9 diciembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

Entre “alardes verbales” y “encendidas arengas” 

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Claudia Posada

Por Claudia Posada (foto).

“La violencia política, honorables representantes, tiene muchas causas y, entre otras, los discursos que se pronuncian en las Cámaras. Por eso cuando aquí los oradores, con ánimo de hacer alardes verbales y de que su nombre resuene en las provincias, pronuncian encendidas arengas, están produciendo en el ánima sencilla de los campesinos una reacción mortal y asesina y si la mano de esos campesinos se arma con el puñal homicida, no es precisamente a esa pobre gente inculta a la cual hay que exigirle cuentas, sino a los oradores que desde aquí pronuncian agresivas palabras fuera del sentido exacto de la responsabilidad (…)” Impresionante pronunciamiento de Abelardo Forero Benavides, en alguna sesión del Congreso en 1946, registrado por el también historiador Darío Acevedo Carmona en uno de sus libros. Cada frase del párrafo aludido, nos hace notar cómo, los discursos de los congresistas con sus posiciones acaloradas, incendian a sus opositores; y fue uno de ellos mismos, Forero Benavides, quien se los dijo claramente al señalarles su irresponsabilidad, vociferando ellos sin medir consecuencias. Pero es que, además, sus palabras encierran otra realidad pavorosa pues prendió alarmas que no fueron escuchadas: Posterior a ese momento, según la historia de la violencia en Colombia, en 1948, de las zonas rurales fue de donde salieron algunas decenas de hombres para constituir la creación de la guerrilla.  Cómo, por qué y en qué sentido se transformaron los primeros brotes del conflicto armado de la ruralidad colombiana a través del tiempo, evolucionando para mal hasta nuestros días, es otra historia en la que caben las frases anunciadoras del congresista. 

Hoy, con la velocidad y cobertura de las redes sociales, la Internet es un arma gigantesca para divulgar contenidos (el discurso)  así como opiniones cuyas reacciones (hilos) por lo general, se desvirtúan rápidamente, sin tiempo de análisis aunque sí alcanzan a impactar; otros mensajes se reformulan si es lo que conviene tácticamente; también son ensalzadas algunas posiciones por más disparatadas que suenen, y aunque haya asuntos mal interpretados -por ignorancia o por conveniencia- en todo caso  son utilizados para posicionar argumentos a favor o en contra de personajes o grupos con intereses políticos. El párrafo que se saca del pronunciamiento del político, periodista e historiador, Abelardo Forero, es perfectamente aplicable en el ahora en cuanto a ¿Qué tan peligrosos son los “alardes verbales” y “encendidas arengas”, como las reacciones violentas? ¿Y acaso no cabe la misma responsabilidad a los incitadores, por igual que a los agresores armados? Los colombianos nos sentimos abrumados con tanta tergiversación de la verdad en los medios de comunicación, hastiados del cinismo en boca de los que se proclaman ejemplos de coherencia política, confundidos y afligidos con las noticias de asesinatos de ambientalistas y líderes sociales sin que se oigan voces de reclamo por parte de la dirigencia; así como enormemente desilusionados de la clase política que ostentando cargos y representación en alguno de los poderes públicos,  se escudan en la institucionalidad mientras cometen fechorías que tienen al país (de años atrás pero descubriéndose ahora justamente por las tecnologías de la comunicación inmediata) entregado a la corruptela que lo manosea con el concurso de particulares,  haciéndolo cada día más infeliz para un pueblo que observa aterrado  las malas prácticas que se mueven en las esferas de poder y decisiones, y por parte de quienes se burlan de los que siguen  firmes en su honestidad. 

Se ha vuelto costumbre entre políticos, periodistas y gentes del común, rotular con calificativos como “ladrón”, “terrorista”, “asesino”, “dictador”, “desquiciado mental “, adjetivos que adjudican alegremente a cualquiera que, por estar mal rodeado, por confiado, por una foto, o por cualquier montaje o palabra mal interpretada, resulte salpicado sin tener culpabilidad comprobada. Los señalamientos abusivos siempre ocasionan algún grado de daño que va desde insignificante a muy grave; y lo peor es cuando el perjuicio es para toda una sociedad. Colombia está siendo menoscabada debido a la violencia política que se ha intensificado por la acción de frentes armados con el lenguaje que mancilla ocultando tal vez sus propios pecados; desde cuentas X, en videos y con el uso de otras maneras de alcanzar resonancia en redes sociales, se aprovechan posiciones de privilegio con credibilidad, para deshonrar, ultrajar y empañar buenas intenciones.   Aquellos que más se ufanan de la coherencia entre su deseo de aportar al crecimiento del país y actuar en tal sentido, son precisamente los que más veneno ponen en sus palabras; critican el odio de los demás y a renglón seguido se expresan con ira incontenible.

Observamos con tristeza cómo la ambición por el dinero de cualquier manera conseguido y las ansias de poder, han superado la sensatez que necesitamos para recorrer el camino que conduzca respetuosamente al entendimiento en la diferencia; especialmente para menguar las crisis de gobernabilidad que a Colombia como a ningún país sirven.