29 septiembre, 2025

Primicias de la política, empresariales y de la farandula

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Descripción: escritor

Por Darío Ruiz Gómez

La historia me la contó el inolvidable Otto Morales Benítez y es la historia de un liberal en un pueblo dominado por los conservadores donde cada domingo en su sermón el cura estaba mandando a lo más profundo del infierno a los liberales.

El defensor de Voltaire y de un Estado Laico perdía el sueño naturalmente ante aquellas alucinantes escenas de tinieblas eternas. De manera que cuando un día recibió la solicitud de la Dirección General del Partido Liberal que estaba haciendo un censo de liberales en el país con el fin de que les informara sobre el número de liberales en el pequeño municipio caldense donde vivía el telegrama de respuesta fue clamoroso. “Aquí el único liberal soy yo y me encuentro dividido”.

Cuando hace treinta años penetró a la Universidad la idea de revolución encontrando un terreno abonado en unos muchachos(as) de una nueva clase media, de modestas familias de los barrios y los pueblos el estallido fue inmediato y desenfrenado ya que si antes la llama de la revolución nació en sectores sociales que se habían jugado la vida denunciando la injusticia nacional, la discriminación social, e hicieron suyos los pensamientos de grandes pensadores revolucionarios; en esta generación el revolucionarismo nació silvestre, sin necesidad de un previo conocimiento de la situación y de los objetivos sociales a los cuales se aspiraba pues mucha es la distancia que se da entre una genuina luchadora social como María Cano surgida de una coyuntura histórica de la clase obrera y una agitadora de hoy manipulando frívolamente un caricaturesco lenguaje igualitario.

“Defínase compañero” le  reclamaron furiosamente unos revolucionarios juveniles a Mejía Vallejo cuando salía del campus y Manuel con su cáustica ironía les respondió: “Chicos ahora no puedo definirme ya que estoy escribiendo un libro sobre este tema y de pronto me lo copian”.

Los colombianos(as) de hoy sometidos mediante el miedo y al terror por los dueños de las tinieblas, bajo las terribles encrucijadas y violencias extremas nacidas del continuo chantaje de lo que se ha llamado “un bárbaro dogmatismo ideológico o religioso” es, no dejo de repetirlo, la de exiliados.

¿Acuerdos de Paz de tres meses o legalización solapada de la violencia entre bufones? Es pues el hallarse permanentemente exiliado dentro de sí mismo cuando ha desaparecido el concepto de valores y el concepto de autoridad y todo ha entrado en la precariedad. 

“Los bufones que otrora- acudo de nuevo a esta cita de Alain Finkielkraut- se las hacían pagar caro a los reyes son hoy los reyes adulados y temidos de la democracia radical. Y propagan sobre los escombros de la promesa comunista, el calor revanchista de la bajeza común”. Ver en la t.v  a Aída Avella la anciana e intransigente comunista – cuya nefasta presencia en lo peor de la historia de Urabá ha olvidado la JEP – afirmando que “en el exterminio de miles y miles de activistas de la Unión Patriótica tuvo que ver la Mossad o sea la Inteligencia israelí y que por lo tanto es necesario condenar a Israel y a favor del pueblo palestino”, es darse cuenta de las estrategias a las cuales está recurriendo la  izquierda española para hacer olvidar el hecho de que en una verdadera democracia estas minorías dañinas no deberían contar con la beligerante representatividad que se les ha concedido y porque Hamás es un grupo terrorista y no un Estado lo cual supone que hablar de guerra con unos terroristas es una falsedad.

El pueblo palestino nada tiene que ver con la infame dictadura de Hamás así como el pueblo colombiano nada tiene que ver con terroristas narcotraficantes, explotadores de niños de manera que esas mesas de conversaciones de Paz están viciadas jurídicamente desde su comienzo.