá cuando yo desayune el viernes en Shangai.
Entonces esperaré el resultado final, llenaré el espacio que dejé pendiente en estas líneas… y sonreiré con gratitud mientras en Bogotá cae la noche y la solidaridad descansa.


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